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El día lunes amenazaba con arruinar mi vida entera, mi abuela se movía apurada por la casa murmurando cosas y buscando algo en particular, no pregunté, porque mi vista estaba en mi taza de café y no tenía muchos ánimos para crear una conversación. Pero sabía que estaba así porque tenía cita médica, no era nada fuera de lo normal, solo un chequeo de rutina y ella ama esos momentos de atención.

Y para completar, estaba llegando muy tarde, se puede decir y afirmar que esa mujer ama llegar temprano a todos lados.

No obstante, la persona que, si iba llegar tarde a su clase sería yo, llevaba 30 minutos tratando de terminar mi desayuno, ni siquiera había tomado el tiempo de vestirme decentemente y es que el pijama se sentía tan cómodo, en este horario de mañana.

―Cariño ¿Eres consciente de que necesito mi auto? de todas formas, si te alistas ahora rápido, puedo alcanzarte ―cerré los ojos y ahora sí mi lunes estaría fuerte, el auto bus llegaría con muchas personas y gente rozando mi cuerpo, el calor comenzaba ser un problema.

―Iré en autobús, ve tranquila ―contesté y ella asintió, se acercó para besar mi frente. Su perfume a rosas impregnó mi burbuja de protección y este me dio una leve arcada. Ese perfume lo odio.

Con muy pocas ganas, dejé la taza, ya terminada sobre el fregadero y arrastrando mis pies caminaba escaleras arriba, quité la prenda con la que había dormido. En la silla de mi habitación estaba la ropa de mi institución, había olvidado por completo plancharla, pero ¿Qué más da? se arrugaría de todas formas.

Miré la foto de mi padre, el pedazo de cinta que le pegué hace un tiempo ya no sostenía la lámina, suspiré profundamente y la tomé en mis manos. En unos días seria su aniversario de muerte. Mamá creé que debería ir al cementerio para ver su nombre plasmado en la lápida, llevarle flores y hablarle. Pero es que no entiendo, como alguien a quien lastimó mucho no lo odia de la misma forma que yo.

La rompí y la deje encima del escritorio, para poder continuar con lo mío.

Luego de terminar mi rutina de preparación, procuré bajar las escaleras con mucho cuidado, ya estaba lista para irme al mismo infierno.

―¿Cómo estás niña? ―preguntó Marce, pasando por mi lado y caminando hacia la cocina, seguí su cuerpo, había dejado mi celular encima de la mesa.

―Bien, me siento bien ¿Usted?

―De maravilla, ¿No estás llegando tarde al colegio? ―preguntó, miré la hora en mi móvil, definitivamente estaba llegando muy tarde.

―Diablos, si el autobús ―salí rápidamente de la casa, odiaba esto, odiaba tener que caminar y tomarme ese coche con mucha gente. Comienzo a considerar que vivir aquí, fue una terrible idea.

El sol brillaba en el cielo, las nubes hacían una combinación celestial, ¿Este es el cielo? Me pregunté al ver los colores tan nítidos, el sonido de mi móvil me sacó de mi inspiración mañanera y tomé la llamada.

―¿Emma quieres que te recoja en la entrada de Temperley? ―Temperley es el barrio privado donde ahora vivo, no se llama así en realidad, era un pequeño chiste de Sean.

―Si, por favor

―Estoy pasando...

―Quédate ahí, estoy llegando.

Colgué la llamada, reposé mi móvil en el bolsillo de mi mochila y continúe mi camino, aunque a un ritmo más apresurado y cuando llegaba a mi destino un auto se interpuso en la calle, miré dentro de este y Milani me sonreía divertida desde adentro.

―¿Te alcanzo? ―preguntó bajando la ventanilla

―No gracias, me esperan en la puerta ―contesté, su expresión cambió a una de molestia ―¿Qué? ¿Celosa? ―pregunté levantando mi ceja y esta sonrió de lado.

Aroma a CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora