Hora de vengarse

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Llego a casa y cabreada a más no poder tiro el bolso al sofá. Ahora estoy en mi habitación, me quito la chaqueta y la dejo en la cama, luego la siguen los tacones que se estrellan contra el suelo formando un ruido atronador, y por último el maldito pañuelo de flores que acabó en un rincón. ¡No quiero volver a verlo en lo que me queda de vida!

-Cariño, ¿has vuelto?-. Me grita mi madre desde el salón

-Sí mamá, ¡no lo ves!-. Le devuelvo el grito

-Te veo más bien, acabo de venir de la cirugía que me ha costado tanto conseguir, ¿no te acuerdas?

-Sí, como para olvidarse de ella, me diste la tabarra toda esta semana con la dichosa cirugía-. Me cambio de ropa, ahora a una más cómoda, unos vaqueros simples con una camiseta de manga corta blanca, y el pelo para variar suelto.

Bajo al salón, pero me pongo a hacer cosas, colocar vasos, recoger platos, cambiar las cosas de sitio de un lado a otro... Si no quiero acabar perdiendo los estribos necesito hacer algo mientras hablo del tema. Por el bien de la casa y de los que habitan en ella.

-No vienes contenta, ¿ha pasado algo en la reunión?

-¿¡Que si ha pasado algo?! ¿¡Que si ha pasado algo?!-. Le grito

-Sí, y no me grites, puede que esté ciega pero no sorda

-Ese... Imbécil arrogante al que tu llamas guapo e irresistible, ¡eso es lo que me pasa!

-¿Qué pasa con él?

-¿¡Que qué pasa?! ¡Que me ha humillado delante de todo el mundo enseñando fotos mías cuando fui a su despacho!

-¿Y se puede saber que hacías allí?-. Por un momento me quedo sin saber que responderla, no puedo decirle que he estado husmeando por miedo a perder un caso, eso no es propio de mí y no me apetece que me dé una charla sobre ello.

-Iba... A hablar con él...-. Miento. Genial, que excusa más barata...

-¿¡Le ibas a pedir una cita?!-. Me contesta emocionada.

-¡No! Solo a hablar, pero él va y me ridiculiza delante de los mejores abogados del estado, ¿¡puedes creerlo?!

-Creo que te gusta-. Me dice convencida

-¡¿Qué me gusta?! ¡¿Tú estás loca o qué?!-. Voy corriendo al salón para plantarle cara.

Me encuentro con ella sentada mirando una revista con gafas de sol, desde mi punto de vista parece graciosa, pero volviendo al tema que estamos tratando... ¿¡Como se atrevía a decirme eso?! ¿¡A mí, gustarme él?! ¡Ni en sueños! Puede que me parezca atractivo, eso no lo niego, sin embargo no es lo suficiente como para gustarme. No quiero hombres en mi vida, por ello empecé mi carrera.

-Seguro, pero también soy tu madre, cuando no estamos en público claro está.

-Por culpa de ese hombre he quedado como una fisgona, pero tranquila, ya le pillaré con la guardia baja y le daré una patada donde más le duela-. Me siento en el sofá y le tiendo un poco de hielo para que se lo ponga en los ojos. Hago una mueca de dolor cuando al ver como se quita sus gafas de marca y le veo los párpados hinchados. Esta horrible.

-Lo sé, duele, pero ha merecido la pena, tengo los párpados de una quinceañera, bueno, una quinceañera que se ha estrellado en el parabrisas de un coche, pero al fin y al cabo joven...

-Lo que digas mamá...

-Y volviendo a lo tuyo, ten cuidado, nunca has perdido un caso tan importante

-No, y el tampoco-. Me lamento

-¡Y eso le hace aún más irresistible!

-Mamá-. La riño

Amor a JuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora