Fred

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Ambas habian caido, Bellatrix desapareció y ella hizo lo mismo transportandose hacia la puerta del gran comedor. Cayó estrepitosamente en el piso.

De pronto sus manos empezaron a temblar, su cuerpo empezo a sudar, y su corazón se aceleró; en su mente se reproducia una escena en donde Fred moria, sus pies se movieron por si solos, subia los escalones exquivando todos los hechizos. Tenia que llegar a los pasillos del otro extremo del castillo.

Justo cuando llegaba al piso del lado sur escuchó gritos y gemidos de los duelistas. Al doblar a la derecha vio que Fred y Percy acababan de aparecer en escena, luchando contra mortifagos,  Harry y sus amigos se unieron.

—¡Hola, señor ministro! —gritó Percy, y le lanzó un certero embrujo a Thicknesse, que soltó la varita mágica y se palpó la parte delantera de la túnica, al parecer aquejado de fuertes dolores—. ¿Le he
comentado que he dimitido?

— ¡Fred! — gritó Antlia mientras corria sin embargo ese instante se produjo una fuerte explosión.

La joven salio volando con fuerza hacia una pared, fue tan fuerte el golpe que aturdió todos sus sentidos, oía los gritos de sus compañeros.

El mundo había quedado reducido a dolor y penumbra. Sintió un aire frío y comprendió que todo el otro lado del castillo se había derrumbado; notaba como un liquido caliente caia de su cabeza. Entonces oyó un grito desgarrador que la sacudió, notó un par de manos que la arrastraban.

Otro grito que expresaba una
agonía que no podían causar ni las llamas ni las maldiciones.

—¡No! ¡No! —oyó gritar—. ¡No! ¡Fred! ¡No!

Antlia habia llegado tarde, su vista seguia nublada y sintio como otro par de manos la cargaban.

— el señor tenebroso estará satisfecho.

Ella solo dejo caer alguna lagrimas, habia perdido a Fred.

Cuando Dolohov y Yaxley se incorporaron al corro de mortífagos, Voldemort levantó la cabeza

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Cuando Dolohov y Yaxley se incorporaron al corro de mortífagos, Voldemort levantó la cabeza.

—Ni rastro de él, mi señor —anunció Dolohov.

El Señor Tenebroso no mudó la expresión, pero a la luz del fuego sus encarnados ojos parecían arder. Poco a poco deslizó la Varita de Saúco entre sus largos dedos.

—Mi señor…

Era la voz de Bellatrix; estaba sentada junto a Voldemort, despeinada y con rastros de sangre en la cara, pero por lo demás ilesa. Voldemort levantó la varita para ordenarle que se callara. Ella obedeció y se quedó mirándolo con gesto de adoración.

—Creí que vendría —dijo el Señor Tenebroso con su aguda y diáfana voz, sin apartar la vista de las danzantes llamas—. Confiaba en que vendría.

Nadie comentó nada.

—Por lo visto me equivocaba… —añadió Voldemort.

—No, no te equivocabas.
Harry habló tan alto como pudo, con toda la potencia de que fue capaz, porque no quería parecer asustado. La Piedra de la Resurrección resbaló de sus entumecidos dedos, y con el rabillo del ojo vio desaparecer a sus padres, Sirius y Lupin mientras él avanzaba hacia el fuego. En ese instante sintió que no importaba nadie más que Voldemort: estaban ellos dos solos.

Esa ilusión se desvaneció con la misma rapidez con que había surgido, porque los gigantes rugieron cuando todos los mortífagos se levantaron a la vez, y se oyeron numerosos gritos, exclamaciones e incluso risas. Voldemort se quedó inmóvil, pero ya había localizado a Harry y clavó la vista en él,
mientras el muchacho avanzaba hacia el centro del claro. Sólo los separaba la hoguera.

Entonces una voz le taladró los oidos —¡¡Harry!! ¡¡No!!

El chico se giró: Hagrid estaba atado a un grueso árbol. Su enorme cuerpo agitó las ramas al rebullirse, desesperado.

—¡¡No!! ¡¡No!! ¡¡Harry!! ¡¿Qué…?! — el azabache vio hacia el otro lado, sus ojos se abrieron y negó. Antlia estaba encadenada siendo custodiada por cinco mortifagos, de su cabeza bajaba una gran cantidad de sangre.

—¡Harry! — bramó Hagrid.

—¡¡Cállate!! —ordenó Rowle, y con una sacudida de la varita lo hizo enmudecer.

Bellatrix, que se había puesto en pie de un brinco, miraba con avidez a Voldemort y a Harry, mientras el pecho le subía y le bajaba al compás de su agitada respiración. Todo se había quedado estático, a excepción de las llamas y la serpiente, que se enroscaba y desenroscaba dentro de su reluciente jaula, detrás de la cabeza de Voldemort.

Harry notó su varita contra el pecho, pero no hizo ademán de sacarla. Sabía que la serpiente estaba bien protegida, y si conseguía apuntarla cincuenta maldiciones caerían sobre él.

— dejalos ir — dijo Harry — o si no te destruiré.

— a él tal vez, pero a ella no — contesto con burla — lo siento pero eso no se podrá negociar.

— dijiste que no habría más muertes — espetó el azabache.

— no la mataré — dijo mientras mostraba sus feos dientes — ¿crees que mataré a alguien tan importante para mis filas? Es por eso que planeé todo queria ver su potencial proveniendo de una familia tan poderosa, el Demiguise, el Nundu — soltó una risotada— lo que no esperaba era el laberinto, ella sobrevivió a un hechizo letal y no necesito de esa estúpida palabra que Dumbledore repetia.

Voldemort y el muchacho
continuaron mirándose con fijeza, hasta que el Señor Tenebroso ladeó un poco la cabeza y su boca sin
labios esbozó una sonrisa particularmente amarga.

—Harry Potter… —dijo en voz baja —. El niño que sobrevivió.

Los mortífagos no se movían, expectantes; todo estaba en suspenso, a la espera. Hagrid forcejeaba, Antlia esperaba que su vista volviera, Bellatrix jadeaba.

Voldemort había alzado la varita. Todavía tenía la cabeza ladeada, como un niño curioso, preguntándose qué sucedería si seguía adelante. Harry lo miraba a los ojos; quería que ocurriera ya, deprisa, mientras todavía pudiera tenerse en pie, antes de perder el control, antes de revelar su miedo…
Vio moverse la boca de Voldemort y un destello de luz verde, y entonces todo se apagó.

—¡Harry! — bramó Antlia entre sollozos, habia visto una luz verde eso solo le decia que su amigo habia muerto, otro amigo que no pudo salvar.

Forever SCAMANDER 《CEDRIC DIGGORY》 TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora