46. El engañado

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(Os recomiendo escuchar la canción de mientras leéis, va a ser la canción oficial de esta novela. Es decir, cada vez que la escuchéis vuestra mente instantáneamente pensará en Rachel y Alejandro)

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Mentiras.

Algo tan común y tan odiado por la gente, algo que a nadie o bueno... corrijo, casi nadie le gustaba. Mentiras. A la gente le gustaba decirlas, más cuando era para salvar su trasero, o no quedar como los malos. También algo que odiaba la gran mayoría de las personas, y que las evitaban a toda costa. Sería muy hipócrita de mi parte decir que no me gustaban pero que poco después dijese alguna.

Y así pasó.

El día que Rachel se enteró de que fue una apuesta.

Se me hace tan lejano ese día... no fue mi intención. Ellos me metieron en eso. Aún recuerdo como les mentí diciéndoles que ella no era virgen y que no se había acostado conmigo aún. Ellos sabían que yo podía llegar a ganar, pero cuando Rachel se dio cuenta, esa estúpida apuesta se canceló. No me acosté con ella por el reto, lo hice porque la quería. El reto sólo fue una excusa para poder acercarme a Rachel de nuevo.

No la ilusioné, no la engañé, no la utilicé. Estaba enamorado de ella.

Pero mis demonios me gritaban que la alejase de mi, que no era bueno para ella. Que no la merecía.

Les hice caso, al principio la alejé, la eché a un lado y estuvo mal, hasta que me di cuenta de que sería imposible dejarla ir. El día que su padre murió, su familia se distanció de la mía, solo la podía ver en el instituto, y de lejos.

Las mentiras son nuestra perdición.

Pude llegar a perderla por la apuesta. Jamás me lo habría perdonado, y entonces, desde ese día fui lo más honesto con ella. Tenía un corazón grande, y podía perdonarme una vez, pero no dos, y lo sabía.

Mentiras.

También hay mentiras buenas, las que dices para tratar de proteger a alguien. Si, pueden llegar a hacer daño, pero las ocultas por una buena razón.

Y ahí lo entendí, cuando la vi.

10 minutos antes...

Mi padre no paraba de darme miradas rápidas por el retrovisor. Fran a mi lado parecía nervioso y, Natalia, estaba pálida, el maquillaje no le llegaba a ocultar la mala cara que tenía. No sabía que estaba pasando, pero algo en mi interior me decía que lo iba a saber dentro de poco.

Me bajé del coche en cuanto tuve la oportunidad. Me sorprendió ver que estábamos en un restaurante cinco estrellas.

Y no era la primera vez que venia.

Lo recordaba, cuando era pequeño veníamos a este restaurante con la familia de Rachel y sus mejores amigos. Era como una reunión familiar en el restaurante favorito de todos. No sabía que estábamos haciendo aquí, llevaba sin pisar este sitio desde hace años.

Mi padre le tendió las llaves a un chico en la entrada. Empezamos a subir las escaleras moradas. Algo común de este restaurante era las luces led moradas. No muy recargado, pero bonito.

Entramos en el restaurante, las luces led de color morado en la zona de la barra haciendo que los recuerdos volasen. Todo estaba muy tranquilo, como siempre.

Ya recuerdo porque era nuestro restaurante favorito.

Empezamos a andar detrás de nuestro padre, parecía que tenía claro dónde ir. Me sorprendió que no le tomasen nota. ¿Íbamos con alguien?

Recuérdame por siempre *EDITANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora