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Afuera llovía como si el cielo se fuese a caer, sentí las gotas golpear con fuerza las tejas de la casa, a mi lado se encontraba un cuerpo inmóvil y desnudo, que dormía plácidamente, sin preocupación. Estiré mi brazo, dado que tenía el cuerpo de María encima de mí, era imposible moverme, tomé mi celular. Tenía un mensaje de Claris informando que no llegaría y varios mensajes de mi amiga Brooke. Mire el horario, 08:44 Am.

¡No!

Por dios las clases, nos dormimos de más.

―¡Milani! ―exclamé, en un tonó de voz elevado e intentando quitarla de encima mío, pero tenía el cuerpo muy pesado.

―Buenos días Blacket ―susurró con una sonrisa y dejando un pequeño beso en mis labios. ―¿Qué hora es?

―La hora en la que yo llego tardísimo a la institución, están por ser las nueve

―¡Qué! ―gritó y se quitó de encima mío de inmediato. Comenzó a buscar su ropa por el suelo y recuerdo que vinimos en ropa interior al cuarto. Miré por la ventana mientras me cambiaba y si, sin duda su ropa estaba tirada al lado de la piscina, toda mojada.

―María ―me miró ―Tu ropa está afuera ―abrió los ojos como platos y aferró la cobija a su cuerpo.

―¡Mierda! Emma voy a llegar tarde al trabajo, necesito que vayas y me busques ropa ―me entregó las llaves de su hogar

―¿Qué te busco? ―pregunté

―Confió en tu buen gusto, ve ―me empujó fuera del cuarto, bajé las escaleras como si flotara por el aire y cuando menos lo noté, estaba fuera de casa.

Llovía, definitivamente llovía.

Abrí la puerta de su casa, subí las escaleras y con eso declaro que hice mucho ejercicio por hoy. Su habitación se veía como un chiquero, traté de ignorar, los libros, las hojas, apuntes y demás.

Abrí el armario. ¡Santo cielo Milani!

Rebusqué en su desastre y me marché de nuevo a mi hogar

―María no puedo creer que seas tan desordenada ―acusé y blanqueó los ojos

―Era obedecer mi pedido, no mirar mi desastre ―tomó lo que pronto vestiría su cuerpo ―Emma te olvidaste la ropa interior

―Ve desnuda ―susurré

―¿Es un chiste?

―Sacá algo de mi cajón ―dije entre risas, se acercó a este y se quedó mirando la foto que se mantenía pegada a la pared.

―¿Qué le pasó a esa foto?

―Nada que no se mereciera ―comenté, tomé mi mochila y esperé a que se vistiera.

―¿Y quién es? ―deslizó por sus piernas unas bragas de encaje rojas.

―¿Puedes apresurarte?

―¡Uy! Tema equivocado ―bromeó

―Es mi papá ―dije finalmente, me miró y su boca se entre abrió para decir algo, pero su celular comenzó a sonar, nos asustamos cuando vimos el nombre de mi madre en él.

Contestó y apretó el alta voz.

―Hola ―saludó con cierta duda

―Buenos días profesora Milani, disculpe que la moleste, pero tengo aquí el informe que me pidió ayer, pero usted no ha llegado aún ―soltó el aire que tenía atravesado en el pecho y cerró los ojos.

―Si, estoy por llegar, tuve un inconveniente

―Muy bien, la veo en mi oficina apenas llegue por favor.

Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora