Capítulo 19. «Dolor permanente»

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El entrenamiento que Skrain había llevado a través de los años no había sido duro, intenso, ni realmente formal, pero habia sido bueno, tal vez demasiado. Efectivo sería la mejor manera de describirlo.

Todo esto nunca había pasado por su mente, pero el tiempo de la guerra había llegado y Skrain, inevitablemente, había apreciado que todo cuando Sir Lanchman le había hecho leer, estudiar, y aprender había servido en sobremanera. Aquello sucedió especialmente cuando, necesitado de ayuda para salvar a su amigo, la invasión a un palacio desconocido se había vuelto inevitable.

El Reino Luna no era precisamente muy abierto en cuánto a su organización y acomodo, pero Skrain, muchos años atrás, había aprendido los planos de cada palacio en Erydas, sólo porque Sir Lanchman se lo mandó. Aquel palacio era grande, por no decir inmenso, tenía tantos pasillos, pasadizos, y entradas que memorizar algo así, en su tiempo, fue un completo martirio para Skrain.

Pero en aquel momento, con todo el peso de la vida de Connor sobre él, no pudo estar más agradecido. Aquel palacio había sido una prisión por meses, sí, pero eso no quería decir que lo conociera en realidad. Mientras salía de la costa, con Yian detrás de él, todo lo que Skrain pudo decirse a sí mismo es que en alguna parte debería de encontrar la cura para el veneno.

Entonces, mientras ambos se infiltraban al palacio por la parte norte, donde había más montañas , jardines, y granjas que civilización, Yian se detuvo, como apunto de desmayarse, y murmuró, por lo bajo:

-Gracias, padre.

Skrain entrecerró los ojos, y preguntó:

-¿Qué has visto? -con voz queda y tranquila. Yian esperaba a un Skrain fiero y fuerte, como siempre lo había sido. Este él no era el mismo de antes, algo había cambiado.

-Vi a la chica de cabellos azules. Por alguna razón mi padre me ha hecho sentir donde está con su percepción espacial. Es algo que nunca había hecho, ¿Sabes? Debe de estar muy desesperado, o la situación, la situación de Connor debe ser crítica.

Skrain tragó hondo. Su mente daba vueltas al tiempo que contestó:

-Llévanos a ella.

-No conozco bien este palacio. Sé que hay plantas, muchas, que se encuentra cosechando.

Skrain apretó los labios. Aquellos conocimientos le sobrevivieron de una vez, juntos, y supo enseguida el camino que debía de tomar. La entrada norte estaba cerca del aviario, y al lado de este estaba el jardín botánico, donde las hierbas aromáticas, medicinales, y comestibles eran cosechadas por los mejores jardineros del reino. Ahí estaba Natasha, con su cuerpo inclinado ante una mata de rebelde de rosas, todas bellas pero enredadas, sin orden aparente.

-Florezcan bien, bellas -dijo entonces. Su mano se extendió hacia aquellas flores, que respondiendo a ella se pusieron en perfecta posición, cual mascotas. Entonces Natasha subió la mirada, notó que tenía compañía, y dijo-: Las plantas son muy sensibles. Cualquier señal de agua, de nutrientes, hace que florezcan y broten a la perfección.

-Vaya -murmuró Yian-. Creí que eso solo podían hacerlo los Erys.

Natasha sonrió.

-Los Erys son la planta y su energía vital, mientras que nosotros somos el agua que corre por sistema, al igual que la sangre en los humanos. Ahora -Natasha cortó a una de las rosas, la más bella de todas, desde el tallo, luego preguntó-: Díganme que los trae por aquí.

Yian carraspeó. Skrain, indómito, contestó:

-Connor está muriendo. Alannah lo apuñaló y envenenó con algo que poco a poco está drenando su energía vital. Necesitamos un antídoto.

Susurros de Erydas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora