Capítulo 4. «Aliado misterioso»

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Amaris sabía que el bosque era peligroso. Había bestias del inframundo sueltas por ahí, y estas eran peligrosas, desconocidas, inteligentes.

Aún así, y a pesar de eso, se arriesgó. Fue directamente hasta el puerto, tomó la canoa más barata que pudo encontrar y navegó directamente hasta la costa más cercana a la Isla Real, la de la familia Oaken. Aquella costa estaba cerca de la frontera y, por lo tanto, del bosque encantado.

Tardó dos días en llegar. No importaba lo que Alannah pensara, o todas las excusas que Cassira tuviera que dar antes de que notaran su ausencia, Amaris navegó y avanzó hasta que zarpó en aquel bosque.

Ni siquiera tenía zapatos. La vivacidad del lugar la llenó por completo, aquella selva exótica frente a sus ojos. No tenía nada de bosque, ni de terrorífico, no era lo que las leyendas decían de él, sino todo lo contrario.

Amaris bajó de la canoa. La arena rodeó sus pies, pequeñas hadas con forma humanoide salieron a recibirla, rodeándola y luego volviendo a la selva.

—Connor —dijo—, si estás vivo, si estás aquí, por favor, ven conmigo.

Una visión vino a ella. Se visualizó a sí misma hablando con él, muy en lo profundo de la selva, a unos varios pies de dónde estaba.

—Te tengo —dijo. Enseguida comenzó a caminar hacia él, su respiración lenta y pausada mientras observaba a varios extraños animales pasarse frente a ella—. Connor, si estás aquí... —dudó, temerosa porque había varios reptiles frente a ella— Ven. Sal a la luz. Tengo pistas. Parece que Piperina está viva.

Nada más que el sonido de la naturaleza fue lo que le contestó. Insectos, reptiles, aves.

»Ranik me lo dijo —insistió Amaris—. Parece que tuvo un momento de claridad.

Parece que aquellas palabras sirvieron, porque Amaris escuchó un crujido, como un zumbido, surgir de las profundidades de la selva.

Sólo un felino podía avanzar de esa forma. El camuflaje era evidente en su forma lenta de andar, y detrás de los arbustos no se escuchaba más que el cabello al rozar con las hojas. Pronto Amaris vió al par de ojos azules de Connor, que estaba convertido en un vistoso tigre.

Connor no salió enseguida, sino que se mantuvo observándola desde atrás de los matorrales.

—La encontraremos —dijo. Connor comenzó a deformarse, así hasta que se transformó en el hombre que Amaris recordaba, así que entonces le pasó un pantalón, (lo traía entre su equipaje), y observó la gran forma en la que había cambiado.

Su cabello, (que generalmente estaba rapado casi al ras), estaba largo hasta los hombros, su piel estaba sonrojada y llena de moretones, un bronceado natural que cortaba la respiración.

—Es bueno que por fin decidas que todo este tiempo he tenido razón —dijo Connor. Amaris apretó los labios, él agregó—. Recuerda todo lo que hemos pasado. Todo lo que sabemos. Piperina está escondida, tan escondida como para que Zedric no la encuentre con sus poderes, pero que tampoco esté en el Inframundo, y, además, no está en algún lugar de la tierra.

—Tú te has asegurado de buscarla —completó Amaris—. Por eso dices que está en el mar.

—Sí, lo está, pero también la he buscado ahí —dijo. Luego, al ver que Amaris estaba perdiendo las esperanzas de nuevo, agregó—: Al buscar y ver que ella estaba escondida tan bien entendí una cosa. Alannah no está trabajando sola. Alguien debió haberla ayudado desde el principio. Tal vez una bruja muy poderosa, capaz de crear una grieta entre dimensiones que esconda a Piperina de la vista de cualquiera porque, y técnicamente, no estaría en nuestro Erydas. Estaría en otro lugar.

Susurros de Erydas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora