-¡Despierten, madre mía, despierten! No entiendo porque decidí esto. Sé que es lo mejor, pero también sé que...
Amaris comenzó a removerse de un lado al otro, incómoda, mientras que la persona que estaba frente a ella, hablando y hablando sin parar, se detuvo.
Era Yian. Su cabello negro estaba más largo, casi le llegaba a los hombros, mientras que sus ojos, violetas, brillaban aún más que antes. Estaba mirando a Amaris fijamente, ella dijo, entonces, para quitar su mirada de encima:
-¿Qué haces tú aquí?
-Estoy tratando de redimirme. Antes... -carraspeó, incómodo-. Sé que hice muchas estupideces y quiero arreglarlas. Es solo eso.
-¿Quieres que escapemos? ¿De verdad crees que Alannah dejará que suceda?
-Ella está demasiado ocupada, además, ¿Recuerdas mi poder?
Amaris suspiró. Apenas si podía mantener sus pensamientos cuerdos. Aún se sentía adormilada, todo le daba vueltas, mucho menos podía hablar bien.
-Recuerdo que estabas muy ocupado ayudando a Zara la última vez que te ví. Sé que quieres redimirte, pero esto es demasiado. Tal vez Alannah no pueda detenerte, pero si sabrá que fuiste tú el que me ayudó a escapar, y después de eso, ya no estarás nunca tranquilo.
-No estoy tranquilo ya de por sí -insistió Yian-. La culpa me corroe, es parte de mí. Sólo haciendo el bien podré deshacerme de ella. He hablado con él, y me dijo que esto es lo bueno.
-¿Quién es este él? -preguntó Amaris, entrecerrando los ojos y frunciendo el ceño. Yian negó con la cabeza, hizo un leve movimiento de manos y abrió un portal detrás de él. Luego, con suma rapidez, fue a la parte oscura de la cueva y tomó a Skrain en sus brazos.
-Te llevaré a él.
Amaris suspiró, pero no se negó a entrar al portal. Eso era lo que había deseado por meses, la libertad. No podía darle la espalda.
De por sí estaba débil, pero fue todo en declive cuando la sensación de entrar en el portal nubló todos y cada uno de sus sentidos. Salió lentamente, tambaleándose, con cuidado de no chocar contra Yian y el gran cuerpo que cargaba por sí mismo.
Entonces, ya afuera, subió la mirada. Frente a ella estaba la isla Sezelhem, aquel lugar que tenía tanta historia en su memoria. Las cosas estaban distintas, la isla aún tenía restos de la batalla a pesar de todo el tiempo que había pasado.
Amaris se dejó caer, no pudiendo procesar la vista del gran muro que, en otro tiempo, Piperina había hecho para defenderlos. La extrañaba, le dolía saber que estaba lejos, sufriendo, sin ella. No tenía idea de la verdadera situación en la que se encontraba.
-Lamento mucho lo de tú hermana -dijo Yian, decaído-. Sé que yo no tuve nada que ver en lo que hizo Alannah, pero quiero ayudarte a componerlo. Debe de haber alguna manera.
-La habrá -musitó Amaris con lentitud, conteniendo un mar de lágrimas de salir y caer en sus mejillas, aunque no ocultando el nudo que tenía en la garganta por lo ahogada que se escuchó su voz-. Aunque sea lo último que haga.
-Entonces... -Yian llamó su atención de nuevo-. Hay alguien que quiere conocerte. Él es...
-Su padre. Yo soy su padre, quiero decir, y yo quiero conocerte.
Amaris subió la mirada. No había notado el halo de luz que se había formado frente a ella, ni la forma en la que la nieve estaba derritiéndose, o el hecho de que la cascada incluso había parado de funcionar.
-El dios del espacio -dijo ella. El hombre frente a ella era alto, de tez clara y ojos morados como los de Yian. Ambos eran prácticamente idénticos, excepto porque este hombre era un dios, con toda su omnipotencia y poder haciéndolo ver mucho más sereno, maduro, y un cabello corto que le daba una apariencia bastante pulcra y arreglada. Incluso vestía un traje bastante extraño, que era de color violeta claro, casi blanco, y que tenía puños púrpuras oscuros, casi negros.
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Susurros de Erydas.
FantasyUna guerra se ha librado. Lo que se creería que traería paz absoluta fue sólo un preludio hacia una guerra más poderosa aún, una lucha de poder. Amaris, cuarta princesa del Reino Luna, está desesperada por encontrar a su hermana. Sabe que la necesi...