Capítulo Treinta y Uno.

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Capítulo Treinta y uno.

— Verás— comenzó a hablar— en todos mis años haciendo esto me he dado cuenta que todos lo ven de una forma diferente, incluso nosotros vivimos el Infierno de una forma diferente, yo lo veo como un Nueva York post apocalíptico, lo veo así porque cuando estaba vivo amaba esa ciudad, más que cualquier otra que haya conocido, los edificios están en ruinas, hay un caos en todos lados, la gente se lanza de los edificios para acabar con el dolor, pero como ahí no hay muerte, terminan siendo una bolsa de huesos arrastrándose para intentarlo de nuevo.

— ¿Cómo que no hay muerte en el Infierno?

— La muerte no trabaja para nosotros idiota, ni para Dios, él tiene sus propias reglas, solo está para recogerte, juzgarte y enviarte a donde tengas que ir, pero eso es mucho más complejo, lo que ustedes llaman el Cielo o el Infierno solo es el final del camino, pueden pasar siglos y muchas vidas antes de que termines en alguno de los dos lugares, pero ¿sabes algo? Al Infierno siempre lo ven como una especie de castigo.

— ¿Y no lo es?

— No, tienen toda una vida, o muchas, para hacer las cosas lo mejor posible para poder llegar al cielo, así como hacer un sinfín de tonterías para llegar al infierno. Te sorprendería saber que no toda la gente mala va al Infierno.

— ¿Qué tipo de gente va ahí?

— Jared por el amor de Dios, ese señor les dejó a ustedes solo diez reglas de lo más simples, y no es necesario cumplirlas al pie de las letras, al menos las primeras dos, las otras ocho te dicen exactamente lo que debes hacer. Los asesinos, ladrones, infieles y envidiosos tienen un pase seguro ahí, y aun así tienen cierta simpatía.

— No entiendo cuál sería la simpatía en un asesino.

— Tu amigo Pete es un asesino, pero lo hizo para defender a sus hijos. No tenemos jurisdicción en aquel que solo piensa en sus hijos, incluso si robas para poder darles de comer a ellos. Los infieles son los más graciosos, esa es un arma de dos filos ¿Sabías? Existe el esposo que es infiel por deporte, la esposa que lo es porque su esposo no le hace caso, les dio a los hombres un egoísmo e insatisfacción increíble, que pueden tener todo en casa y aun así faltarle al respeto a sus esposas, y a las mujeres una vanidad tan grande que a la más mínima falta de atención buscan quien las elogie. No saben amarse y llenarse a ellos mismos por ellos mismos, personalmente pienso que nadie puede amarte hasta que tú no te ames a ti mismo. La mayoría de la gente busca en otras personas el amor que hacia sí mismo en incapaz de sentir, por eso el infierno está lleno de infieles.

— Es curioso como alguien como tú me esté dando estas lecciones de vida— dije mientras miraba el colchón sobre mi analizando lo que Diuwel me había contado. Tenía mucho sentido.

— Si vieras las cosas como yo las veo Jared, sabrías que las cosas son mucho más fáciles de lo que piensan, pero a veces como todo, nada es fácil.

— ¿Tu dónde piensas que yo vaya a terminar?

— Soy un demonio Jared, no un adivino. Eso depende de ti, si has hecho cosas feas y quebrantado las reglas tu sabes dónde.

— Tendré que hacer un recuento de mi vida para saberlo.

— Eso ayuda bastante, siempre tienes tiempo de enderezar tu camino.

— ¿Todos se ven como tú?

— Aquí todos nos vemos iguales, allá el Diablo es el que elige como quiere vernos, todo dependiendo de lo que necesite.

— ¿Tú sabes cómo se ve el diablo?

— Definitivamente no es un ser con una pata de gallo y otra de cabra.

Helado De Nuez (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora