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*Un tiempo después*

Las tostadas salieron disparadas, había olvidado por novena vez correr la barrera que las sostendría adentro. Hoy comenzaba la primavera y el calor que hacía era impresionante, día para festejar la estación entrante. Mi abuela entró a la cocina conversando con Franchesca.

Ella y María se habían mudado enfrente, así que ya no me la cruzaba por los pasillos de la casa, luego de todo lo que habíamos comenzado a experimentar, nos detuvimos un poco, yo tenía mucho estudio y ella mucho trabajo. En la institución se había desatado el rumor de que yo, tenia ciertos beneficios en la materia de lengua y literatura, tanto que nos obligamos a dejar el amor de un lado.

Estábamos en peligro.

Mi madre se había visto en la situación de un interés extraño por Milani, la incluía en todos los actos escolares y prácticamente la estaba sobreexplotando. No podía decirle absolutamente nada, me pondría en evidencia.

Me pidió la descabellada idea de insinuar tener algo con Sean, que no lo bese, porque advirtió que si mi boca tocaba la de él lo asesina y en su momento me pareció estúpido, hoy también me sigue pareciendo estúpido.

Aunque la libraba a ella del rumor, me hundía a mi en el amor... pero ¿Qué es el amor? Cada día que se alejaba me acercaba a Sean y me quitaba de Milani, dolía.

Plan descabellado y sin sentimiento, pero inteligente.

Y con Sean, compartíamos momentos, el me llevaba a cenar, bebíamos café, mirábamos películas, matábamos el tiempo y era lindo, su compañía no se sentía tan fea después de todo.

―Emma, María me preguntó por ti, deberías ir a verla está sola en casa ―me comentó Franchesca, tragué grueso.

―Oh la veré luego, estoy de salida

―¿A dónde iras?

―Sean me invito a un recital e iremos con Brooke y su novio también.

―Que divertido, una salida de 4

―¿Te estás cuidando? ―preguntó mi abuela de repente, quedé helada ante su pregunta.

―Yo... ¿eh?

―Es importante que no te contagies de nada

―Claris tiene razón, los adolescentes están acostumbrados a meter su pene en cualquier lado ―aportó Franchesca, esta conversación me estaba dejando demasiado incomodá.

―Para dejarlas tranquilas a las dos, yo todavía soy virgen ―bueno, casi virgen―Y cuando pase, estoy segura que me cuidaré

―Me alegra saber eso.

Ambas me sonrieron y me salí de la cocina mordiendo una tostada, tomé mi bolso que se encontraba en el suelo y las llaves del auto de mi abuela. Sin duda quedarme a vivir aquí era una de las mejores decisiones que tomé en mi vida, me iba y volvía en auto, cosa que con mi madre no pasaba. Tiré mis pertenencias en el baúl y cuando iba a subir, la madre de María se acercó a mí.

―Antes no he tenido tiempo para estar a solas contigo y hablar sobre mi hija

―No quiero ser mal educada Franchesca, pero ahora tampoco hay tiempo ―estaba por abrir la puerta del vehículo y su cuerpo me lo impidió, apoyándose en está. Ahora veía que María era idéntica a su madre.

―No entiendo que ha sucedido entre ustedes Emma ―miré sus ojos rápidamente, me sentí expuesta, ella sabía más de lo que le mostrábamos al mundo. ―Amo tanto a mi hija, Emma, por alguna extraña razón tu le hacías bien

―No paso nada entre nosotras, solo que ya no tenemos tiempo para estar juntas.

―¿Por qué no te creo?

Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora