34. El pasado

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13 de diciembre del 2012 (Siete años atrás)

Rachel

El frío atraviesa mi cuerpo simulando punzadas un tanto dolorosas. Estoy bien abrigada, pero el frío en Carolina del Norte es exagerado en navidades. Papá me pone el gorro sonriendo, —Vas a coger un resfriado, nena— se levanta del suelo y alzo mi cabeza para poder mirarle, —Mamá nos esta esperando, vamos— informa y empieza a caminar por el asfalto de la calle.

—¿Mami hará lasaña para cenar?— pregunto entusiasmada mientras le agarro la mano para no perderme. Ya es casi de noche y mi tripa empieza a rugir.

—Si nena, le dije que la preparase, sabemos que es tu comida favorita— sonríe.

Papa es demasiado alto, así que tengo que andar muy rápido para ir al mismo ritmo que el. Supongo que cuando sea más mayor podré ir andando normal, a su ritmo. Aunque no dudo que siga sacándome un par de cabezas.

Me libro del agarre de papá y me permito contemplar la taza de navidad que descansa sobre mis manos, admirándola. Tiene destellos de purpurina color plata.

No me he dado cuenta de que papá ya se ha alejado. Así que en un intento de alcanzarle, la taza resbala rápidamente, acabando en el suelo.

El corazón se me encoge y me paralizo con la taza entre mis pies. No quiero mirar, no puedo asimilar que acabo de romper el regalo que tenía para mamá, dentro de cuatro días es su cumple y este se suponía que era su regalo.

Papá se percata de que no estoy junto a él y se gira, buscándome con preocupación. Cuando me encuentra mira lo que acaba de pasar y arruga sus cejas, está lejos pero no tanto.

Cuando me atrevo a mirar la taza que yace en el suelo, una sensación de alivio recorre mi pecho. La taza no se ha llegado a romper. Menos mal, era una taza muy bonita para mami.

Levanto los ojos del suelo con mi taza de navidad en mis manos, sonriendo como una niña, —¡Papa!— le señalo la taza, —¡No se ha roto!— empiezo a reírme.

Papa se gira hacia a mi y sonríe, —Vamos, tenemos que llegar a casa— comienza a caminar en medio de la carretera y asiento efusivamente.

Voy detrás de él y veo como cruza la carretera por un lugar donde no hay paso de peatones. Confiando en papá, doy un paso más cerca de él. Aún sigue lejos, pero si corro le alcanzaré.

Cuando llego al borde del asfalto de los peatones, me paro en seco viendo como mi padre me espera quieto en medio de la carretera.

Voy a dar otro paso, cuando un claxon me interrumpe. Veo dos faros cegadores aproximarse por el lado izquierdo de papá y abro los ojos como platos.

—¡Pa...— no me da tiempo a avisarle cuando se gira y ve como el coche se acerca a él con más rapidez a medida que pasan los segundos.

Todo pasa tan deprisa, que no me he dado cuenta de que la taza en mis manos ha vuelto a caer, pero esta vez no me molesto en comprobar si se ha roto o no. Mis ojos siguen en mi padre, que en un sonido seco y bruto, cae al suelo de golpe. El sonido demuestra que papá no está nada bien.

Abro la boca en sorpresa, viendo la ropa rasguñada de papá y toda la sangre que le cubre la cara, apenas dejando ver el color carne de su piel, tiñéndolo de un color rojo oscuro. Los ojos de papá están abiertos, como si me estuvieran mirando fijamente. Trozos de cristal descansando alrededor de él, incluso en su cuerpo. Mi labio comienza a temblar.

Recuérdame por siempre *EDITANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora