Capítulo 23

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Hacía dos horas que estaban enfrascados en el trabajo, discutiendo puntos de vista y enfoques posibles a darle, recopilando información y empezando a redactar las primeras líneas. Era bueno ser cuatro en la misma sala, las opciones se incrementaban y entre todos discutían qué opciones ponían a cada trabajo. Pero estaban tan cansados que decidieron hacer un descanso.

Pusieron la televisión un rato, aunque no sirvió de nada porque empezaron a charlar. Descubrieron varias cosas de cada uno, puesto que no se conocían demasiado. Sara era una chica estudiosa y metódica, muy organizada y ordenada, tranquila y calmada. Pero había algo, algo escondido, que no le encajaba a Lara. Daba la sensación de que actuara pensando en sus padres, en si aceptarían tal cosa o no, en si estarían de acuerdo o no. Igual que antaño hacía ella, lo cual le llevó a la conclusión de que las mentiras, fueran del tipo que fueran, no eran buenas. Para ella, esconder la verdadera opinión, hacer las cosas por lo que diga otra persona en vez de tener tu propia opinión en mente, eso era mentir.

Álvaro era un buen chico, inocente e inmaduro, pero no tenía mala fe en sus palabras. Vivía con sus padres, igual que Sara y la mayoría de chicos de la clase, aunque parecía que él tenía muy buena relación con ellos, sobre todo con su madre, pues no dejaba de hablar de ella encandilado. Lara se dio cuenta de que le gustaba Silvia, no dejaba de mirarla de reojo e intentaba sacarle conversación. Ella le contestaba amablemente, aunque Lara tenía la sensación de que lo hacía más por amistad que por algo más. Sin embargo, no iba a ser ella la que rompería las expectativas del chico.

Se escucharon gritos desde la calle y Lara no tardó en mirar por la ventana para ver si averiguaba algo. Deseó no haber estado ahí en ese momento, pero sabía que era la vida que había elegido y que tenía partes que detestaba. Las peleas eran una de ésas. Pluma estaba repartiendo puñetazos contra un chico de gran corpulencia, a pesar de que parecía más joven. Su amigo no se amedrentaba frente a nadie y se desenvolvía bien en la situación. Pero las cosas se torcieron cuando apareció una navaja. Pasó todo demasiado rápido. El chico le cortó en la barriga a Pluma y la sangre brotaba sin parar. Pero no paró de luchar. De un modo u otro que Lara no averiguaría, igual que sus amigos que también estaban mirando la escena, Pluma le quitó el arma y se defendió. La diferencia es que el chico, a la que vio sangre en su vientre, salió corriendo.

Pluma se dirigía a casa de Víctor, su colega le ayudaría, lo sabía. Lara supo sus intenciones al instante. Se apresuró a prepararse para la situación. Cogió una silla y la dispuso para que se sentara, mandó a Silvia a buscar toallas en el lavabo, alcohol y vendas. Cogió el móvil y llamó a Román mientras abría la puerta de casa a la que no tardó en llegar Pluma. Le ordenó que se sentara, nerviosa y atenta a todo al mismo tiempo.

- ¿Lara? – la voz de Román sonaba asustada y Lara no se molestó en calmarle.

- Ven. Le han pegado una muyá a Pluma.

Y colgó. No hacía falta decir nada más. Álvaro y Sara no lo entenderían entonces, pero si Lara le hubiera dicho que había una mosca molestando a Silvia, Román hubiera acudido corriendo igual. Sus relaciones eran así. Si uno necesitaba ayuda, fuera una tontería o algo importante, acudían a su rescate. Por eso, esas palabras escuetas pero firmes, harían que Román llegara en menos de dos minutos.

Lara no era una experta en heridas ni en navajazos, pero presionó la herida con la toalla para que la hemorragia parara. No podía perder más sangre y ella no sabía curarle. Román examinó la herida cuando llegó. No era profunda, por lo que con desinfectarla bien bastaría. Se movía por esa casa como si fuera la suya, lo cual sorprendía a los dos invitados pero no a Lara, la cual sabía que esa era también su casa. Cogió una botella de Vodka que tenía Víctor guardada para emergencias y se la dio a Pluma.

El día que la burbuja se rompióWhere stories live. Discover now