Aquella habitación con cama matrimonial y aire acondicionado, olor a fragancia varonil y colores blancos, atrapan al mismo dueño que se siente extraño en su propio espacio personal. Tal vez los nervios tengan que ver por la osada mujer que usa su baño. Una mujer sin escrúpulos.
Ella, dentro del pequeño cuarto de baño, se mira en el espejo. Tiene un poco de verdura incrustada en los dientes y con un cepillo que encuentra en el lavamanos pasa las fibras sintéticas de las cerdas que barren los residuos con la crema dental sobre su dentadura. Una última sonrisa exagerada en el espejo le hace saber que tiene los dientes limpios y, después de peinarse el cabello con los dedos, sale del pequeño espacio que la acoge.
—Disculpa, tomé tu cepillo de dientes prestado y espero que no te moleste mi pequeño atrevimiento —dice Evaluna disimulando su pena fingida. A ella pocas cosas le dan pena.
—Me he dado de cuenta que eres muy atrevida —responde Milán que se siente intimidado por ella. Su cepillo de dientes tiene más suerte de probar su boca que él. Y vaya que le apetece besarla.
—Podemos irnos ya.
—Si no lo hubieras sugerido tampoco estaría enojado de quedarme aquí contigo. Tengo cuenta de Netflix y podemos ver películas...
Evaluna mira de él hacia la plasma de muchas pulgadas que está en la pared de su lado.
—Y yo tengo condones en mi bolso, pero no podemos hacer esperar a la gente —prosigue Eva el juego que ahora, más que atrevida, hace que el ambiente se ponga más intenso. ¿Lo estará diciendo en serio o solo es una pequeñita broma?
Milán ha quedado casi que boquiabierto y le muestra una mirada pícara. ¿Se acerca y la besa? No, no puede lanzarse al deseo porque sabe que jugar con fuego no traerá nada bueno. Eva, al verlo sin palabras, se acerca a él y le pone una mano en el hombro.
—Hombre, no te emociones, que estoy en mis días y sería muy desagradable hacerlo así —termina de decir y sale de la habitación. Eso de que está en sus días es mentira, pero la hace más sinvergüenza.
Milán cada vez está más seguro de que el diablo se viste de mujer... Una mujer con la cara salpicada de pecas.
Evaluna retoma el camino hacia la sala y encuentra a Estela esperándola en una esquina de la entrada.
—¿Y la señora Marianela? —le pregunta la recién llegada.
—Creo que está en la mini sala de la "conferencia" —contesta Estela haciendo entre comillas con sus dedos.
—¿Entonces vamos? —sugiere Eva.
—Que no nos vamos hasta que me contestes dónde demonios estabas.
—Estaba en el baño...
—Solo hay un baño en este piso. Me lo dijo Marcelo.
—Pues... en el de su habitación.
Estela queda estupefacta. ¿No...?
—¿Se prendió la llama de la pasión? —le pregunta.
—Nada fuera de las insinuaciones. Sabes cómo son las cosas conmigo. Solo son juegos de palabras.
—¿Y si pierdes esa batalla?
¿Perder ella? Hace mucho tiempo que perdió la única esperanza que le quedaba y ahora solo juega sin amor porque el amor es lo que menos siente en su corazón.
—En mi vida ya todo está perdido. Además tú, ¿qué pasó con Marcelo?
—Nada —responde Estela fingiendo inocencia.
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Entre lunares y pieles ©
RomanceCuerpos perdidos en universos opuestos. Una mujer con sueños rotos y un hombre con metas exitosas. Ella volvió del infierno. Él cayó del cielo. Solo una coma detiene sus vidas en un paraíso lleno de pecados. Él no se llama Adán, pero el nombre de el...