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―¿Qué es el amor? ―leí en voz alta el nombre de la obra que se iba a estrenar a inicios de diciembre, llevaban al menos dos meses practicando sus guiones y haciendo lo posible para que todo este perfecto. El profesor de teatro, insistió en que debía participar, pero logré hacer de las mías y quitarme ese peso.

En este largo tiempo y tortuoso proceso de superación personal, mi madre siguió estando molesta conmigo, pero tampoco me tomé el tiempo de hablar con ella, digo, si ella no quiere hacer las paces, yo tampoco. María estuvo molestándome con que debía ir y pedirle perdón, pero en un intento de no gritarle, la mandé literalmente a la mierda.

Se molestó muchísimo.

Me tomó más de dos semanas lograr que me preste atención, mis disculpas no eran suficientes, hasta que finalmente logre encerrarla en el baño de profesores y ahí sí tuvo que mirarme, no tenía otra opción.

Me reí.

―No cambiarán el nombre de la obra, yo también pregunté ―dijo María a mis espaldas. ―Me parece absurdo ¿Qué es el amor? ―me reí y luego la miré.

―¿Qué es para María Milani el amor?

―¿Quieres tener esta conversación en mi oficina? ―preguntó, sonreí y negué. Colocó sus ojos de nuevo en el cartel. ―El amor es una sustanciá que entra por tus ojos como una fuerte atracción. Que está ahí, pero no lo ves, hasta que empieza a picar y te saca ronchas enormes. Te lastimas, ―suspiró y colocó sus ojos cafés sobre los míos― pero te gusta, es necesario ese pequeño dolor que viene disfrazado de amor. Te hace querer morir y más cuando es totalmente prohibido e incurable.

―Casate conmigo ―susurré

―Señorita Blacket ―retó, mirando alrededor, pero no había nadie y posó una sonrisa en sus labios. ―Estas demente Emma ―susurró y se alejó de mí, pero le seguí el paso. Entrelacé nuestras manos y la atraje hacia la habitación de limpieza. ―¡Vas hacer que nos descubran! ―exclamó molesta

―Mírame ―supliqué

―¿Qué?

―Casate conmigo ―susurré y su rostro se iluminó

―¿Tomaste mucho café esta mañana? ―preguntó divertida, mis manos se deslizaron por el contorno de su rostro y atraje su boca a la mía, uniéndonos en un beso. ―¿Quién se casa a los 18? ―preguntó

―Tú ―respondí y esta negó con la cabeza, miró la hora en su reloj.

―Me casaré contigo cuando no esté casada con otra persona

―Bueno, vamos a obligarlo para que firme

―En definitiva, hoy has tomado mucho café ―besó mis labios rápidamente y se marchó de ese pequeño espacio. A los segundos el timbre sonó, el día institucional había finalizado.

Los pasillos comenzaron a llenarse del alumnado de la institución, tenía un plan muy perfecto para el día hoy, me sentía raramente más enamorada de María que de costumbre y le rogaría para que hagamos algo más que beber café.

―¿Quieres que te lleve? ―Sean se apareció enfrente de mí, con esa sonrisa brillante y esperaba una respuesta de mis labios.

―No, gracias ―suspiré ―Es un perfecto día para caminar

Luego de que María me diera el ultimátum, de terminar lo que fuese que había conmigo y Sean, di por cerrado nuestro vínculo afectivo, lo tomó muy bien, tanto que manteníamos una relación más sólida siendo amigos.

Salí de la institución con una pequeña sonrisa en mi rostro, había sido un día bueno, no pasó nada interesante, pero fue tranquilo, estaba terminando el año de la mejor manera, a excepción de la falta de mi madre, pero lo demás estaba todo bien, buenas calificaciones y un antecedente impecable. Pero nunca olvidemos el 5 que me puso Milani.

Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora