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―Buenos días ―saludé entrando al gran comedor. Al parecer la madre de María, también se quedó aquí, solo espero que no se percataran de los ruidos que salieron de mi boca, de su boca y el rechinido de la cama.

―Buen día ―contestaron al unisonó.

Deslice la cuchara de azúcar por la taza, era lo que necesitaba en un día tan frio, las ventanas se encontraban abiertas y permitía que entraran los rayos del cielo gris. La abuela me comentó que vendría mi madre por mi a las 17, tendría que decirle a María que se esconda y que no salga, seria un caos si se ven.

Milani todavía no había despertado o si, no lo sé, me pase a mi habitación a media noche y después de lo que había pasado anoche prefería no verla, mi vergüenza era mucho más grande.

―Iré al parque

―¿Para qué? El día esta muy gris mi niña

―Si, pero es lindo

―Dejala Claris, seguro quiere ir a ver a alguien ―susurró y ambas rieron, mi vergüenza se subió a mis mejillas.

Negué con mi cabeza, subí las escaleras para buscar un abrigo y mis auriculares, no sabía exactamente qué hacer en el parque, pero lo principal es analizar lo que estaba sucediendo, era mucho para mi pequeña mente adolescente. El aire frio golpeó la punta de mi nariz, provocándome un estornudo y me detuve para poder controlarlo.

El parque no estaba muy lejos, a unas 7 largas cuadras de aquí, al menos tenia, hay barrios cerrados que no cuentan con este privilegio de un espacio verde.

Varias personas salían a gastar su tiempo en el ejercicio con este frio, yo tendría que haberme quedado en casa para mirar alguna tonta película y aprovechar del poco tiempo que me queda con Milani. Era un buen momento para pensar que podría quedarme en la casa de mi abuela un tiempo más. El lugar era seguro, el parque estaba cerca y bueno Milani, era mi primera excusa para quedarme, no podría dormir con ella todas las noches, pero si verla en las mañanas, admirar como bebe su café y esa pequeña mueca que hace cuando algo no le gusta.

Me senté sobre un viejo banquillo para admirar a las personas correr, otras simplemente estaban tiradas en el frio césped, están dementes, todos aquí están dementes, unas frías manos se colaron por mi cuello y brinqué del susto al ver los ojos cafés de Milani sorprenderme.

―No estabas cuando desperté ―acusó, se sentó a mi lado y trató de buscar un poco de calor en mis brazos, esto nos podía poner en peligro a ambas. ―Tranquila aquí no vive nadie de la institución, es un barrio bastante costoso.

―Discúlpame, pero creo que cualquiera que trabaje en mi institución puede pagar esto ―sus labios chocaron con los míos de inmediato evitándome que continuara hablando, mi voluntad cedió y le di permiso a que me envolviera en lo cálido de sus brazos.

―Tu abuela me dijo que hoy te iras ―susurró, no contesté. Sin embargo, el ruido de su corazón me daba una cierta tranquilidad, pero para este momento ya me sentía bastante inestable.

―Si, así parece

―Quiero que te quedes ―confesó ―Me gusta estar contigo y recuerdas ayer por la noche cuando me dijiste que, si yo averiguo lo que sentía por ti, te lo digiera ―asentí ―Bueno, esto me aterra siendo sincera, eres la primera mujer en la que me fijo y no sé cómo se continuar con esto. ―balbuceó ―Pero si de algo estoy segura es que me he enamorado de ti, Emma.

Cerré los ojos inmediatamente, mordí levemente mis labios, yo necesitaba que digiera eso y cuando lo he escuchado, sinceramente no se... que decir. ¿Qué digo? ¿Qué también lo estoy y así desato el caos?

Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora