Capítulo 41. «Aldeas, reuniones, y nueva información»

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—Dormilona, ya es hora. ¡Han venido a verte!

Piperina despertó y se frotó los ojos. Frente a ella estaba Skrain, que el día anterior la había alcanzado justo después de haberse quedado toda la tarde ayudando con las cosechas de varias familias.

Él había terminado de cosechar los frutos recién hechos con la ayuda de varias filosas ondas de viento, y habían ido a cenar juntos en una de esas cavernas familiares y pequeñas comida que se había sentido familiarmente deliciosa. Ya estaban en casa, con las viejas costumbres y comidas que bien conocía. Se sentía bien,como todas esas veces que habían viajado en caravanas con la reina en su gira de cada año.

La única diferencia, entonces, se quedaba en el hecho de que ahora no estaba viajando en familia. Ahora ella era el centro de atención, y eso era extraño. Las personas parecían tenerle un cariño que no creía merecer.

—¿Quién? —preguntó Piperina, somnolienta. Dió vueltas en su lugar, se volvió a tapar con sus cobijas, pero Skrain comenzó hacerle cosquillas para que le pusiera atención.

—Amaris, Zedric, y Ranik. No parecen estar muy felices, y me han dicho que el ejército parece estar cerca. La siguiente parada es...

—Sé cual es la siguiente parada —murmuró Piperina con tosudez—. Estamos cerca de la provincia de las Birdwind. Su fortaleza tampoco será muy fácil de invadir. Y ellas... ojalá se rindan. No quiero tener que pelear contra ellas.

—No querían pelear contra Belina en primer lugar, y mira lo que pasó —murmuró Skrain. Piperina rodó los ojos, pero no negó que había probado su punto— Creo que es mejor que sigan luchando en equipo.

—¿Y cómo están? —murmuró ella con rapidez— ¿Qué es lo qué tengo que esperar?

—El ejército tiene las mismas energías de siempre. Por su parte, Zedric, Ranik, y Amaris se ven demasiado callados y distantes entre ellos. Eso es un poco extraño.  No sé que haya pasado entre ellos.

—Eso quiere decir que Nathan no viene con ellos —observó ella.

—Sigue desaparecido.

Piperina cerró los ojos por un instante, mientras que trataba de concentrarse y de sentir lo que había a su alrededor. Sus sentidos se habían amplificado mucho, pero aún así no podía sentir a Nathan al familiar golpeteo de sus pies, su peso, las vibraciones que su cuerpo causaba.

—Parece que está mucho más mal de lo que yo pensé —se lamentó.

Piperina se levantó y se calzó sus botas y abrigo. El clima estaba más o menos frío, y ella no era inmune a las altas o bajas temperaturas como lo eran sus hermanas. Salió antes de que Skrain pudiera decir algo, porque ya no quería escuchar más sus sermones que, aunque tenían buenas intenciones, de todos modos ya estaban comenzando a ponerse repetitivos.

Afuera todo estaba hecho un caos. Varios iban y venían, las armas rondaban de un lado al otro, así como también la comida y el ganado. Amaris estaba en la entrada del campamento, con aquel hermoso caballo que el rey le había regalado frente a ella. Zedric y ella hablaban acaloradamente, y Piperina pudo escuchar enseguida lo que decían, para su propia desgracia.

—Necesitamos ser honestos —insistió Zedric—. Sé lo que hiciste. Sabemos lo que dijo Alannah, y ahora, solo ahora, tenemos que decidir. Decidir, soles, lo que es mejor.

—Lo que hice fue... —Amaris bajó la mirada, incómoda— Un desliz. No importa ahora, eso es lo que estoy diciendo, ¡Maldita sea!

—Así que... —Piperina interrumpió— ¿Qué pasa con Alannah?

Susurros de Erydas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora