El frío nunca prometía nada bueno, era como algo sin sentimientos que te arrojaba a la nada esperando tu supervivencia, muy similar a la crueldad. Podías decir que alguien frío era quien no expresaba la más mínima emoción y su sola presencia se describía como frígida.
También podía significar simplemente lo helado de quizás el clima o una situación, sea como sea nunca prometía nada bueno. Pero servía bien como un cambio de rutina, un nuevo inicio para ayudarte a afrontar cosas. Para quienes aman el frío es algo de lo más hermoso que podrán apreciar, ya que el paisaje blanco que recrea a su alrededor basta para llenar la imaginación y admirar las cosas desde otro punto de vista.
Quizás así pensaban las personas frías de corazón, llenándose con aquel sentimiento de belleza que de cierta manera los mantenía llenos, pero lejos de los demás. Siempre apartándose, creyendo y viendo cosas que otros no, eran gente diferente, aunque maravillosa como cualquiera.
Todos fueron empujados inevitablemente contra el suelo, cayendo sobre el césped verde y ramas del bosque. Uno que otro incluso rodó un poco por la ladera. Pero Joselyne estaba segura de que la mayoría había sentido un fuerte golpe que los dejaría con cierto dolor, después de todo no había que negar el poder del viento y su onda de choque.
–Todos ustedes –dijo Alexhander levantándose y sacudiendo sus pantalones. Dirigiéndose a los cincuenta empleados–. Quedan despedidos de inmediato, si cumplen con las leyes del contrato que firmaron para entrar a trabajar aquí, tendrán derecho a un dinero extra, por el momento márchense.
–Pero señor, no tenemos dónde encontrar trabajo –se quejó uno que se veía desesperado.
– ¿Y a mí qué? El dinero que les daré por callar será suficiente por un buen tiempo, así buscaran uno. ¿O quieren exponerse a eso de nuevo? –señaló la mansión volada en pedazos.
–No, señor –respondieron al unísono.
–Bueno entonces váyanse, ya –los apresuró hacia el lado contrario a la vivienda, de seguro para que la policía no los atrapase, tendrían un largo tramo de bosque que recorrer, pero llegarían en algún momento a la ciudad–. Ahora, sí, Richard. Explícame qué pasó –ordenó Alexhander cuando todos se marcharon.
–La DEA nos envió un misil, eso pasó –dijo Richard algo exasperado.
–Pero no estábamos en el punto de mira, se suponía que no llamábamos la atención, ellos no sabían que estábamos aquí –replicó Carlo sin acabar de entenderlo. De seguro como lo suyo estaba en el mismo campo que Richard, se lo podía permitir.
–Nos mudamos por la señora –dijo Bianca mirándola, por sin ningún reproche, solo lo mencionaba para llenar los campos en blanco. Aun así, Joselyne no pudo evitar sentirse un poco culpable.
Sin embargo, la Administración para el Control de Drogas no la perseguía, sino la Interpol, no estaba segura de saber cuál era peor. Aunque eso hacía de este desastre una posible causa de Joselyne.
–Sí, pero ella no hizo esto, déjenla fuera –exigió Alexhander un tanto molesto.
–No creo que fuera la señora –intervino Richard–. Ya lleva un tiempo aquí y no han hecho nada.
–De seguro hasta ahora se dieron cuenta de su presencia –intervino Blake. Pero Richard negó.
–Sería imposible. Para nuestra mala suerte la policía es muy inteligente, uno o dos días bastarían para que se enterasen, de ser así. Y la mansión es muy segura, así como todo el cuidado que tenemos en esto –anunció el subjefe entrecerrando los ojos al mirar al suelo, como si pensase en algo en concreto.
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El Diamante Escarlata
AcciónJoselyne es una chica llena de aburrimiento en su vida como recepcionista. Una noche se ve raptada por un hombre de ojos gris azules quien le propone un simple contrato, ayudarla con su negocio y conseguir el diamante más caro del mundo, o morir. Pe...