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Colocar las luces de este estúpido salón era un infierno, mi madre me despertó a las 7 de la mañana un sábado y todo gracias porque acepté ayudar a la molestia de Milani. Todo culpa mía, por dejarme perder en sus ojos marrones y no preguntar nada sobre qué días la ayudaría. Y cabe aclarar que todavía no he visto su carita bonita por ninguno de los pasillos de esta institución.

De todas formas, les cuento que no estoy sola, hay dos alumnos más de otros cursos que acompañan a otros profesores. Me di el tiempo de conocerlos cuando llegué, Cebas Miller y Rosa Morte van en la misma división de Brooke mi querida amiga. Quien fue inteligente y negó la oportunidad de estar los sábados aquí.

Tan temprano, no la culpo, si hubiera sabido las verdaderas intenciones no aceptaba y ahora estaría en casa, descansando.

Una figura muy conocida entró por la puerta del salón, yo estaba parada en la escalera casi tocando el techo del lugar y mi mente pensó en soltar este enorme juego de luces en su cabeza, cualquiera pensaría que fue un accidente.

Que lindo fantasear con su muerte.

―Señorita Blacket buenos días, me encantaría que baje de allá, arriba la altura no le queda. ―que insoportable, baje de las escaleras y quede a su posición o mejor dicho debajo, yo era 5 centímetros más baja.

―Buenos días Miss Milani, espero que su mañana este siendo tranquila porque la mía definitivamente no ―ella sonrió y una pequeña risa quiso salir de sus labios.

―Me olvidé comentarle que hoy tendría que venir, pero seguro su madre se encargó de eso.

―Hubiera servido que me lo comentara el día que me lo propuso. Quizás tenía la oportunidad de rechazarla y poder dormir un día sábado.

―Ya dejé el escándalo, hace bien despertarse temprano todos los días ―se acercó a mí y tomo la gran bola de luces. ―¿Quiere ir por un café? ―se agachó y dejó lo que acababa de quitar de mis manos.

―La cafetería está cerrada.

―No para mí ―comenzó a caminar y cuando capté las palabras que había dicho la seguí.

La verdad que la cafetería si estaba cerrada, pero ella casualmente tenía las llaves del establecimiento. Entramos y cerró la puerta con llave.

―Para que no escape cuando intente asesinarla. ―giré de inmediato, la verdad que ella si daba miedo y cualquier cosa que digan esos labios me lo creería. Se rio y me empujó con su cuerpo para pasar detrás de la barra.

No hizo falta decirle mi gusto en café, porque ya lo sabía y era común, digo, el café solo, con dos de azúcar es demasiado común. Y quizás yo también lo soy, jugué con mis dedos mientras la miraba prender la máquina.

―¿Siempre tiene una copia de las llaves de la cafetería?

―No, a veces la tienen otros profesores, es rotativo. Los sábados no viene ninguno.

Extendió la taza de café que era para mí y nos sentamos en una de las primeras mesas, alejadas de puertas y ventanas. Aunque era difícil dado que la cafetería era vidrio transparente, no había una sola capa de cemento.

Mi día se pasó en un suspiro lo único que hicimos juntas aparte de tomar un delicioso café esta mañana, fue decorar todo el salón, tengo entendido que este año harán de la efeméride una matiné nocturna, con sorteos y premios. Según ella es un incentivo para que los niños asistan a clase y tengan un propósito por el cual estudiar duro. Es mentira, no funciona.

Mi hermano vendría por mí a la institución, podía caminar tranquilamente, pero él insistió ya que tenía que buscar unos papeles. Estaba acomodando las cajas que no usamos en el depósito, un lugar húmedo y repleto de oscuridad.

―Señorita Blacket su hermano la espera ―hablo Milani detrás de mí, asentí con la cabeza sin mirarla ¿Por qué asentí? Si no me preguntó nada, maldita sea a veces soy tan tonta.

―Está bien miss Milani, saldré en un momento

Cuando iba a girarme para salir de esta asquerosidad de espacio, una de las cajas que estaban en un estante, cayó sin cuidado sobre mí y lo único que hice fue desmayarme por idiota.

Me desperté de aquella pesadilla con un algodón en la nariz, con aroma a alcohol, el doctor era un especialista en despertar desmayadas. Trate de insertarme nuevamente en la vida real pero mi cabeza me dolía.

―Señorita ¿Está bien?

―Sí, me duele la cabeza ―intenté poner mi mano en mi frente, pero unos dedos largos y fríos me lo impidieron. Miré hacia la dirección de donde venía ese brazo y era el de Milani. Negó con la cabeza y baje mi mano.

―Muy bien, colóquele esto en la frente, ya regreso.

Milani se acercó a mí con una gasa bañada literalmente en alcohol, lo supe por el aroma tan horrible que desprendía esa gaza.

―¡Auch! ―gemí del dolor al sentí el líquido entrar en mi frente, me había provocado un gran corte y eso se hizo notar cuando el alcohol fue cruelmente apoyado en esta.

―Blacket no sea tan llorona y déjeme limpiarla ―en algún momento cuando gemí de dolor, le sostuve el brazo a Milani para que no me pusiera nuevamente la gaza en la frente.

―¿Quiere que le haga una herida y le ponga alcohol? ―ella soltó una carcajada y se sentó sobre la camilla donde yo estaba.

―No seas una llorona y déjame limpiarte.

―Está bien, haz lo que tengas que hacer, pero rápido ―musité con miedo

Cerré los ojos y le solté el brazo, no sentí la gaza en mi frente, ella no estaba haciendo nada, así que abrí los ojos nuevamente y me encontré con su mirada marrón, cada vez se me hacía más clara, que miraba mis labios descaradamente. Acercó su cuerpo al mío, ¿Qué estaba haciendo esta mujer?

No puedo mentir, deseaba tanto que me besara.

A solo 10 centímetros de su cara, nuestras respiraciones eran una sola, combinándonos en una sola sustancia y compartiendo oxígeno.

Su mano izquierda acaricio mi mejilla suavemente y a lo lejos, se sentía que venía el doctor hablando con una de las enfermeras, estaba hechizada con sus ojos que no podía despertar y alejarme, cuando menos me di cuenta, había estampado la gaza en mi frente provocando un dolor tan grande que me hizo gritar.

Ella por un lado solo se rio muy fuerte, pero depositó un pequeño beso en mi mejilla.

Algo no estaba bien, aquel beso no lo sentí, me tomó tan de sorpresa que ni si quiera pude disfrutar del sentimiento, de sentirla por una vez en la vida cerca y besándome...

Y esto, no estaba para nada bien, su acto inconsciente comenzó alborotando mis sentimientos y hormonas. ¿Sera mi fin? Muy seguramente que lo sea.

―Eres... ―susurré subiendo mi mano

―¿Soy que señorita Blacket? ―preguntó, ignorando el hecho de que la había tuteado, la miré y esperaba una respuesta rápida

―Una persona maquiavélica ―no era la palabra, iba a insultarla.

―Ah ja ―dijo y lució una sonrisa, satisfecha ante mi acto de evasión.


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Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora