Capítulo 36

19 1 0
                                    

Los siguientes meses fueron muy duros tanto para mí como para Mel. Despertaba gritando en medio de la noche, ella lo atribuía a que continuaba teniendo pesadillas con Vicente, pero nunca le dije la verdad, que en realidad las pesadillas eran con Victoria, la miraba llorando, sufriendo mucho, pidiendo ayuda, suplicando piedad y todo aquello me torturaba demasiado.

Un doctor había venido a verme y me recetó fuertes dosis de Clonazepam, Sertralina y Fluoxetina, medicamentos que ya me parecían muy familiares, estuvieron del lado de la cama de mi esposa por mucho tiempo.

Por la noche mientras la Clonazepam hacia efecto Melody salía de la habitación y lloraba por largos minutos y su llanto estaba acompañado de mucho dolor, como si ella misma se estuviera haciendo daño, más tarde iba a acurrucarse a mi lado mientras seguía sollozando.

Kellan y Diana habían ido a visitarnos, pero al verme en tan mal estado Melody decidió que ella iría a verlos de vez en cuando, eso no impedía que Kellan me enviara cartas con Charles todos los días escritas por él mismo con una caligrafía increíblemente impecable. Me escribía sobre el clima, sobre lo que le gustaba, me contaba historias de cuando era muy joven y escribía poemas. No entendía como de repente me estimaba de esa manera.

Una tarde Mel salió de compras, estaba sofocándose y aunque no me lo decía era más que obvio. Diana apareció usando un hermoso traje sastre color rojo, medias negras, zapatos con tacón bajo y lucía en su cuello un hermoso collar de perlas impolutas, usaba su largo cabello cano recogido de forma elegante.

— Diana, peor por favor pasé, Mel no está en casa— le ofrecí mi brazo y caminamos hasta la sala, amaba poder haber vivido lo suficiente para conocer a una verdadera dama como ella.

— Sé que mi hija no está en casa, la llamé antes de venir.

— ¿Le ofrezco algo de beber?

— Un café, si me permites me gustaría prepararlo, amaría hacer eso por ti— caminamos a la cocina, ella buscó la prensa francesa y comenzó a hacer el café— Mel me dijo que no la estás pasando bien y quise venir a verte.

— He tenido problemas para dormir, tengo visiones muy fuertes...

— No es tu culpa querido, ten eso siempre presente— me dijo con mucha seguridad, como si al igual que su hija ella supiera algo que yo no— sé que tienes un pasado un tanto tormentoso, sé que tus padres murieron, sé que hay alguien que no te deja vivir en paz, alguien de quien no te puedes deshacer.

— Creo que Melody le ha contado de eso.

— Melody no me ha dicho nada, fuiste tú— la miré con extrañeza— cuando tenía cinco años supe que podía conocer mucho de las personas solo con tocarlas un poco, mis padres eran demasiado católicos así que crecí en una escuela de monjas, pensaban que iban a poder curarme y sacarme el supuesto demonio que me poseía. Años más tarde vieron que mi don era de gran ayuda cuando descubrí que el bebé de una de mis maestras era del obispo.

Había buscado galletitas en la alacena y estaba sirviendo todo en una charola, pero en ese momento yo estaba más emocionado por su historia que por el café.

— Conocí a Kellan cuando tenía veinte años, dos después de haber salido de aquella escuela e hice una carrera en medicina forense, pero el sentir los últimos momentos de decenas de cuerpos al investigar las causas de su muerte fue insoportable así que solo ejercí mi carrera por pocos meses, tiempo después quedé embarazada de Melody y como te mencioné ella es una erudita, no le podíamos seguir el paso así que Kellan le tenía profesores de preparatoria en casa mientras ella terminaba de estudiar la primaria, fue demasiado agotador hasta que finalmente recibió su título en medicina.

Helado De Nuez (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora