Capítulo 45. «Un regalo exquisito»

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Zedric y Amaris estuvieron de acuerdo en que tenían que casarse lo más pronto posible. A eso le siguieron los planes de traslado, de mensajería, y los anuncios a sus conocidos.

El plan era que Yian transportara a todo el ejército de vuelta a la isla real. Se enviaron mensajes a todas las casas del Reino Luna invitándolas a asistir a la boda, pero también a unirse al grupo de los que estaban en contra de los dioses. La carta no era especialmente detallada, pero decía lo siguiente:

Estimados amigos de los dos reinos, Luna, y Sol:

De parte de Zedric Mazeelven, príncipe primogénito, heredero de la casa, y postulante a la corona del Reino Sol, y de Amaris, cuarta princesa del Reino Luna, nos complace a invitarlos a nuestra boda que se celebrará en el solsticio de verano del presente año, justo cuando el Sol esté apunto de ponerse.

Hemos pasado por muchas cosas. Esta unión no sólo fortalece a nuestros reinos, sino que nos recuerda que luchamos por un bien común, la estabilidad de nuestros pueblos. ¿Queremos seguir luchando entre nosotros cuando enemigos más peligrosos parecen acercarse? De nuestro lado no.

Su asistencia a esta boda nos revelará quienes están a favor de esta paz, nos revelará el apoyo que sabemos tienen por nosotros.

Después de aquellas palabras venían los dos cellos de cada una de las casas de los prometidos. Era una carta simple, pero concisa.

Llegaron a la capital real dos días después de que anunciaran la fecha de la boda. Esperándolos con un animo renovado y sorprendentemente alto estaba el rey, lo seguían varios de los organizadores pidiéndole autorización para las cosas administrativas que la reina había decidido en primer lugar. Al ver a Zedric, lo saludó con un abrazo más o menos fuerte, y le susurró al oído:

—Ya habían tardado en regresar, hijo mío. Temía que la novia hubiera desistido de la unión.

Zedric negó con la cabeza. Enseguida preguntó:

—¿Hay noticias de la Isla Real de la Luna?

El rey negó con la cabeza.

—Parece que Alannah sigue en las mismas. Monstruos vienen y van todos los días. Aunque, también, hace tiempo que está encerrada en las catacumbas debajo de su palacio sin salir. Ya ha pasado casi una semana.

—¿Sin luchar? —preguntó Zedric. El rey asintió.

Amaris y Zedric intercambiaron miradas conocedoras. Sabían que algo había cambiado haciendo que Alannah se escondiera, algo no muy propio de ella.

—La reina está esperándote a ti y a las damas de tu corte —le dijo el rey a Amaris justo después de que hubieran cruzado el primer salón real, cuando no estaban todas las vistas sobre ellos, y no notarían qué el rey no estaba de buen humor—. Tienen muchas cosas que preparar antes de la boda de mañana.

Amaris asintió. El rey señaló a la gran puerta que llevaba hasta la sala de la reina, y Zedric, antes de despedirse, dijo:

—Estaremos en contacto, amor. Tenemos muchas cosas que pensar.

Piperina, que también observaba todo, sonrió, llena de satisfacción. Era bueno ver que por fin Amaris y Zedric se habían reconciliado. Por su parte, Adaliah no se veía tan cómoda como los demás, miraba seguidamente hacia las ventanas, como si algo la estuviera persiguiendo.

—¿No estás feliz por ellos? —preguntó Piperina, sus ojos fijos en el rostro compungido de su hermana. Adaliah exhaló, y mientras Piperina la conducía directamente hacia la sala de la reina, contestó:

Susurros de Erydas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora