Por mucho que lo leía, no acababa de entender por qué tenía que correr en ir a casa de alguien. Y le parecía raro que su madre se fuera sin avisar con antelación. Le enseñó el mensaje a su amiga para saber su opinión y las dos quedaron extrañadas. Lara le dijo que fuera con ellos y ella aceptó.
No tardó en llegar Víctor y las encontró raras a las dos. Lara le contó lo del mensaje y se lo mostraron. También se quedó perplejo. Pero le dijo que le llamara ya para ver qué le respondía. Le hizo caso y puso el altavoz. Tras tres pitidos, respondió.
- ¿Mamá?
- ¡Hija! ¿Dónde estás?
- En la universidad.
- ¡Te he dicho que te fueras a casa de alguien!
- ¿Qué pasa, mamá?
- Hazme caso. Ve.
- ¿Dónde estáis? - No respondió. Se la escuchaba respirar, pero omitía la información. - Estás con papá, ¿verdad?
- Necesito que vayas inmediatamente a casa de alguien.
- No hasta que no me digas qué ha pasado.
- Hija... sabes que eres lo que más quiero en este mundo. Hazme caso, por favor. Te lo suplico. – Víctor vio a un hombre que se acercaba directamente hacia ellos, sin vacilar. No sabía quién era, pero sabía que no parecía que tuviera buenas intenciones. Se puso en medio de las chicas y le preguntó a Lara si lo conocía. Ella le contestó que era el padre de Silvia. Con el altavoz, su madre pudo escuchar quién estaba ahí y empezó a gritar. - ¡Corre! Hija, ¡vete de aquí!
- Silvia, hija, ven con papá.
- ¿Qué le has hecho? – le chilló desesperada. De fondo se escuchaban los gritos de su madre. A quién había dejado en segundo término.
- Nada. Pero necesito que vengas conmigo.
- No. No voy a venir contigo.
- Claro que lo harás. Me da igual lo que te haya dicho tu madre. Sabes a quién tienes que escuchar. Ella... ya sabes que está pasando algunos problemas. – Se acercó para agarrarla del brazo, pero alguien le detuvo.
- Ni se le ocurra tocarla, señor. – Intervino Víctor con una mirada seria y una voz grave e intimidatoria, a la vez que no le faltaba el respeto.
- Es mi hija. Voy a hacer lo que me plazca. No eres nadie para impedirlo.
- Suponía que diría algo por el estilo. Pero se equivoca. Antes que su hija es una persona y, como tal, es libre de hacer lo que quiera.
- Qué vas a suponer tú... El que te equivocas eres tú. Ella sin mí no sería quién es. Igual que su madre.
- ¿Eso es lo que le dice antes de pegarle? – El padre de Silvia, Ramón, miró a su hija con odio, con la promesa implícita de que haber confesado tal cosa tendría sus consecuencias. Pero Víctor no era estúpido. – No hace falta que la amenace con la mirada. Ella no me ha dicho nada.
- No me hagas reír.
- ¿Sabes lo que se le hace a un hombre que pega a una mujer en la cárcel?
- ¿Sabes lo que se les hace a los niños mal educados?
- En vuestra enferma mentalidad, pegarles una paliza. Ahora, si me disculpa, voy a llevarme a las chicas a dar una vuelta.
- Silvia se queda conmigo.
- Ni hablar.
Abrió el coche, que estaba justo detrás de Silvia e indicó a las chicas que subieran. Cuando Ramón intentó evitarlo, Víctor le empujó lo suficientemente fuerte como para que se golpeara con el banco que tenía detrás y le diera tiempo a subir.
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El día que la burbuja se rompió
Romantik¿Qué pasaría si no tomas decisiones? Al menos, no importantes. La familia nuclear es la que te proporciona la primera sociabilización, la que te cría y te educa. ¿Qué pasa cuando ellos no te enseñan a valorar los pros y los contras de las cosas? ