Vuelta a mi vida normal

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Por fin aterrizo y veo a mi madre escondida tras un sombrero enorme saludándome frenéticamente. Se la ve que me ha echado mucho de menos, y yo también a ella.

Cojo mi maleta y voy corriendo a su encuentro. La he echado de menos y ya tenía muchas ganas de volver y verla.

Ahora nos fundimos en un emotivo abrazo que fue interrumpido por un pequeño golpe en el hombro por su parte que hace que me separe de ella un tanto confusa, ¿Y ahora qué he hecho?

-¡¿Por qué no me has llamado ayer?!-. Me riñe. Yo me dedico a mirar alrededor ya que todos están mirando la escena que estábamos montando. Es normal que este enfadada porque no la llamé, pero no hace falta que lo diga a voz en grito al mundo.

-Mamá nos están mirando todos

-Me da igual, ¡tú sabes lo preocupada que estaba, pensaba que te había pasado algo!

-Lo siento, una larga historia...

-¡Pues cuéntamela!

-Me hice amiga de una chica...

-¿¡Has hecho una amiga?!-. Me interrumpe ahora un tanto emocionada

-Sí, se llama Ginny te caerá muy bien.

-¡No sabes lo que me alegra oír eso Hermione!

-Me alegra verte tan feliz

-Y bueno cuéntame, ¿Cómo te ha ido por florida?

-Pues la verdad bien, las playas son preciosas

-Ya decía yo que venías con un poco de colorcillo. ¿Y qué más?

-Pues conocí a Ginny y por la noche salimos a tomar un par de copas

-¡No me lo puedo creer! ¡Saliste!

-Sí Jane...

-¿Dónde está mi hija y que has hecho con ella? no te reconozco-. Ríe

-Mamá por favor...

-Perdón, es la emoción del momento, y bueno, ahora la pregunta más importante ¿conociste a algún chico?-. Rápidamente mi mente se va a mr. Arrogante, pero él no puede contar como amorío, simplemente no, y ni siquiera sé su nombre, simplemente se ha quedado como mr. Arrogante y así se quedará. Y simplemente por esa razón y otras tantas más no puede entrar en la lista de amores vacacionales.

-No... -. Respondo secamente

-Bueno, ya era mucho pedir, no te preocupes mi amor, el amor llegará pronto y en lugar en el que menos te los esperes.

-Mamá ya te lo he repetido mil veces...

-Lo sé, nada de hombres, pero algún día te tendrá que tocar tarde o temprano-. Ruedo los ojos y empujo mi maleta al taxi que había pedido. Nos pasamos el viaje en silencio, yo mirando por la ventana, cuanto he echado de menos estos enormes rascacielos, el tráfico, el bullicio de la gran manzana... Hogar dulce hogar...

Tras una hora, por fin llegamos a casa. Dejo las llaves en la encimera de la cocina y me pongo a deshacer la maleta que con la que tanta prisa me puse a hacer hace unas horas.

Voy sacando la ropa y en unos segundos mi cama parece el Everest hecho con prendas, la mayoría vaqueros, faldas de tubo, camisas, blusas... Al final Ginny va a tener razón y en mi armario no hay más que trajes... Voy a tener que ir de compras pronto.

Sigo deshaciendo y en el fondo de la maleta me encuentro el vestido rojo de anoche y los zapatos de tacón que Ginny me había prestado, al final se me olvidó devolvérselos.

Los saco de la maleta y los pongo cuidadosamente en la cama, justo al lado de la montonera de ropa que tengo acumulada encima de la colcha.

Me dedico a observarlos por un largo rato hasta que decido ponérmelos una última vez, para recordar viejos tiempos.

Me siguen quedando muy bien, pero del vestido sube un olorcillo a alcohol mezclado con colonia de hombre, seguramente se le debió de pegar cuando mr. Arrogante me llevó a su suite. Me lo quito y lo dejo a un lado. Demasiados recuerdos de anoche por hoy.

