12. La rubia

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Me observé en el espejo de los baños mientras trataba de colocar los pequeños mechones rebeldes de mi moño. Noté a alguien entrar pero no presté atención hasta que quedó justo a mi lado.

Claudia.

La ignoré y seguí gruñendo cuando los mechones seguían saliendo de mi goma del pelo. Irritada, suspiré y dejé que los mechones tapasen mi cara. No era tonta, sentía su mirada de odio sobre mi hasta que me atreví a enfrentarla sin ninguna emoción a través del espejo. Volví la vista a mi cara y fruncí la nariz cuando un sollozo invadió mis oídos.

Extrañada, me giré y abrí la puerta lentamente. ¿Quien narices estaba llorando?

La sangre se me congeló al ver gotas de sangre derramadas en el suelo. Subí mi vista aterrorizada por lo que fuese a encontrar, que fue su camiseta blanca llena de sangre.

Inanna.

Ella tenía un pañuelo en la mano repleto de sangre. Cuando nuestras miradas conectaron, vi que sus ojos estaban rojos y su pelo estaba alborotado. Ella me observó en silencio y mi corazón empezó a acelerarse.

Inanna era una compañera nuestra. Ella siempre era el centro de atención de las burlas de nuestros compañeros. Aparte de eso, ella era invisible para los demás, hasta que querían que la ayudasen a subir sus notas de química.

Me arrodillé ante ella sin mancharme con la sangre y cogí su cara entre mis manos, —Estarás bien— susurré arrebatándola el papel empapado de sangre de sus dedos temblorosos, —¿Que te ha pasado?

—Me... me han tirado contra una papelera y me he dado en la nariz— gimió de dolor cuando se pasó el dedo por esta.

—Esto lo tiene que saber todo el instituto— Claudia sonrió sacando su teléfono. Enseguida la fulmine con la mirada.

—Hazlo— la reté y enseguida su sonrisa se borró.

—Claro que lo haré.

Mi sonrisa maliciosa le hizo dudar aún más.

Mire los ojos color azul de Inanna y sonreí tristemente, —Tienes que decirlo...

Ella lloraba y negaba con la cabeza, —He... lo he intentado, lo juro... pero no me hacen caso. Solo quiero desaparecer de este mundo. Quiero no existir y que mi vida deje de ser una maldita mierda.

Era consciente de lo que había pasado y porque no tenía ganas de vivir. La gente solo se arrimaba a ella para subir nota, y eso era muy triste. Se metían con ella cada vez que pasaba por el lado de ellos y la solían gastar bastantes bromas.

—No te quedes callada.

—No... ni siquiera el chico que me gusta me hace caso.

Negué rotundamente tomándola de los hombros, —No es así, Inanna. ¿Quien te gusta?

Sus mejillas se ciñeron de rojo y apartó la mirada

—Logan...

—¿¡Logan!?— bramó Claudia al igual de sorprendida que yo, —Pues... querida, ni lo intentes, él jamás se fijaría en una persona como tú— se burló cruzándose de brazos y cansada, me levanté y fui hacia ella lentamente.

—En la que jamas se fijaría es en una persona como tú. Eres la inspiración para la manzana de Blanca Nieves— escupí y a ella pareció que se le iban a salir los ojos de la cara. Seguí acercándome a ella peligrosamente, con ganas de estrangularla.

Salió del baño indignada mientras que yo me giré hacia Inanna, —Wow— declaró y una sonrisa apareció en su cara.

—Escucha, hoy es viernes. Hay una fiesta, ¿te apuntas? Bueno, no me vale un no como respuesta. Quedamos en la entrada a las ocho de la noche. Ponte bonita, más de lo que ya eres y prepárate, porque te presentaré a Logan.

Recuérdame por siempre *EDITANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora