•Capítulo Siete•

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Los días siguientes fueron muy nublados, se avecinaban las lluvias y hacía un poco de frío también, recibí una llamada del sujeto que nos hizo la lápida para avisarme que estaba lista. Llamé a mi suegro para recogerlo en su hotel. Durante el camino había comenzado a llover, él me esperaba parado bajo la lluvia con la mirada perdida, tuve que tocarle el claxon para sacarlo de su fantasía y subiera al auto.

- Disculpa que esté todo mojado ¿Cómo has estado? Estaba pensando en visitarte.

- No se preocupe por eso, y he estado bien, deberíamos salir a comer antes de que se vaya.

- Si, estaría bien. Axel ya regresó a su casa, Estella quiso quedarse en el hotel, estos climas hacen que se enferme.

- Dele mis saludos, tengo muchas ganas de verla a ella también, y cuando Axel le llame dígale que mi casa siempre estará disponible para él.

- Sí, claro, se los diré.

Miraba por la ventana como si estuviera buscando algo en la lluvia, estaba muy distraído y me dolía profundamente verlo así, él era muy alegre, siempre estaba hablando de algo, me entretenía mucho escucharlo hablar con Vic, le emocionaban mucho temas como la religión, los extraterrestres, las teorías conspirativas y todo lo que tuviera que ver con eso y a mi esposa igual, era como algo muy suyo, así como también el chisme, para eso se pintaban solos, eran los mejores amigos, así que ver a mi suegro tan triste y apagado hacía que mi corazón sintiera alfileres.

Llegamos al cementerio, un chico más joven que yo nos estaba esperando dentro de su camioneta para resguardarse de la lluvia que estaba cesando y salió cuando nos vio.

- Buenas tardes señores, la lápida está atrás si gustan verla - saludó el joven amablemente.

- Estará bien como sea que haya quedado joven -respondió Doug.

Le ayudamos a bajarla, era de piedra estilo Tim Burton, esa Victoria ni siquiera en su lecho de muerte dejaba de ponerse sus moños, pero era una lápida linda y de inmediato ayudamos a instalarla, estaba demasiado pesada pero finalmente terminamos.

- Voy a adelantarme, tengo que llegar a casa a cenar, pero ustedes se pueden quedar, yo avisaré al guardia.

Nos dio un apretón de manos a cada uno y caminó hacia la salida con pasos lentos.

- Quisiera decir unas palabras - dijo Doug.

- Por favor.

Inhaló hondo, sabía que estaba por despedirse de su hija y la simple idea de seguro le quemaba el pecho.

- Quiero que sepas que visité a tu madre, Adrién por primera vez no se molestó porque lo hiciera, ella estaba sacando cosas tuyas para donarlas, supongo que le dolía demasiado hacerlo, encontramos miles de cosas tuyas como tus primeras fotos, cosas que escribías, recortes y demás cosas y lloramos juntos largas horas tomados de las manos, sé que no te gustaba que nadie revisara tus cosas, pero esta vez queríamos sentir que aun te teníamos. Sé que no tenías la mejor relación con tu madre, pero quiero que sepas que ella te ama demasiado, verla llorar de ese modo me rompió en dos, haz de saber que es la madre de mis dos hijos y por ello siempre la querré - se aclaró la garganta- el otro día estaba viendo un documental de gárgolas y recordé de cuando una se posó sobre el techo de mi tráiler ¿puedes creerlo? Creo que esa historia no la sabías. Voy a extrañarte mucho hija, voy a extrañar llamarte siempre para contarte algo, una teoría conspirativa o un chisme, pero algo, me va a ser muy difícil dejarte ir mi niña, yo siempre te voy a ver como esa niña rebelde y sucia que jugaba con el lodo en el jardín ¿recuerdas cuando Adrién me quería enseñar tu diario? Querías asesinarlo ese día, yo solté la podadora para tomarte en los brazos, pero tú no dejabas de patalear y tu hermano de reír, la podadora se comió los geranios de tu madre y terminamos los tres castigados ese día. Ay, mi hija... como... como voy a aprender a vivir sin tu chispa... sin ti...

Helado De Nuez (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora