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Y bueno, aquí estaba, yo Emma Blacket en la sala de castigos.

La bruja de Milani estaba enojada de verdad, porque me mandó toda la tarde a detención. Eran las 16:30 pm, mi penitencia terminaba a las 19:00 pm, lo peor de todo esto es que mi madre permitió mi extensa detención "Así pensarás mejor todo" me dijo y luego se retiró a las carcajadas por el pasillo.
Me levanté del pupitre, ya no encontraba posición en ese incómodo asiento, seguramente Brooke la debe estar pasando mejor que yo.
La puerta se abrió de par en par y frente a mis ojos se mostró la figura de María, completamente seria. Se había cambiado de ropa, creí que no podría hacerlo, hubiera sido divertido verla con aquello sucio y manchado.

―¿Qué tal su estadía aquí señorita Blacket? ―preguntó pasando por detrás de mí. Sentí su respiración pegada a mi cuello y su cuerpo tocó delicadamente el mío.

―Bien, nunca la pasé tan bien como ahora ―susurré entre dientes, sus manos se deslizaron por mi cintura, está de más decir que yo seguía con la misma ropa de esta mañana, me volteo brutamente y sus dedos hicieron contacto con mi camisa.

―¿Qué hace?

―¿No quiere una camisa nueva? ―quité su mano de mi cuerpo

―No me tocarás, no te quiero cerca de mi ―soltó una pequeña risa, bajo sus manos, pero sus ojitos cafés seguían expectantes a los míos.

―Creí que te gustaba estar aquí ―susurró cerca de mis labios, me incliné para atrás mientras negaba con mi cabeza.

Suspiró pesadamente y se retiró de mi vista.

―Perra

―¡Te escuché! ―gritó, pero no se detuvo

¡Obvio que tenía el derecho para estar enojada! Me mandó a detención, solo por estorbar en el camino, pero es que... ¡Ella ni siquiera venía mirando por donde caminaba!

Mi teléfono comenzó a sonar, tenía la suerte de que no me lo habían quitado, pero de igual forma, era aburrido estar aquí.

Atendí.

―Cariño ¿Por qué no has llegado aún?

―No llegué... porque la señorita Milani me mandó a detención ―cuando di conciencia de mis palabras ya era demasiado tarde, había nombrado a María ante mi abuela y ahora me pediría explicación. Me quedé completamente en silencio y mi cara había cambiado de color a un blanco pálido. Tragué saliva y de la otra línea se escuchó.

―¿Qué hiciste para molestarla? ―no le importó en lo absoluto, solo fui yo quien se hizo mucha película en solo 10 segundos.

―Estorbé en el pasillo y sin querer derramé mi batido sobre su cuerpo. ―di un suspiro largo y mi abuela se río de mí, de la situación y de lo brava que se puso por algo tan simple. A su lado estaba Franchesca que también reía.

Soy una idiota definitivamente.

―Bueno cielo, te veo cuando tu castigo finalice ―contestó entre risas. Y colgó la llamada.

Milani te odio.

Una hora después, descubrí que nadie de aquí estaba controlando mi sentencia, tomé mi mochila dispuesta a marcharme a casa, ya no sería cómplice de los caprichos de María.

Pero no era un buen día para mí.

María me tomó por los hombros, devolviéndome de nuevo hacia dentro, pero esta vez, cerrando la puerta del salón.

―Sabía que ibas a escapar ―susurró ―Bajo mi vigilancia nadie se va

―Quería ir al baño

―Si claro ―se encamino hacia el librero, la puerta estaba sin seguro podía comenzar a correr hacia la salida, yo solo quería estar en casa leyendo un buen libro o mirando alguna serie. Deslizó sus delgados y largos dedos por los libros, buscando el correcto.

Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora