Capítulo 39. «Nuevas alianzas, misiones, y un futuro tenebroso»

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La vida puede tener muchos distintos, cambiantes, e interminables matices.

Por un momento puede ser brillante, tener un futuro claro, con mil personas rodeándote, estando ahí para ti, sirviéndote, ayudando. Ellos dependen de tí, y por eso, exactamente, te dan todo.

Las cosas pueden ser parecidas por mucho tiempo. La monotonía se hace algo usual, aburrido, y por un momento crees que no hay nada que pueda cambiar lo que sucede.

Antes de que todo comenzara, Adaliah lo era todo. Heredera, poderosa, sana, talentosa, fuerte, invencible. Entonces, Alannah le quitó todo, y su vida no estuvo llena más que de dolor. Era difícil avanzar, ver otra cosa que no fuera la tristeza que venía y venía, más y más, interminable.

-Piperina y Amaris han hecho todo un quilombo aquí.

Yian era todo menos un compañero agradable de viajes. Siempre estaba hablando, preocupándose y sorprendiéndose de todo, pero al menos era bueno consiguiendo información y leyendo pistas difíciles de ver.

En aquel momento tenía la vista puesta en una de las torres del palacio de Belina. Lo señaló, y dijo:

-Por aquí entraron, y esas cosas, allá -señaló a varios montones de tierra que rodeaban las entradas- Deben ser los restos de los muros que Piperina hizo para evitar que salieran de ahí. Nadie ha entrado desde lo que pasó. Es una zona...

Adaliah estaba avanzando antes de que él pudiera detenerla. La silla de ruedas fue difícil de usar al principio, ya que moverse sola y al mismo tiempo usar su magia era complicado, pero, después de mucha práctica, el dolor, la magia, y todo lo demás habían sido, al menos, soportable. Era cuestión de control, de saber ampliar su mente de tal manera, que, dividida en partes, fuera mucho más poderosa.

Llegó a las puertas del palacio entonces, y avanzó por lo que fue el pasillo principal mientras intentaba comprender lo que había frente a ella. Se trataba de manchas, como de hollín, que tenían forma de personas, brazos, rostros, cuerpos deformados. Los muertos.

-Sé que dije que quería estar en mi reino -murmuró Adaliah con lentitud-. Pero este lugar es demasiado deprimente. El aura es mala, y un palacio como este nunca volverá a ser habitado. Ya son dos, ¿Puedes creerlo? Dos casas que han sido exterminadas desde la raíz. A menos que Belina haga algo para restablecerlo todo, lo veo muy...

-Nathan está cerca -murmuró Yian interrumpiéndola antes de que siguiera con su discurso- Tal vez deberíamos hablar con él, Zedric lo está buscando desde hace unos días.

-¿Hablar con él? -preguntó Adaliah-. ¿De verdad crees que podemos hacer algo? Ni siquiera Piperina, que es su prometida, y que él besa los pies que camina, ha podido traerlo de vuelta a la vida normal.

-Pero...

-Además, ni siquiera somos sus amigos. No he hablado con él ni una vez a solas, no hemos tenido una conversación, tú tampoco, y si llegaras a verlo le huirías antes de que siquiera pudieras decir algo.

Yian apretó los labios. En voz baja, (como siempre hablaba, lentamente, no con miedo, sino más bien con cautela), murmuró:

-Nosotros, ni en mis más remotos sueños, creí que podríamos conocernos. Yo nací en el segundo reino independiente, lejos de tí por mares, continentes, como un campesino. Tú eres la heredera de un gran reino, y nunca, en un pasado, me hubieras dirigido la palabra. ¿Entiendes lo qué quiero decir?

-Cosas inimaginables suceden, y no puedes predecirlo.

-Creo que tú eres la más indicada para hablar con él. Sufres, él sufre, y parece que no tiene resolución. Tal vez juntos puedan ayudarse.

Susurros de Erydas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora