Capítulo 14: Desaparición.

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Luego de salir de una reunión con Marcelo y que los organizadores de la gira empresarial pusieran fecha determinada, Milán pasa por la joyería y saluda a sus empleados. Quiere tomarse un descanso pero con el tema de las nuevas sedes Parisi su tiempo se desgasta.

Le apetece un café y se encamina a la cafetería de aquel enorme centro comercial. Pero antes una llamada inesperada impide su camino.

Llamada entrante: Marianela.

Ella nunca lo había llamado por teléfono. Solo habían intercambiado números para que Milán le pudiera enviar información virtual sobre Educación Financiera.

—Hola, Milán. Disculpa si te molesto —le dice ella cuando descuelga la llamada.

—Hola, señora Marianela. No se preocupe, me alegra saludarla —responde él algo confuso y expectante.

—Evaluna ha faltado al trabajo y no es habitual en ella. ¿Está contigo?

Vaya que eso no se lo esperaba. Y le preocupa.

—No, ayer la dejé en su departamento y no la he visto más. ¿Estará enferma?

—Ella siempre avisa por teléfono cuando se siente mal y así le doy el día libre. La verdad no me preocupa que haya faltado al trabajo... Me preocupa no saber de ella. La llamo a su celular y me sale apagado. Y tengo un mal presentimiento.

—Espéreme en el Jardín del Edén y la recojo para que vayamos al departamento de Eva.

El joven cuelga la llamada e intenta llamarla a ella.

—"El suscriptor que usted ha llamado no puede ser localizado" —dice la voz automática de la contestadora que lo envía al correo de voz.

¡Maldición!

Cuando Milán recoge a la señora Marianela ambos se dirigen de inmediato al edificio donde vive Evaluna. Algo anda mal. Estela no deja de pensar en qué le habrá pasado y aunque su jefa le ha pedido cerrar el negocio decidió quedarse y esperar a ver si su compañera de trabajo aparecía. Tal vez le tocó hacer algo temprano y se demoró más de la cuenta.

De pie junto a la puerta un par de puños tocan en repetidas veces y a Milán le comienzan a doler los nudillos.

—¡Evaluna! —grita Milán mientras sigue tocando la puerta.

Marianela se aparta y se le viene a la mente lo peor.

—¿Se habrá desmayado y no reacciona? —pregunta nerviosa—. La he notado rara en el trabajo esta semana.

Y Milán también la ha notado diferente, como preocupada.

—Eso lo vamos a averiguar justo ahora.

La puerta de madera es demasiado vieja y sus condiciones son débiles. Puede romperla fácilmente. Milán se abalanza empujando la puerta con su hombro y la fuerza de su cuerpo rompe la madera. Vuelve a empujar la puerta y la rompe completamente.

Aquel alarmado par no encuentra ningún cuerpo desvanecido por ninguna parte. El uniforme color pastel del trabajo de la joven que usa especialmente los lunes no está en el cesto de la ropa sucia y eso solo deja una conclusión.

Isaac, que se ha sobresaltado por escuchar los golpes en la puerta de su vecina, sale de su departamento. Ver los rostros de ellos lo asustan.

—¿Ayer has visto entrar a Evaluna a su departamento? —le pregunta Milán más que preocupado.

—No, estuve toda la noche sentado en las escaleras y no la vi venir —responde el pequeño—. Tampoco la vi hoy en la mañana.

—Pero yo la dejé ayer justo en la entrada. ¿Habrá ido a visitar a algún familiar y me lo ocultó?

Entre lunares y pieles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora