¿Quién lo diría? Emma Blacket hija de la directora estaba llegando tarde en su segundo día de colegio. Pero todo esto tiene una explicación, mi hermano Esteban no pudo buscarme ya que tiene hijos que asistir, mis otros dos hermanos estaban en la universidad desde muy temprano y mi querida madre ya estaba en la institución. Para agregarle un poco de emoción a todo esto, mi primera clase era con Milani y ya tendría que saltearla porque no me dejará pasar. El sol me daba justo en el rostro, mis pies pedían por favor un descanso, intenté venir en autobús, pero el maldito sistema de transporte no vio necesario parar cuando le hice la seña.
Las puertas de mi institución se encontraban abiertas de par en par, esperando mi llegada para una sentencia y estoy segura que Milani no dudara en dármela. Los pasillos se mantenían vacíos y debes en cuando algún profesor pasaba. Me senté en los bancos de la secretaría a esperar la salida de mi madre.
―Oh cariño lo lamento tanto ―comentó apenada mi progenitora al verme sentada como una niña de 5 años, a quien sus padres olvidaron en jardín.
―Está bien mamá ¿Puedes hablar con Milani para que no me disponga de un castigo?
―Si cariño, vamos ―depositó un beso en mi frente y camine junto con ella hasta mi salón.
Tocó dos veces y la mujer de adentro abrió la puerta sin entender que pasaba, mi madre le explicó la situación y miss pesadilla me dejó entrar a su clase. Me senté al lado de Logan, quien instintivamente me entregó lo que había escrito en la pizarra. Tan malo no es.
Por lo que tenía entendido estábamos empezando con literatura de Bécquer mi escritor favorito y, santo dios, amaba esta materia, pero no a quien la impartía. Hablaba de toda su trayectoria de vida, pero ya me la sabía de memoria, tendría diez en esta etapa.
En el transcurro de la clase, cruce miradas con Milani unas 5 veces, supongo que no se queda tranquila con la idea de que no le hare nada, he llegado a extremos de maldad al igual que un delincuente. No la culpo, yo tampoco me confiaría.
El timbre sonó y le entregué el libro a Logan para que se lo diese a la miss, yo salí disparada hacia afuera para ver a mi amiga con quien me tocaba la siguiente clase.
―La mañana se acaba de encender ―dijo Brooke graciosa, mientras me tomaba de la mano. ―¿Quieres saltarte esta clase?
―Oh no, mi madre está dando vueltas y prefiero asistir a matemáticas.
―Está bien, solo bromeaba
Nos dirigimos a la clase, no pudimos hablar, ni contarnos nada, porque la profesora nos tiene muy vigiladas y es que mi reputación es bastante problemática.
Tuve una crisis existencial mientras la profesora daba vectores, me sentía demasiado aburrida y la rutina me había cansado demasiado, imagínense que solo llevo dos días de escuela. No me quiero imaginar cuando se vengan los exámenes y comience mi típico ritual de café y libros.
Me encontraba en la cafetería sola, Brooke estaba con su novio y la verdad que verme en una mesa alejada de todos, con un café y mirando por la ventana, me deprimía. Daba angustia sinceramente, me sentía en uno de esos vídeos musicales, donde la chica está sola y melancólica porque su novio la dejo, después de engañarla con todas las personas que se le cruzaron por el camino.
―¿Puedo sentarme señorita Blacket? ―preguntó una voz muy conocida, que acababa de quitarme de mis pensamientos suicidas. Levanté la vista hacia la izquierda y su mirada me dejo tiesa. Asentí para no hacerla esperar más y me acomodé en mi asiento.
―¿Cómo está hoy miss Milani? ―pregunté cordial y educada como se debía. Le dio un sorbo a su café.
―Bien, gracias por preguntar.
Les juro que esa fue toda nuestra charla durante los 30 minutos que permanecimos en esas sillas, no fue un silencio incomodó, fue esa clase de silencio que te dan gusto, comodidad, como quieran llamarle, pero me gustó. Ella no quería conversar y yo menos, esas preguntas típicas y formales me daban asco.
Compartimos miradas unas cuantas veces y la última fue la detonante, su pupila se dilato demasiado y su posición recta la hacían ver muy dominante. Una mujer de carácter fuerte obviamente, yo lo sabía por cómo me gritaba años anteriores. Llevaba dos tazas de café y no la juzgo para nada, ese néctar era delicioso y digno de ser tomado infinitamente.
Se termino el café, adiós a mi vista y la de ella.
―Adiós señorita Blacket
―Adiós miss Milani.
Nos miramos una última vez, el aroma a café se había mezclado con la fragancia de su perfume y me provoco una extraña sensación en el estómago, era el comienzo.
El comienzo de un final despiadado.
Fingiendo realidades
con sombra vana,
delante del Deseo
va la Esperanza.
Y sus mentiras,
como el fénix, renacen
de sus cenizas.
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Aroma a Café
Romansa¿Qué es el amor? No lo sé, dicen que es una sustancia que entra por tus ojos como una fuerte atracción. Que esta ahí, pero no lo ves hasta que empieza a picar y te saca ronchas enormes. Te lastimas, pero te gusta, es necesario ese pequeño dolor que...