-Yian, despierta -mandó Zedric para llamar la atención del joven mencionado. Ya se estaba haciendo costumbre que lo sacaran de sus sueños de aquella forma, entrando a su mente sin algún tipo de permiso.
-¿Ahora qué? -preguntó.
-Llévame a ellas, que me necesitan -dijo Zedric, Yian entrecerró los ojos, tratando de comprender lo que estaba sucediendo, más nada se le venía-. Afuera de tú tienda hay muchos enemigos. Son aliados de la Luna, hijos de la diosa de los talentos, Niezi. Saben copiar, así que, si te tocan, harán lo que tú puedes hacer. Además, y como son inteligentes, fueron directamente hasta Deyanira porque sabían que era la más poderosa.
Yian comenzó a respirar con rapidez, seguro no era eso lo que esperaba.
-¿Por qué no han venido por mí? -preguntó-. ¿Cómo se supone que salga sin que ellos lo noten? No puedo traerte así nada más.
-Si puedes -contestó la voz de Zedric, llena de seguridad-. Concentra tú poder en tí mismo, piensa en un lugar lejano, tanto como para que ellos no puedan verte. Ahí, abrirás un portal que me llevará hacia ustedes. Tan lejos no puedo resolver las cosas.
-Realmente estás al pendiente, ¿No es así? -preguntó Yian, incrédulo-. Es escalofriante.
-Enfócate y has lo que te pido -insistió Zedric antes de irse.
Tan pronto como él se fue la mente de Yian se sintió vacía, sin vida. Por un momento se quedó inmóvil en el mismo lugar, deseando que nada de aquello hubiera sucedido y que las cosas fueran tan fáciles de arreglar como recibir un golpe en su casa de campaña y morir.
Pero aquello no sucedería. Tenía que concentrarse.
Yian cerró los ojos, bajó la mirada y juntó sus manos para tratar de contener su poder. Por un momento esto realmente sirvió, porque sintió que la magia, viva, se arremolinó alrededor de su cuerpo, fuerte y vibrante.
Aquel momento se sintió de vida o muerte, porque, o decidía un lugar al cual dirigirse rápidamente, o su mente actuaría sola y tal vez lo transportaría a un lugar solo, desolado, en el medio de la nada.
No encontraba en su mente algún lugar conocido del desierto al cual ir. Todo siempre le había parecido tan igual, y en cada una de sus misiones...
La iluminación llegó. Yian recordó una de sus muchas travesías al lado de Sir Lanchman, y sus palabras esa misma vez, que había dicho:
-Este quizás sea mi lugar favorito de Erydas. Me recuerda a mí hogar.
Yian sintió que su cuerpo se sobrecargó de energía. Cerró los ojos, respiró dos veces, y, para cuando los abrió, ya no estaba en su tienda. Estaba sobre una trama estatua con forma de sirena, debajo de él había miles de grifos, mantícoras, y unos que otros dragones.
-El palacio oculto de la antigua civilización de las sirenas -dijo-. El más antiguo en la historia de Erydas.
-Ahora llévanos hacia allá -indicó Zedric, metiéndose de nuevo en su cabeza-: Concéntrate en lo que te enseñaré.
Yian siempre había sabido que Zedric era poderoso. Su aura entera denotaba responsabilidad, su porte, elegancia, su mirada, una seguridad que pocos podrían igualar. Aún así, no esperaba que, a tanta distancia, tuviera incluso el poder para transmitirle una sensación, un recuerdo, la ubicación exacta en la que se encontraba.
Y es que, aún con todo su poder, Yian no podía invocar un portal hacia un lugar en el que no había estado. El Reino Sol le era desconocido, mucho más el bosque encantado que, con una sola conexión, Zedric había hecho que Yian ya conociera como la palma de su mano.
ESTÁS LEYENDO
Susurros de Erydas.
FantasyUna guerra se ha librado. Lo que se creería que traería paz absoluta fue sólo un preludio hacia una guerra más poderosa aún, una lucha de poder. Amaris, cuarta princesa del Reino Luna, está desesperada por encontrar a su hermana. Sabe que la necesi...