Ahora, me pongo de nuevo mi ropa elegante y empiezo a ordenar este desastre. Llego a la conclusión de que necesito ropa nueva, así que mañana a lo mejor voy de compras, si me da tiempo, pero ahora tengo que centrarme en el trabajo de nuevo. Hoy me ha llamado Jessica para confirmar la cita con mi cliente, la tendría hoy a las seis de la tarde, ni un minuto más ni un minuto menos. Así que nada más terminar de poner un poco de orden y tras una regañina por parte de mi madre por volver a trabajar tan pronto, agarro mi bolso y me pido un taxi hasta mi despacho.

Al fin llego y justo a tiempo. Me encuentro con mi secretaria, que teclea en el ordenador y me saluda amablemente. Yo, dejo mi chaqueta en mi silla y me pongo a revisar los papeles del caso antes de que llegue, la que sería mi cliente.

A eso de las seis menos cinco aparece en la puerta de mi despacho una mujer rubia. Viste una blusa y una falda, ambos azules, que combinan a la perfección con sus ojos azul cielo.

-¿Es usted la Señorita Granger?-. Pregunta tímidamente

-Sí soy yo

-Soy Luna Lovegood

-De acuerdo Luna, siéntese, que tenemos que hablar sobre ciertas cosas que he descubierto sobre su marido.- Se sienta cómodamente en la silla de terciopelo que tengo en frente de mi escritorio blanco, con timidez deja la chaqueta y me mira esperando a que comience a hablar.

-En mis recientes investigaciones, he podido descubrir que su marido ha vendido u escondido varios objetos de valor que había en la casa. Ya sean como cuadros, esculturas entre otros

-Ese... Sinvergüenza...Traidor... Hijo de...-. Grita hecha una furia

-Luna, no tiene sentido ponerse así, esto ocurre siempre-. Digo en un fallido intento de tranquilizarla, lo único que consigo de ella son muecas.-Quizá los haya vendido o escondido, pero los vamos a recuperar. Tenemos suerte porque ya he trabajado con Alberto Martinez; su abogado, en una situación similar, es un buen abogado, pero conozco sus trucos.-

Nos interrumpen unos golpecitos en la puerta y tras ella aparece mi secretaria, que trae un sobre amarillo entre manos. Y no creo que sea una invitación para una fiesta...

-Perdone Señorita Granger, es urgente-. Se acerca y me lo entrega en la mesa. Con sumo cuidado lo abro y leo su contenido. No puede ser...

-¿Es algo grave?-. Me pregunta preocupada

-No es nada, es una tontería. Ahora lo único que debe hacer es relajarse, tranquilizarse y descansar para el juicio de mañana.-

Tras estar una hora hablando de toda la información que pude recaudar acerca de las tretas de su marido, al fin parece que se va satisfecha, aunque yo no tanto. Todavía no puedo creer que hayan cambiado de abogado a escasas horas del juicio, pero en fin, esto es Nueva York, y las cosas pueden cambiar hasta en el último segundo. De todas maneras, no tiene que suponer un problema para mí, soy la abogada de éxito más famosa de Nueva York, un simple cambio no será nada más que un pequeño contratiempo que se puede superar.

Termino el papeleo sobre las ocho, y sobre y media ya estoy de nuevo en casa.

Nada más entrar me quito los infernales tacones que los tiro por ahí, por hoy estoy harta de tacones. Me voy a la cocina y me hago un simple sándwich para cenar, tampoco es que tenga mucha hambre, pero si no quería acabar a las tantas de la madrugada engullendo cual cerda todo lo que me encuentre, tenía que comer ahora.

Después de cenar subo a mi habitación, me pongo cómoda y me tumbo en la cama, hoy había sido un día muy duro, acababa de venir de Florida y ya estoy metida de lleno en mi trabajo, pero al fin y al cabo es lo que me gusta, trabajar, ya había perdido dos días indispensables de investigación, en los que pude haberme enterado de que cambiaban el abogado mucho antes y preparar mejor mi estrategia para ganar. Pero el pasado, pasado está. Apago la luz e intento conciliar el sueño, hoy sueño con mis vacaciones en Florida y mr. Arrogante. Aunque no entiendo que le ha dado mi mente con aquel hombre, si no le voy a volver a ver...

Amor a JuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora