El tratamiento

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A la mañana siguiente, el reconfortante olor de café matutino despertó a Jonny de su sueño. 

Al abrir los ojos se sintió desconcertado, estaba tan acostumbrado a despertar en su cama, ver el reloj que estaba a lado de su cama y darse cuenta que estaba retrasado para ir al trabajo, que olvidó que se encontraba en su antigua habitación.

Jonny no quería levantarse de la cama, estaba tan cómodo ahí que se le ocurrió la idea de quedarse a vivir ahí, vender su casa y volver a vivir con su madre, encontrar otro trabajo para poder mantenerlos a los dos y así sus días de soledad por fin acabarían.

Sin embargo esas ideas repentinas desaparecieron cuando su madre lo llamó desde la cocina con una voz potente.

—¡Jonathan!, ¿Ya estás despierto?

El psicólogo se sintió un poco apenado pues su madre lo hacía sentir como un niño pequeño. Recordó aquellos días de su infancia cuando ella lo despertaba a el y a su hermano para ir a la escuela; Jonny se retorció en la cama, sabía que debía de levantarse, pero no quería hacerlo, de algún modo tomó potencia y contestó:

—Si, ya estoy despierto.

—Preparé el desayuno.— Contestó la señora Greenwood casi inmediatamente.

—Gracias, bajaré en un momento.

Así pues, Jonny se levantó de la cama, se dirigió al baño para asearse y bajó las escaleras de madera para encontrarse con su madre en el comedor de la cocina, en la que había dos tazas de café y unos huevos listos para ser disfrutados. 

—Gracias, mamá.—agradeció el psicólogo de buena manera.

—¿Dormiste bien?—Preguntó la mujer mientras lavaba los pocos platos sucios en la tarja.

—Si, gracias—Contestó Jonny.—No recordaba como era dormir en esa cama. Se siente aún como si fuera nueva.

La señora Greenwood sonrió.

—Bueno, tanto tiempo sola ha hecho que me ponga a dejar este lugar reluciente para una visita. 

—Ya lo creo...

Hubo un silencio que inundó el ambiente de la cocina. Jonny continuó bebiendo su café, mientras su madre trataba de limpiar los platos de una manera delicada. El psicólogo miró a su madre. Era una mujer que había cambiado mucho a lo largo de los años, lo más notorio en eso, eran sus manos, cuyos dedos se veían mucho mas delgados y delicados. Jonny se preguntó si en algún momento alguno de sus dedos se rompería al hacer cualquier actividad. Sin embargo, ella seguía siendo la misma mujer fuerte y encantadora que siempre había sido, después de la muerte de su esposo, la señora Greenwood había tomado una postura más fuerte para poder mantener a sus hijos. Jonny se preguntó si ella había estado sufriendo en secreto durante el tiempo en el que era un niño; Lo mas probable era que sí.

Cuando el doctor Greenwood terminó su café y sus huevos, recogió el plato y la taza y comenzó a lavarlos.

—Oh, no. Déjame hacerlo.— Pidió su madre en cuanto lo vio.

—Esta bien, mamá, yo lo haré.—Contestó su hijo.

La mujer dudó.

—De acuerdo.—Y dicho aquello, salió de la cocina.— Tal vez después de que termines quieras echarle un vistazo al ático.

—Oh, desde luego...

Una vez que terminó de lavar los platos, Jonny se sentó en la sala con su madre y se pusieron a ver el noticiero que se estaba transmitiendo en la televisión. Luego de una hora aproximadamente, la señora Greenwood mencionó que debía salir, porque todas las tardes iba a tomar el té con unas amigas. Su hijo se ofreció a acompañarla, pero le dijo que no era necesario hacerlo. Así pues, salió de la casa.

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