Si buscas qué es la monotonía en sitios web, te dirán "Falta de variedad que produce aburrimiento o cansancio". Simple a ojos monótonos. ¿Pero qué era realmente aquel término?
Era algo que hacía que te movieras sin pensar, que te alentaba sin realmente hacerlo. Que no hacía a tu cerebro pensar, solo morir lentamente. La monotonía es algo que mata, destruye, rompe, y te corroe hasta el fondo, de tu mente, de tu corazón, de todo tu ser.
Al menos es así para los solitarios, aquellos que no tienen familia o hijos. Algo que los atrape a continuar vivos. Los que están solos y olvidados no se preocupan por si la comida se quemó, ya que compran otra. Tampoco si ocurrió un accidente. Y mucho menos si ellos mismos son dañados. Porque se hacen daño a sí mismos constantemente, ¿y qué importa si te dañas un poco más de lo usual?
Por eso se deben romper las costumbres que te llevan a pensar todos los días lo mismo a la misma hora. Que solo te hacen vivir sin realmente hacerlo, ¿pero cómo lograrlo?
Joselyne se encontraba mirando el televisor, su resplandor en la oscuridad no le causaba encandilamiento ni mucho menos, ya está acostumbrada. También le daba igual el sabor del cereal del que se alimentaba justo ahora. Solo miraba el tazón y su mano se movía automática hacia la cuchara con la que tomaba las hojuelas.
–Ayer por la madrugada han asaltado varias casas en Barrio de Oro. Lo sorprendente es que lo ha hecho un solo hombre, al que ahora la policía reconoce –dijo el televisor, o mejor dicho, la mujer que narraba la historia.
Luego se mostró en pantalla la cara de un hombre que en realidad no era nada feo. Tenía los ojos gris azulado claro, un color muy interesante. Su cabello era negro y largo, atado a una cola baja llegando a la mitad de su espalda. Se veía un tanto pálido, o tal vez sería el tono de su piel. Pero sus pómulos estaban delgados, y unas cuantas arrugas se dibujaban por aquí y por allá. Pero no era mayor, debía tener una edad semejante a ella.
Vaya un ladrón lindo, eso es raro –pensó Joselyne levantándose luego de terminar su alimentación. Inmediatamente olvidando lo pensado y la noticia. Y así apagó el televisor dejando la pantalla en negro.
Ya nada brillaba en la habitación de aquel departamento de soltera. Todo estaba sumido en la negrura y las gruesas cortinas marrón oscuro, al igual que los detalles del mismo color que se diferenciaban del beige de las paredes, tapaban la entrada del sol de la mañana.
Se dirigió a su habitación y tomó la ropa de su trabajo, un elegante traje de recepcionista, y se vistió. Moviendo sus manos con la avidez de la monotonía. No fallaba al poner un botón, ni se le olvidaba de nada, ya que su mente podía reaccionar y mirar que llevar y qué no. Sin embargo, el celular, las llaves, junto con la cartera dentro de un pequeño bolso, eran necesarios.
No debía arreglarse, solo peinar sus cabellos escarlata con grandes rulos naturales, colocarse base, sombras y labial, con eso bastaba. Y aunque para un hombre, fuese mucho para una mujer no tanto. No debía planchar su pelo, ni teñírselo. Arreglarse las uñas o ponerse crema, lo consideraba innecesario, aunque para lo primero ya tenía una lima en su lugar de trabajo.
Bajó el edificio por el ascensor como de costumbre. Podía decir con exactitud cuánto iba a tardar en llegar arriba. Todo tan simple, igual y aburrido. En eso tenía razón el término usado para describir a la monotonía.
Ya en el aparcamiento se subió a su auto gris ratón, uno simple, debía tener ya unos diez años, y ciertamente eso podía considerarse lujoso.
Cerró la puerta, arrancó el motor, miró el espejo retrovisor y empezó a aplicar la reversa para salir del lugar bajo techo y con luces blancas. Nunca se había puesto a pensar en que de noche podía ser un lugar aterrador. Ya que por la mañana el sol entraba por unas partes cubiertas por rejillas en la pared.
ESTÁS LEYENDO
El Diamante Escarlata
AcciónJoselyne es una chica llena de aburrimiento en su vida como recepcionista. Una noche se ve raptada por un hombre de ojos gris azules quien le propone un simple contrato, ayudarla con su negocio y conseguir el diamante más caro del mundo, o morir. Pe...