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Pasaron tres meses desde el inicio de mi tortura escolar, mi madre ya se puso en modo encendido y no me veía mucho, el trabajo la estaba consumiendo. Por suerte mi puntaje escolar iba muy bien, no tenía problemas con ello. Mi querida amiga Brooke estaba desaparecida y la única vez que lograba verla era al inicio de la mañana en la puerta junto a su novio. No me molestaba que no me dedique tiempo, yo estaba bien sola y me dio la oportunidad para conocer nuevas personas.

Como por ejemplo a la señora de la fotocopiadora, que me contó que estaba cansada de trabajar para un egocéntrico hípster, me reí muchísimo ese día. Y para que sepan con miss Milani seguíamos frecuentándonos en la cafetería, se sentaba, yo le preguntaba cómo estaba, respondía con un bien y el silencio nos inundaba. ¿Qué extraño no? Que falten palabras o coraje ¿Quién sabe?

Tenía una teoría, quería tenerme lo suficientemente cerca para no darme tiempo para planear una retorcida broma de maldad.

También, volviendo a lo anterior, me faltaba coraje, me daba vergüenza decir algo que la haga sentir incomodá o la moleste y con eso se levante del asiento, dejándome sola, si soy insegura.

Una mañana la atrapé mirándome desde la biblioteca, fui a buscar un libro y ella se quedó observándome, cuando noté su mirada intensa simplemente quitó la vista y se fue. Extraña mujer, extraño su comportamiento, no la fastidio como antes, eso dejó de ser divertido. Mi madre nos atrapó sentadas juntas, pero no se acercó a mí y cuando llegué a casa, me comentó que era extraño que estuviera sentada conmigo, ya que no lo hace con nadie, es una mujer muy reservada y uso una palabra... Protocolar.

Lamentablemente hoy tendría que saltarme la cafetería, porque la profesora de matemáticas me mandó a detención por no entregar uno de sus estúpidos trabajos, le contesté de mala forma y terminé aquí. En está aula vacía, podría irme si quisiera, pero verían la pizarra donde está mi nombre escrito y me llamarían la atención por no estar aquí. Mi hermano Esteban debería estar supervisándome, pero me pidió que no haga escándalos porque no podía llegarse a controlarme. Me levanté de mi pupitre y caminé hacia los estantes de libros, no había nada interesante, mi celular quedó en custodia y estaba a punto de morir del aburrimiento.

―¿Le apetece un café? ―aquel acto me tomó por sorpresa y di un salto del susto provocado.

―¡Dios! ―exclamé asustada y llevé mi mano a mi pequeño corazón, los latidos golpeaban fuertemente mis demás órganos internos. ―No haga eso

―¿Hacer qué? ¿Traerle café a detención?

―No, lo de entrar muy silenciosamente, hablar fuerte y matarme del susto. ―ella río y luego mordió su labio

―No ha muerto ―contestó volviendo a su fornida posición.

―¿Cómo supo que estaba aquí? ―preguntó curiosa, mientras tomaba el café que me ofrecía. Nos sentamos en el escritorio, este ambiente era demasiado pequeño para las dos.

―Considerando que no estaba en la cafetería sentada como siempre, supuse que estaba aquí. ―levanté la ceja y blanqueé los ojos -Bueno no, leí tu nombre bien en grande en la pizarra ¿Qué hiciste de malo?

―Nacer. ―ella soltó una audible carcajada, la más sincera que escuche de sus labios carmesí ―Alzar la voz y contestarle a la profesora de matemáticas.

―Es usted una mocosa atrevida ¿Lo notó?

―Claro que sí, mi reputación es importante en esta institución. ―sus ojos me miraron divertidos y no tardó mucho en llevar el vaso a sus labios.

De nuevo se formuló ese silencio, esta vez me removí incomodá en el asiento, sus ojos no dejaban de verme y una parte de mi me obligó a bajar la vista, estaba avergonzada, en cierta forma.

―Cuénteme un poco de usted señorita Blacket ―soltaron sus labios y levanté mi ceja con sorpresa, veo que no será un día como en la cafetería, esto sería diferente.

―¿Qué quiere que le cuente de mí?

―¿Tiene novio?

Me quedé mirando un punto fijo en el suelo y la verdad es que no, nunca he tenido novio o novia en todo caso, estoy abierta a lo que mi mente decida. Nadie me atrajo lo suficiente como para pasar a ese nivel.

―No ―contesté sin agregar nada más, pero debía preguntar si ella lo tenía. ―¿Usted?

―En algún momento de mi juventud estuve casada y cuando me divorcié no pensé en tener pareja nuevamente.

―Oh yo creí que era una mujer hecha ―ella levantó la ceja, lo que había dicho estuvo mal. ―Me refiero casada, con hijos, lo típico para alguien de su porte ―iba a decir edad, pero no estaba segura de cuantos serían los años en los que ha estado aquí y debía ahorrarme cualquier frase que la ofenda.

―Es un poco machista su pensamiento señorita Blacket

―Lo siento ―me disculpé, tenía razón fui antigua.

―Pero la entiendo ―se río suavemente. ―En fin, la busqué esta vez porque tengo que organizar la próxima efeméride y quiero pedir de su ayuda ―se acomodó el cabello ―No me agrada ninguno de mis alumnos como verá y creí que lo mejor era consultarle a usted

―¿Yo le agrado? ―se bajó del escritorio y se puso enfrente de mí. Podía sentir su perfume a vainilla y mi estomago nuevamente me dio un vuelco. Debería ir al médico para saber qué me pasa.

―No señorita Blacket, pero puedo estar en silencio con usted sin incomodarla, puedo observarla y no dice nada. ―se acercó ―Le gusta aguantarme la mirada y claro que noto como me examina, pero no me molesta. No me agrada señorita Blacket, pero estar con usted en una mesa tomando café y dejando que el silencio hable, me da comodidad. No me agrada, pero es mi primera opción y la única.

Estábamos demasiado cerca y el oxígeno en este salón era muy poco. ¿O quizás esa mujer me lo estaba quitando? Sonreí al ver que todavía esperaba mi respuesta, su postura firme a casi 5 centímetros de mi cuerpo, su mano se apoyó al costado del escritorio acorralando mi torso por si quería salir corriendo. En ese instante todo fue una nube blanca y unos ojos marrones que me miraban expectante ante una respuesta.

―Sí, la ayudare ―contesté finalmente.

Sus ojos se cerraron y respiró profundo capturando mi respuesta y mi aroma en sus fosas nasales. La campana la sacó del mundo en el que estábamos, en este planeta vació, donde solo habitamos mi profesora y yo.

Esta situación era muy extraña.

Mi mano tocó la suya que aún estaba apoyada en el escritorio, me bajé de este y la distancia no era nada. Mi corazón se detuvo una milésima de segundos y ella abrió los ojos, morí. Pero resucité cuando me miro los labios descaradamente, Milani estaba perdida en mí y ahí yo me perdí en ella.

Fue un movimiento bruto el mío, no planeaba besarla, ni que ella me besé, pero su cercanía me embriagó tanto que sentí que iba a morir y extrañamente sus dedos acariciaron los míos, pero la realidad volvió a golpear su cabeza.

Se alejo torpemente de mí, me miraba tan extrañada, la situación había sido tan rara, tanto para ella como para mí, la observé alejarse rápidamente del pequeño espacio que albergaba nuestros pensamientos y cuerpo. Había algo, algo raro en todo esto. 


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Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora