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Un vestido negro ajustado al cuerpo, me abrigaba esta noche tan fría. Un tapado del mismo color caía limpio sobre mi espalda, mi cabello suelto y alisado.

Mi cuello era abrazado por un collar de perlas que pertenecía a mi madre, mi hermano estaba a mi lado acomodando su esmoquin y en el gran espejo del living, se encontraba mi madre con un jean negro, una camisa y su cabello atado en una coleta alta. En su mano derecha sostenía su teléfono, mientras nos miraba con un amor.

―¿Ese vestido es para un funeral?

―¡Esteban! ―lo retó mamá

―Es para tu funeral

―¡Emma! ―ahora yo fui retada, se molestaba mucho cuando hablábamos de muerte en casa

Terminé de maquillarme y mientras esperaba que Sean O'Brien viniera por mí, revise mis redes sociales, nada en Facebook, nada en Instagram, ni Twitter, mi vida social era demasiado deprimente. Se me ocurrió la magnífica idea de ver si Milani poseía una cuenta en Instagram, escribí su nombre unas 30 veces hasta que finalmente encontré un perfil, estaba público, tenía dos solitarias fotos.

Verla en foto me estremeció el estómago, sonreía normal, no era exagerada y no mostraba sus dientes, era una sonrisa tranquila. En la otra foto, salía junto a un hombre, quien besaba los labios de la miss y apretaba su cuerpo con su mano. Quizás era el, con quien había estado casada alguna vez, ambos poseían un anillo de bodas en su dedo anular, rápidamente miré cuando fue la última vez que posteó.

17 de febrero de 2015.

Hace mucho tiempo, ya no lo usa.

No se veía tan diferente, esta igual de joven.

El claxon de un auto se oyó afuera, tomé mis cosas y me apresuré en salir, no haría esperar a mi cita, el muchacho de ojos azulados o verdosos, depende el día, se bajó del asiento del conductor y muy gentilmente se acercó para abrirme la puerta.

―Emma estas hermosa ―sonreí sonrojada ante esas palabras.

―Gracias tú también.

Una vez dentro del vehículo, conversamos de cualquier cosa, deporte, música, que haríamos después del baile y bla, bla, bla.

Sean O'Brien era de esos chicos que toda niña sueña cuando es pequeña. Caballeroso, educado, una estabilidad familiar bastante recta e hijo único, el niño perfecto con quien se termina un cuento de hadas. Y lo admito yo también soñaba con él, no con Sean, con ese tipo de hombres. Pero él estaba bastante bien. ¿Me pregunto si esa belleza exterior también la guarda en sus pantalones?

―Llegamos señorita ―dijo el muchacho sacándome de mis pensamientos pervertidos y atrevidos. No me juzguen tengo 18 años y explorar mi cuerpo es algo normal, la sexualidad es algo que debe disfrutarse y no reprimirse, palabras de Brooke.

La música sonaba fuerte en la institución, no había problemas con vecinos porque el establecimiento estaba bastante lejos de los hogares. Nunca había visto tan lleno este lugar, este año se sumaron muchos estudiantes y eso por la increíble fama que tenía la institución. Niños riquillos y egocéntricos, ya sabemos cómo termina siempre esto.

Entrelazamos las manos con Sean, él tenía un agarre fuerte y seguro, varias chicas miraban con envidia la escena que yo estaba teniendo, así es perras, el señorito viene conmigo.

―Te buscaré para bailar luego. ―le dije a Sean y cuando estaba por responderme ya estaba bastante alejada.

Al entrar al salón quede embobada por lo hermoso que se veía todo, las luces le daban al gran salón ese tono de invierno, en el escenario estaba el equipo de DJ pasando canciones tranquilas, mi madre al lado de las bebidas controlando que no le pongan alcohol al ponche o más bien jugo de naranja y mi hermano en la otra punta hablando con el profesor de historia.

Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora