Capítulo 21: Escape

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La palabra "escapar" funciona cuando alguien está privado de su libertad o en peligro. Cualquiera puede acabar en esas situaciones, pero escapar no es algo que una persona sola pudiese hacer con mucha facilidad. Algunos magos expertos quizá sí, cuando hacían sus espectáculos saliendo de debajo del agua tras estar encadenados. Aunque normalmente se necesitaba ayuda de otros, y un plan perfectamente estructurado, donde un solo fallo podía significar la muerte de muchos. Se debían medir capacidades y lugares, mirar planos y mapas del sitio al que se iría, y tener un gran ingenio para pensar algo imprevisible por los demás. Así que no era una gran idea ponerse en esas situaciones, para empezar.

Fueron las cuatro de la tarde cuando la mujer entró al recinto, parecía en sí más una cárcel que un establecimiento temporal para los presos, como lo era ahora Alexhander. El gran portón negro tenía una especie de picos en la cima, junto a alambres puntiagudos y con corriente eléctrica pasando por ellos. En unas torres con forma romboide, estaban unos guardias con trajes antibalas y sus propias armas, rondando sobre los fuertes muros de concreto, con un revestimiento especial para no ser explotados con facilidad. Ellos llevaban gorras para el sol, que ahora no era tan fuerte, y un traje militar completo, con sus tonalidades verduscas y marrones. Sus rostros eran casi de piedra, sin más expresión que la seriedad, y sus cuerpos tonificados con fuertes ejercicios, capaces de aguantar extenuantes operaciones policiacas.

–Buenas tardes, ¿qué se le ofrece? –preguntó un soldado en vestimenta idéntica, aunque en el suelo. Justo allí con ella para cuando pasó por el portón apenas abierto.

–Eh... yo... –dijo con apariencia nerviosa. Pasando sus manos por el claro delantal blanco que llevaba puesto– Venía a la cocina.

–Conozco a las cocineras perfectamente, usted no es una –replicó el hombre con sospecha, entrecerrando los ojos.

–Estoy en lugar de mi tía, Adela –sonrió con timidez moviendo con cuidado la cabeza a un lado para que se le notara el atado cabello marrón claro.

–Ah, claro. No sabía que usted vendría, pero tratándose de un familiar de Adela... –la invitó a pasar. La luz del sol sombreando su pelo negro, y dándole un brillo claro a los ojos marrones del guardia.

–Muchas gracias, oficial –respondió amablemente al entrar.

En un inicio lo apreciable fue un gran espacio vacío, como una explanada con cemento al suelo. Al fondo una pared con tres grandes ventanas, de las diferentes oficinas que allí había. Y a su derecha debían de estar un baño y el puesto del guardia que justo ahora la dejaba pasar. En medio de las paredes que eran apreciables, estaba un delgado pasillo, que sería el que la interiorizara al lugar.

–Asumo que su tía le dijo dónde se encontraba la cocina –comentó el hombre al verla inmóvil viendo todo.

–Al fondo a la derecha con base a la entrada, ¿era así? –cuestionó confusa.

–Claro, aunque si quiere le llevo –se ofreció con una amabilidad que ella notó, muy antinatural para el cuidador de un establecimiento como lo era este, ya que no podía descuidar su puesto.

–Oh, eso sería magnífico –exclamó llevando ambas manos al pecho, aunque luego un poco cabizbaja, continuó–. Pero debe significarle un problema, tiene que quedarse en su puesto, ¿no?

–No planeo tardar mucho tiempo, además –se giró a los que estaban en sus torres de vigía–. ¡Munir, Eloy! –vociferó llamando su atención– ¿Se pueden encargar mientras llevo a la señorita a la cocina?

–Adelante, no tardes –replicó uno con el cabello café y los ojos de un ámbar especial.

–Por aquí –señaló con su mano hacia el pasillo. Ella le siguió muy gustosa del paseo, mostrando un buen rostro de asombro a cada cosa–. Esto a nuestra derecha es el comedor de los oficiales, entenderá que nos alimentamos en un lugar diferente a los prisioneros.

El Diamante EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora