45. La carta

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Miré la carta en mis manos. Su perfume aún sin irse, inundando mis fosas nasales. Tomé una respiración profunda y levanté mi vista, observando todo frente a mi.

Los árboles de un verde tan profundo y bonito que me hacían sonreír, el viento agitándolos con cuidado. El lago estaba tranquilo frente a mi. El cielo con toques naranjas y rosas, el sol iluminando todo. Los atardeceres eran tan bonitos... me recordaban a ella.

Este era nuestro refugio de pequeños, siempre veníamos aquí a observar como el sol se escondía, disfrutar los colores de cielo. A ella le encantaba eso.

Decidí que el mejor sitio para leer su carta sería este. Me armé de valor cerrando los ojos y abrí la carta.

Tú puedes, Alejandro.

Querido principe oscuro:

Para empezar, ese mote es tan ridículo pero a la vez tan bonito... solo a ti te quedaba bien. Decidí escribir esta carta para ti, para que sepas que siempre antepondría tu vida a la mía. Tienes un futuro por delante, Alejandro. Quiero que me olvides, que sigas con tu vida y que si piensas en mi, solo sea con una sonrisa en tu cara, sin dolor ni pena. Sé que es difícil, que será difícil, pero es lo mejor para ti. Jamás quise hacerte daño, pero sabía que algún día pasaría, y preferí que fuese mi vida a la tuya. No quiero que te eches la culpa, fue mi decisión. Encontrarás a alguien mejor que yo, que te hará feliz y que te querrá tanto como yo lo hacía. Sabía que moriría esa noche, lo acepté y no lo evité, solo para que todos vosotros no salieseis heridos por mi culpa. También sabía que tú ibas a aparecer y rescatarme, lo sabía, y también sabía que Amanda trataría de hacerte daño para que yo sufriese, pero con lo que ella no contaba es que yo me pondría delante, que te salvaría. De eso se trata el amor supongo, ahora sé hasta que punto fui capaz de demostrarte que te quería. Creo que superé el récord mundial de la mejor novia... hasta muerta soy graciosa, ¿eh? Te quiero, Alejandro, siempre lo hice y siempre lo haré, recuérdalo, por favor.

Te estaré cuidando siempre.

Atentamente, tu princesa blanca.

Empecé a llorar desconsoladamente, ella sabía todo, lo sabía desde antes que pasara y no lo evitó. Ella me salvó sin pensárselo dos veces.

Las lágrimas bajaban por mis cachetes empapados, mi sudadera humedeciéndose por las lágrimas. Mi pecho estaba tan apretado que me daba miedo. Mi corazón apretado y en mi garganta latiendo desesperadamente. Me dolía el pecho, me dolía la cabeza y me dolía todo, porque no era justo. No era justo que ella no lo evitase, que me dejase solo, que me abandonase.

Apreté mis labios, enfadado. No me di cuenta de cuánto tiempo había pasado hasta que vi que el cielo se había vuelto de un color gris completamente, las nubes avisándome de que iba a empezar a llover y, así fue porque escuché un trueno.

Apreté la carta con fuerza, arrugándola. No me atrevía a tirarla al agua, pero el enfado me podía. Así que, empecé a andar hacia mi casa, huyendo del lago. Sabía que si me quedaba podía llegar a tirarla y arrepentirme al Segundo.

El cielo se iluminó por un segundo tras las nubes grisáceas. Aceleré el paso, sabía que aunque no se pusiese a llover ahora, podía llegar a confundirme, y no era mi plan empaparme.

Abrí la puerta de mi casa y vi a Natalia sentada en una silla. Sus ojos se abrieron al verme y se levantó enseguida. Me di cuenta al segundo que estaba esperándome. Vi a alguien moverse a su lado, Fran se cruzó de brazos.

Recuérdame por siempre *EDITANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora