Las amenazas no son buenas y de hecho se definen como "cosas que constituyen una posible causa de riesgo o perjuicio para alguien o algo". El factor de daño está dentro de la palabra en sí.
De hecho, el sentimiento ante una, puede hacer que experimentes tanto miedo que destroce tu día a día, tu monotonía y empieces a actuar distinto, eso sí es a largo plazo. En caso de una amenaza inminente te podrías paralizar, empalidecer, desmayar o simplemente hablar de más...
Habrá quienes se aprovechen de dicho miedo y lo usen a su favor, para sacar información o para perjudicar a alguien. Incluso lo llamarían "inteligencia", pero no se dan cuenta de que la sensación de quien se siente o es amenazado no se querría sentir nunca.
¿Pero qué hacer si los medios te impulsan a amenazar para conseguir algo que sientes necesario para vivir o estar tranquilo?
Dos años después...
La música resonaba fuertemente en aquel sitio, justo como cada noche. Un día más volviendo a la monotonía, sin nada más que unas cuantas peleas que fastidiasen el trabajo. Aunque bueno, no sería tanto así para ella, considerando que era la jefa de todos los demás empleados. Y no se encargaba de los golpeados.
Joselyne miraba desde el balcón interior de la segunda planta hacia abajo, donde estaba la pista de baile y al lado la barra. En el segundo piso eran más sillones y otra barra, reclamando un tipo diferente de público.
–Jefa –llamó algún empleado a su lado.
–Dime –le respondió ella tomando aquello como algo sin importancia.
–La policía pregunta por usted –le dijo el joven, mesero. Ella lo miró un momento para tragarse aquello. Debía llegar un punto en el cual dejase de temerle a esa gente, pero parecía ser muy difícil de alcanzar aún.
– ¿Dónde están? –preguntó mientras inhalaba profundo.
–En aquella mesa –señaló una mesa con un sillón redondo rodeándola, allí estaba esa gente, aunque era raro porque no estaban uniformados.
–Bien –se susurró a si misma mientras acomodaba su vestido y se acercaba a ellos–. Buenas noches, señores. ¿Me buscaban? –les preguntó con una sonrisa seductora. Allí empezaba su máscara a aparecer.
–Oh, sí. ¿Señorita Linbert? Soy Marcus Dersan y él es mi compañero Joel Hold, somos detectives de la DEA –nunca le agradaba oír de esa administración de la policía.
–Claro, por favor llámeme Joselyn. ¿En qué les puedo servir? –los invitó a sentarse luego de que al presentarse se pusiesen en pie.
–Creemos que su bar es una fachada para un gran comercio de sustancias ilegales –habló Joel con seriedad.
–Jaja, ¿mi bar? –rió ella con ironía– Supongo que de nada valdrá darles una historia para probarles lo contrario. Pero si necesitan algo con mucho gusto.
–Nos servirán los registros contables de los últimos meses.
–Oh, claro, en un momento se los traeré –dijo ella levantándose, pero uno de ellos la sujetó por el brazo.
–Hay unas preguntas que queremos hacerle antes –eso la intrigó así que tomo asiento de nuevo.
–Adelante.
–Tenemos entendido que este bar lo obtuvo hace dos años de la nada y antes de eso trabajó de secretaria en una empresa relacionada con el comercio de sustancias ilegales – ¿el señor Derven con tratos oscuros?
–No tenía idea –dijo con sentido real en sus palabras.
–Pues ya lo sabe, queremos saber por qué dejó su trabajo y tiempo después de la nada consiguió un bar a su nombre. Tenemos entendido que no ganaba suficiente como para comprar un lugar como este –vaya problemas, ella sin duda no traficaba con drogas, pero su esposo sí.
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El Diamante Escarlata
AçãoJoselyne es una chica llena de aburrimiento en su vida como recepcionista. Una noche se ve raptada por un hombre de ojos gris azules quien le propone un simple contrato, ayudarla con su negocio y conseguir el diamante más caro del mundo, o morir. Pe...