Qué triste la gente que oculta lo que siente por miedo a que le rompan un poco más el alma. Eso de fingir ser la persona que no es a veces le hace más daño del que incluso alguien podría hacerle. Y es que ocultando el amor se pierde la batalla de su corazón.
Qué triste que a ella le esté sucediendo aquello.
Milán contempla la maravilla de mujer que tiene en frente. El color ámbar sobresale de su mirada; el color beige de su piel reluce sobre aquel vestido gris corto. Y aquellos tacones sostienen en paralelo unas piernas de infarto. Ondas negras voluminosas, maquillaje cálido y labios rojos... Solo le hace falta algo a su desnudo cuello.
—¿Y bien? —pregunta Evaluna saliendo de la habitación donde se ha estado quedando en la casa de Marianela.
—Guao...
Evaluna se ha tardado unas horas arreglándose por su cuenta. Aquello de pagar dinero innecesario en peluquerías no le va porque ella tiene habilidades para mejorar su imagen por su propia cuenta.
Ella sonríe mientras observa lo guapo que se ve su acompañante. Lleva puesto un pantalón y una camisa negra acompañada de un bléiser beige. Su cabello ha crecido y no está tan rapado como casualmente lo lleva siempre. Su colonia varonil es exquisita y la embriaga.
—¿Te gusta cómo me veo?
—Me encanta, pero te hace falta una última pieza.
Evaluna no entiende nada y lo mira extrañada.
—¿De qué hablas?
—Sé que en esta "relación" no es válido lo que traje para ti, pero prométeme que lo aceptaras a pesar de la base de condiciones y códigos de emergencia.
—Milán, no...
—Por favor, acéptalo.
Evaluna suelta un bufido y se resigna.
—Está bien.
Milán se desaparece por un momento y luego se asoma con un ramo de girasoles que él mismo ha armado un poco con la ayuda de Marianela.
—Las tomé yo mismo del Jardín del Edén. Son tus favoritas.
Evaluna se emociona. ¿Hace cuánto tiempo no recibe flores?
—Muchas gracias —expresa ella reanimada al recibirlas.
—Espera, traigo algo más. —Milán saca una cajita de su bolsillo y de ella saca una cadena—. ¿Me permites ponértela?
Elvaluna asiente y se voltea. Recoge su cabello a un lado y Milán pasa la cadena sobre su cuello hasta abrocharla en su nuca; es una cadena de oro con un dije de una medialuna.
—La he mandado a personalizar desde la joyería Parisi.
Ella baja su mirada y sus ojos detallan la cadena. No se lo esperaba pero le encanta. Toca el pequeño dije y se voltea para encararlo.
—¡Es hermosa!
Se lanza a él y lo besa. Lo rodea con sus brazos y sostiene los girasoles sobre su nuca. Él aprovecha y la sujeta de la cintura mientras le corresponde el beso con delicadeza. Y se besan hasta que la situación se sube de todo.
Evaluna mira la boca de Milán y se ríe.
—¿De qué te ríes?
—Te he manchado toda la boca de labial y supongo que he arruinado mi maquillaje. Ahora tengo que corregir este desastre.
—Espera...
Y la detiene para besarla una vez más. Ya le tocará limpiarse la boca a él también.
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Entre lunares y pieles ©
RomanceCuerpos perdidos en universos opuestos. Una mujer con sueños rotos y un hombre con metas exitosas. Ella volvió del infierno. Él cayó del cielo. Solo una coma detiene sus vidas en un paraíso lleno de pecados. Él no se llama Adán, pero el nombre de el...