•Capítulo Diecinueve•

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Me fui la mañana siguiente del hotel. Mariana dormía desnuda, me había regalado una noche casi tan agradable como lo hizo Camelia y me sentía un poco culpable pero debido a mi estado de ebriedad nos fue difícil detenernos. Tenía una piel blanca y perfecta que me hizo perder la cabeza.

Le di varios besos en la espalda antes de hacer mi maleta para irme, ella dormía profundamente, pero reacciono con ruiditos a mis besos y luego de un rato Salí de la habitación dejándole mi teléfono escrito en un papelito.

Nuestra presentación haba sido un éxito, la gente estaba muy satisfecha al igual que nosotros y Jonathan.

Volvimos a la cuidad, estábamos tan cansados para seguir celebrando, me dejaron en casa y al abrir la puerta la soledad me abrazo causándome un ligero sofoco dándome la bienvenida. Los escalofríos me invadieron y sacudieron y tarde varios minutos en pasar mal allá de la entrada. El ruido del refrigerador me devolvió al aquí y fui a dejar mi maleta a la habitación.

- Tengo que hacer limpieza, debo limpiar con algo que quite el aroma a encerrado... no lavé la ropa... tengo que pagar los servicios... olvídalo, están domiciliados porque siempre olvidabas pagarlos... tengo que surtir la despensa, llevar el auto con el mecánico... tengo que mandar la ropa de invierno a la tintorería... tengo que... tengo que... tengo que...

Susurraba pendientes para mantener mi mente ocupada, sin querer comencé a llorar, andaba de aquí para allá por a casa sin saber que hacer sabiendo que no tenía nada de malo dormir un rato o dejar todos los pendientes para otro día. Melody tenía razón, tenía que buscar ayuda profesional, estaba demasiado cansado, estaba demasiado asustado y triste todo el tiempo y la poca felicidad y paz que tuve la había hallado entre las piernas de dos mujeres y eso no me hacía nada feliz.

La siguiente semana estuve en modo automático, Jhonatan nos había dejado descansar esos días antes de comenzar a mudarnos a nuestro nuevo estudio, había comprado un lugar más profesional y había contratado un par de personas con más experiencia que el para sacar el disco, también su sobrina se uniría a nosotros para manejar las redes sociales y hacer todo lo que hacía Victoria respecto a la fotografía. Ese viernes Camelia me llamo para invitarme al cine. Durante toda la función estuve muy ansioso, salí por refresco unas cinco veces, ella no me decía nada, solo sonreía. La película era buena, no sabía que fuera fan de los súper héroes.

- ¿Estás bien? - me preguntó cuándo íbamos en el auto.

- No, discúlpame, en serio tenía ganas de verte, pero no me he sentido bien.

- ¿Quieres que vayamos a mi casa?

- Si quieres.

Llegamos, puso la cafetera, se quitó los zapatos y comenzó a besarme. En segundos le quité la ropa y recargue su pecho en la barra de la cocina y le hice el amor tan duro que la escuche quejarse un par de veces. Me corrí en su espalda y ella se quedó ahí durante unos segundos mientras yo limpiaba su espalda con servilletas, se dio la vuelta y se sentó sobre la barra.

- No la estás pasando bien ¿verdad?

- ¿Te lastimé?

- Eso no importa, me gustas así- me atrajo hacia ella con sus piernas abrazándome y repartiendo besos en mi pecho - solo veo que no te has sentido bien, ni siquiera pusiste atención a la película.

- Si, el villano era morado.

Sonrió y me beso nuevamente. Pasamos el día juntos, ella caminaba desnuda por todos lados como si yo no estuviera ahí. Me invitó a pasar la noche y acepté. Ella dormía pegada a mí, un aire helado me recorrió la espina como si fuera la punta de un cuchillo bastante afilado, desperté y vi una espantosa sombra mirando a Camelia, como si quisiera hacerle daño. Sabía que de cierto modo el espíritu de Victoria estaba furioso de que estuviera con ella.

Helado De Nuez (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora