Capítulo 19

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Por la mañana, cuando se despertaron y después de almorzar algo, decidieron que no era el mejor momento para ir a visitar a Claudia. Acababa de tener un accidente, estaba en el hospital en evaluación y a ellos les acababa de dar un giro la vida. Lo último que necesitaba Claudia era alarmarse. Así que Lara, con la resaca del día anterior, le envió un mensaje diciéndole que les había surgido un problema en casa y que era urgente que volvieran. Viendo que ella estaba bien, esperaban poder verla cuando se recuperase. No tardó en contestar que no pasaba nada, que lo entendía y que esperaba que se solucionase el altercado.

Jaime era una persona de esas que odiaba ir de copiloto, mucho menos en los asientos de atrás. No confiaba en los demás en este tema. Martina no le había puesto nunca objeción a esto, no le gustaba conducir. Pero ahora no tenía más remedio que aceptar el hecho e intentar no sufrir demasiado. Se le hacía duro ver a su hija sentada en los asientos delanteros y él detrás, significaba que las cosas habían cambiado mucho y que ella había crecido. Esa certeza le cayó como un cubo de agua fría porque, a pesar de todos los indicios, éste era muy obvio y tenía un viaje de tres horas por delante para meditar eso.

A Víctor se le hacía inmensamente rara la sensación de vaciar una casa que no era suya o, al menos, empaquetar objetos que no eran suyos. Iba preguntando qué se quedaba y qué se llevaba a medida que iba encontrando cosas las cuales no tenían un dueño claro. Pero no tener confianza suficiente con esa persona afectaba a su comodidad al actuar. Sabía que la relación mejoraría o, por lo menos, se conocerían más.

Tardaron un día entero en recoger las cosas de Jaime y Lara de la casa y otro día más en guardarlas en casa los abuelos, quedándose en casa de Víctor solamente lo imprescindible. Éste había arreglado las cosas para que su compañero de piso pasara una temporada en casa de otro colega y, de esta manera, tener una habitación para Jaime. Aun así, no podían llenar el pequeño piso de trastos inútiles. El proceso de selección de lo que se quedaban y lo que dejaban fue intenso y duro.

Una vez instalados, pidieron una pizza para cenar puesto que se había hecho tarde y estaban todos cansados. Jaime se sentía mal al pensar que había alguien que había tenido que marcharse para que se instalara él.

- ¿Seguro que a tu compañero no le importa?

- Que va. Para nada. Será sólo un tiempo, además.

- No sé... Me siento raro. Nunca había tenido que pasar por algo así.

- Aquí no dejamos a nadie tirado. Lo único es que tendremos coche menos frecuentemente porque coincidiremos menos. Pero total... va a vivir aquí al lado.

No tardaron en irse a dormir. Estaban agotados y el día siguiente tenían que hacer demasiadas cosas. A pesar de eso, Jaime no podía dormir. Le daba demasiadas vueltas a lo que había pasado y a cómo encarar el futuro. Pero, al final, cayó rendido y se durmió.

El despertador sonó estridente a la oreja de Lara, quién no tardó en apagarlo. Aunque se sentía sin ánimos de nada, se levantó y se vistió. Las veces que se había quedado a dormir en casa de Víctor, habían adoptado una rutina de pareja como si siempre hubieran estado juntos. Lara se respaldaba en eso para seguir adelante. Se peinó y maquilló tranquilamente para, seguidamente, ir a despertar a su pareja. Éste era mucho más rápido para prepararse y cuando terminó, Lara ya estaba preparando el desayuno. Él hizo dos vasos de leche con chocolate y se lo tomaron sin mediar palabra. Estaba apoyado en la encimera de la cocina, mientras que ella se encontraba justo a unos metros delante, sujeta a la mesa. Se miraban a los ojos, directamente. La tristeza de Lara se transmitía sin necesidad de palabras, la comprensión de Víctor también.

Jaime se levantó temprano gracias a la alarma que tenía puesta en el móvil. Se vistió desganadamente y salió de la habitación. A pesar del sueño que tenía y del cansancio acumulado, era capaz de observar la imagen que tenía delante. Una imagen que valía todo el sufrimiento que estaba pasando. Ver a su hija con su pareja con esa complicidad al mirarse aun siendo momentos difíciles... Era algo que no tenía precio. Y nunca lo tendría. En ése momento se dio cuenta de que su hija había encontrado el amor de su vida, el chico que la complementaba. Podrían discutirse y hacerse daño, quizás rompieran y nunca se volvieran a ver. Nadie lo sabía. Pero, aunque eso pasara, ése amor perduraría hasta el fin. Porque era real, era una relación pura y limpia y aunque podían ser completamente distintos, había algo muy fuerte que les unía.

El día que la burbuja se rompióWhere stories live. Discover now