36. La desconocida

1.6K 101 12
                                    

La mujer de la gabardina roja

Mis tacones de aguja rojos resuenan por todo el pasillo del hospital. Levanto mis gafas de sol y observo a todos los enfermeros reunidos tomándose un café. La gente no me presta atención, tampoco quiero que lo hagan, eso podría arruinar mis planes.

Vuelvo a ponerme las gafas de sol para pasar desapercibida entre toda la gente.

Ha llegado el momento.

¿No te has muerto en el incendio? Tranquila cariño, tú vida está a punto de terminar en el hospital.

Me voy a asegurar de que mueras con mis propios ojos.

Veo a su madre salir junto con su novio y sonrío. Los dos están sonriendo y conversando entre ellos tranquilamente. Veo que se llevan bien, que pena que vaya a romper ese lazo 'suegra-yerno'.

Campo libre.

201

El número de su habitación me hace sonreír con malicia. Miro a los lados, asegurándome que nadie me esté viendo. Así que cuando lo verifico, abro la puerta enorme de madera frente a mi y me coloco el pelo.

Con cada paso que avanzo más adrenalina entra por mi cuerpo. Al encontrarla dormida suspiro negando.

—Menuda cría...— susurro asqueada, —Espero que se haya despedido de su querida madre— chasqueo la lengua y voy hacia ella, —Sería una pena que no lo hubiese hecho.

La observo por unos pocos segundos y me acerco a ella, mis tacones sonando cada vez que doy un paso. La sala está casi a oscuras, los rayos de sol entrando entre las cortinas de la habitación, una luz visible dejándome ver a la chica tumbada en la camilla delante de mi descansar.

—Tu me quitaste lo que más quería en este mundo— acerco mi cara a la suya, examinándola de arriba a abajo, —Ahora te toca pagar las consecuencias.

Aprieto el tubo de aire que tiene y disfruto mientras la veo intentar respirar, sin el tubo, ella estará muerta. Sus pulmones están demasiado mal ahora mismo, es una pena que vaya a morir sufriendo.

Sentirás que tienes un peso demasiado grande en tu pecho, notarás como se enfría tu cuerpo y como la sangre de tu cabeza palpita, sintiéndola como verdadero fuego.

Sonrío al ver como intenta hablar o apartarme de ella. Sus ojos se abren de golpe y me miran con verdadero temor, rogando por su vida en silencio sin poder decir ninguna palabra.

—Muérete— musito asqueada y ella entrecierra sus ojos, matándome con la mirada mientras pierde la respiración.

Ella no me deja de mirar mal, ni aún cuando esta al borde de la muerte.

¿Algo que quieras decir antes de morir?— estoy dejando que ella hable antes de que muera, es un gesto bastante amable por mi parte. Hoy me siento buena gente.

Dejo de apretar el tubo de aire y ella toma una gran respiración. Me mira antes de hablar, sin ocultarme su rencor y dice:

—Te creía más lista— susurra tosiendo y una sonrisa invade su cara. Eso me desconcierta bastante y me acerco peligrosamente a su cara. Ella es la débil ahora.

Recuérdame por siempre *EDITANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora