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Papá entró a mi habitación mientras yo jugaba a las muñecas con mi gran casa rosada, había insistido muchísimo para que me la compren y finalmente se dio. También tenía otros deseos por cumplir, pero este había sido el más importante, contaba con 7 barbies, en algún momento también pedí 7 ken, uno para cada muñeca, pero nunca fue cumplido. Tuve que conformarme con la idea de que serían lesbianas, todas. Realmente no era necesario un varón, ellas podían amarse y quererse sin importar su sexo. A papá le pareció divertido y le gustaba admirar mientras jugaba, cuando no tenía trabajo, se sentaba a mi lado y tomaba posesión de alguna.

Su favorita era la barbie Triza, una morena con el cabello trenzado y con todos sus accesorios.

―¿Qué estación es papá? ―pregunté, me lo había dicho esta mañana, pero lo olvido, es un poco costoso recordarlo

―primavera

―¿Y cómo era?

―otoño, tu cumpleaños ―agregó y sonreí, levanté mi vista, en su manos sostenía una pipa, a veces cuando no quería comprar cigarrillos fumaba de su pipa de madera, el aroma a viejo me provoco un estornudo ―Salud ―susurró y sonrió ―otoño, invierno, primavera y verano

―En verano es tu cumpleaños ―nombré y el asintió

―Cariño ¿Tu morirás por amor? ―preguntó, apreté mis labios y dejé de jugar con mis muñecas.

―Si no tuviera tu amor papá, moriría ―contesté ―Si no tuviera el amor de mamá, también moriría ¿Tu morirías por amor papá?

―Por supuesto ―sus ojos estaban cansados, desorbitados y perdidos. Se levantó del asiento, beso mi mejilla abrazo mi pequeño cuerpo.

―¿Cuándo vendrá mamá?

―No lo sé ―se acercó a la puerta y se giró para verme ―Tu madre nunca esta y nunca volverá.

Sin entender mucho a que se refería, seguí jugando con mis muñecas, lo vi perderse por el pasillo y me pregunté, ¿Por qué el moriría por amor? ¿Por mamá? O ¿Por mí?

Cuando creía que era suficiente tiempo jugando, el estómago me crujió, tenía hambre y planeaba pedirle a papá que me preparé un gran tazón de cereales con leche.

El silencio era un poco siniestro, había un rechinido, como el de las puertas en las películas de terror, a medida que me acercaba a la escalera se hacía más audible, me asomé solo un poco por el barandal y él estaba ahí. Bajé las escaleras rápidamente, el corazón comenzó acelerarse de una forma inoportuna, una sensación que jamás había experimentado. Mis ojos se llenaron de lágrimas, tanto que la visión se perdió y se veía completamente borroso.

―¡Papá! ―grité desesperada al notar que su cuerpo se balanceaba hacia delante y hacia atrás, tomé sus pies para que se detuviera, quería bajarlo, pero la fuerza que necesitaba era mucha.

No tenía la fuerza para bajarlo y ayudarlo, él se quedaba sin aire, sus ojos llenos de lágrimas y desorbitados me observaban, no era posible que lo último que vea al morir, sea a su pequeña hija de 10 años intentando salvarlo.

El recuerdo de mi padre me atormenta, me hunde y me quiebra en un silencio de dolor, que nadie puede entender, aquello que tanto me costó, no podía dejarlo ir, a él se le había roto el corazón mucho más cuando lo descubrí en pleno acto de cobardía. Si tan solo, yo hubiera podido levantar su cuerpo o cortar la soga el estaría vivo, el estaría aquí conmigo, diciéndome que esto que siento es amor.

Que todo estaría bien...

Pero no.

No estaba bien y él no estaba aquí.

Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora