Elegancia, luto, pena, todo eso y más podía significar el color negro. Era el mundo de la noche, de las sombras, representante del bello cielo nocturno. El poder, la muerte, lo sofisticado, los secretos, el misterio, autoridad y negación. De cualquiera de esas maneras se usaba. Considerado por algunos, bello, y por otros, feo. Todo depende del punto de vista y razón que se le dé. Un ejemplo de ello es una cena, los manteles negros en la noche, mostrando elegancia, los trajes de los hombres, trayéndoles seriedad al usar tal tono. Pero si se trataba de un funeral donde todos vestían dicho color y solo los lirios blancos hacían opuesto al momento, era algo triste, desagradable.
Así pues, es un color del que nadie se puede separar, uno que acompaña nuestro caminar por la vida. Y si demostraba la muerte, también podía hacerlo con el poder y la elegancia. Sin embargo, cuando todo se torna negro a nuestro alrededor, cuando esas sombras cubren nuestras almas... ¿Cómo escapar? ¿Cómo huir de tal oscuridad mortificante?
La lluvia caía atroz sobre el suelo de césped con algo de nieve, las nubes en el cielo se encontraban de un color gris tan oscuro que bien podría haber sido negro, como la situación actual y todo lo que sucedía en un solo momento. Y allí, en la lápida de piedra áspera, estaban grabados dos nombres, como si eso hiciese justicia suficiente a la familia entera. El primero era Alexhander Seermont Dolpez, el segundo el de su esposa, Joselyne Linbert Avizma. Por último, entristeciendo más el instante, no estaba el nombre de su hijo, puesto que no se sabía aún si era niño o niña, así que ni en la tumba se la hacía mención.
Kael suspiró como por quinta vez en todo el tiempo que llevaba allí de pie frente a la tumba, sosteniendo un gran paraguas que lo tapaba de la lluvia, junto a Bianca, quien estaba a su lado con su mano tomándole el brazo. Sería quizá el único calor que sintiese, puesto que los abrigos no ayudaban tanto.
El viento y precipitación del otoño era un tema del que hablar en ciertos momentos. Y pese a que Ciudad de Diamante era la más fría del país y con presencia de nieve durante las épocas que no eran primavera o verano, llovía durante el otoño. Las gotas de agua cayendo a partes sobre la fina capa de nieve que perduraba en el suelo, y ahí donde por alguna razón aún no se había formado. A Kael realmente le agradaba más el verano, siendo así, que un dieciséis de noviembre no le pareció buena fecha para el entierro, solo cuatro días después de la muerte de Richard. Pese a eso, a la data de hoy día, veinticuatro del mismo mes, fue hasta que le dieron a Kael la salida del hospital en Ciudad de Esmeralda para regresar a su hogar.
La caída fue mejor de lo planeado, y solo se quebró un tobillo al aterrizar, por obra de Dios, sobre la piscina de rehabilitación del centro médico en el que estaba Blake. Aunque al salir tuvo que irse corriendo a la camioneta estacionada en las afueras y conducir hasta el hospital donde estaban todos en un inicio, dándose cuenta en ese lugar, que el dolor era por una fractura. Pese a eso, y contando su rápida recuperación, todavía estaba llevando un bastón para apoyarse. Y dentro de todo, no pudo evitar notar el brillo en el cielo de un avión al explotar.
Lamentaba no poder hablar con Alexhander una última vez, y se preguntaba si Joselyne le había contado que él y Kael eran hermanos, al igual que ella con este último. Era algo muy claro, que el estallar del avión no valía el buscar a Blake, fracasando en ello y dejándola huir nuevamente. Sinceramente, en ese momento, de no ser por Bianca, se habría disparado a la cabeza. Pero esos pensamientos suicidas habían quedado atrás. Aunque no quisiera tenía una nueva responsabilidad sobre los hombros, como lo era dirigir Diamante Escarlata, ya que él era el nuevo jefe tras la muerte de Alexhander, como segundo al mando. El lazo familiar siguió oculto.
– ¿Por qué suspiras tanto? –preguntó Bianca con cuidado a su lado, mirándole el rostro atentamente.
–Ellos se han ido y me dejaron aquí con tantas cosas, que atiborran mis manos. ¿Sabes? Alex llevaba los asuntos de una manera... que te hacía pensar que no estaba estresado, cansado, o agobiado. Y mírame a mí, con esta cara de loco manejando la mafia durante una semana y poco más. Cuando estaba él no me sentía así, y me puse a pensar, que Alex era tan bueno conmigo que me dejaba lo mínimo como mano derecha, y él hacía la mayor parte de las cosas. Hasta ahora que todo recae sobre mí me entero de lo dura que es la vida aquí –contestó él con lentitud. Oyendo de fondo, aparte de su propia voz, solo la lluvia con su placentera canción de gotas rozando el suelo.
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El Diamante Escarlata
ActionJoselyne es una chica llena de aburrimiento en su vida como recepcionista. Una noche se ve raptada por un hombre de ojos gris azules quien le propone un simple contrato, ayudarla con su negocio y conseguir el diamante más caro del mundo, o morir. Pe...