20. La huida

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Nota de la autora: Repito: Mamá y tía Raquel, saltaros este capítulo, no quiero pasar vergüenza ajena, gracias :)

20.

Lleva sus dos manos a mi trasero y me despega de la barra del balcón. Apoyo mi frente en la suya mordiéndome el labio y el busca con desesperación mi boca.

—Alejandro...— susurro contra sus labios y el me eleva mientras me lleva dentro de su cuarto.

Para mi sorpresa, veo que no me deposita en la cama, sino en el escritorio. El frío de este hace que un escalofrío me recorra la espalda.

Alejandro separa su cara de la mía y me quita la camisa por encima de mi cabeza. Se queda un largo minuto observándome de arriba a abajo.

—¿Que...?— murmuro pero me calla con un beso.

—Hoy no será rápido— susurra contra mis labios y suelto un grito suave cuando su boca atrapa mi pezon y chupa con fuerza uno de mis pechos.

Empieza a repartir un montón de salvajes besos por mi pecho y cuello. Me puede, derritiéndome y encogiéndome a medida que siento su virilidad en contacto con mi piel.

¿Cuando se ha desnudado?

Sus manos me rodean por la cintura y, despacio, la derecha desciende entre mis piernas. Señor... ni siquiera me da tiempo a gemir cuando hace a un lado mi pantie y me introduce un dedo en mi interior. Abro los muslos para que no tenga dificultad en tocarme según le plazca.

—Dime cuánto te gusta...— demanda en el lóbulo de mi oreja. La respiración se me acelera. Su corazón galopa a mil por hora contra mi pecho, —Dímelo, Rachel...

Otro dedo ingresa inesperadamente. Mi cadera cobra vida propia y empieza a contonearme, hacia adelante y hacia atrás, —Dios...— susurro y él acelera su ritmo, —¡Alejandro!— murmuro en su oído y me muerdo el labio para callar mis gemidos.

Me tira del pelo hacia atrás y su lengua recorre mi mentón y mi cuello. Mientras tanto, no ceso ante el balanceo de mi cintura en busca de mas, entre gimoteos. El placer es aplastante y me duele el cuerpo, siento que me va a explotar en cualquier momento. De pronto, saca los dedos, pero, antes de que pueda quejarme, realiza movimientos circulares sobre mi clítoris, que ocasiona que apenas soporte la tensión y que mi espalda se arquee.

—Alejandro... yo...— tartamudeo y él lo entiende a la perfección porque se separa y me besa con delicadeza.

—¿Pared o escritorio?— hay un hilo de nervios en su voz.

—Cama— susurro y él sonríe contra mis labios.

Me arranca el pantie y lo veo volar por el aire.

Me baja del escritorio y me conduce a la cama hacia atrás, sujetándome de las muñecas. Me tira contra el colchón y se pone encima mío.

Abro mis muslos y flexiono las piernas. Baja su mano derecha y me roza la entrepierna con su miembro, —Alejandro, por favor...— jadeo impaciente.

Se levanta un poco sobre sus manos y abre el cajón de su mesita de noche. Veo el envoltorio calor plata y lo rasga con sus dientes sin dejar de mirarme ocasionando que me ponga aún más nerviosa.

Suspiro y escondo mi cara en su cuello. Su piel huele a perfume mezclado con jabón. Siento como me penetra con lentitud y suelto una mueca, —¿Estas bien?— pregunta y yo asiento contra su cuello.

Arde y escuece un poco pero no es nada comparado con la última vez. Comienza a moverse lentamente y al cabo de unos minutos ya no hay ardor, solo placer. Mi cuerpo vuelve a arder y temblar por la excitación mientras él comienza a moverse más rápido y más salvaje.

Recuérdame por siempre *EDITANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora