16. La mentira

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—¡Señorita Scott!— grita una voz aguda y yo me paro en seco. Me giro y la miro fijamente sin pestañear.

—¿Si, señora?

Se cruza de brazos y me mira entrecerrando los ojos. Si cree que me está dando miedo está totalmente equivocada, más bien da risa, —¿Que acaba de pasar en la clase de Historia?— interroga.

—Nada, solo me he ido sin su permiso. Necesitaba aire, respirar. Me estaba agobiando demasiado y sabía que si le decía que quería salir no me dejaría, así que opté por irme sin su permiso. Era urgente, en serio— miento.

—Hmmm— sube una ceja, —Esta bien vaya a su siguiente clase.

—Adiós— susurro y cuando me doy la vuelta sonrío maliciosamente. Se lo ha creído.

—¡Nos toca Religión!— grita alguien a mi lado y me sobresalto, —¡Significa película!

—Jesús— me llevo la mano al pecho y trato de calmar a mi pequeño corazón que late desesperadamente, —Deja de hacer eso, ¿si?

—Es tan divertido ver que cara pones que no puedo resistirme a hacerlo— Tessa se ríe y yo ruedo mis pequeños ojos.

Llamamos a la puerta y la señora de Religión nos abre la puerta sonriendo. Su olor invade mis fosas nasales y sonrío. Esta mujer es un amor, siempre nos hace reír y es muy buena con nosotros. Ojalá fuera mi abuela. Tiene el pelo marrón muy claro con muy pocas canas en la cabeza, casi ni se notan, sus ojos son azul agua y su piel está un poco arrugada pero no mucho. Ella siempre lleva sus gafas de sol en el pelo, es muy bajita y siempre trae sus botas puestas, parecen de montar a caballo pero la quedan muy bien para las blusas que suele ponerse. Tiene aproximadamente unos cincuenta años.

—Buenas tardes chicas— nos saluda y nos invita a pasar.

—Buenas tardes Doña Nieves— decimos a la vez y ella nos sonríe.

Tenemos por costumbre llamar a los profesores Don o Doña. Una tontería, lo se. También hay que tratarlos de usted pero casi nunca lo hacemos.

—Sentaros en esos dos sitios que sobran— nos señala dos mesas  juntas en la penúltima fila a la derecha y nosotras asentimos. Apenas se ve casi. La luz del proyector iluminando las caras de las personas en la fila de adelante, dejando medio oscuro el final. Mis ojos se adaptan a la luz y intento no tropezarme con las cosas en el suelo.

Nos sentamos y yo miro a la izquierda donde esta Tessa y la susurro al oído, —¿De que será la película?

—Creo que hoy íbamos a ver una que se llama: El diario de Noah— me susurra y abro los ojos, —¿Que pasa?

—No.

—¿No que?— susurra sin que nadie nos oiga.

—No, tía no, yo lloré con esa película como una magdalena, no voy a poder resistirme.

—¿Que importa? Ya la has visto, no llorarás— asegura.

—Claro que lo haré porque me sigue dando pena el final tan bonito pero triste a la vez.

La música empieza a sonar, anunciando que ya va a empezar la película. Tessa me hace una señal con el dedo índice de que me calle.

Me balanceo mientras veo la hermosa película. Apoyo mi espalda en la mesa de atrás y muevo mi cabeza a un lado cuando noto que mi cuello empieza a doler.

Unos dedos masajean mi cuello y yo cierro los ojos, disfrutando del masaje que alivia mi dolor. No me sorprende, la chica que suelo tener atrás siempre me toca el pelo. Oigo como se levanta un poco y coloca su cara al lado mía, —Hola.

Recuérdame por siempre *EDITANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora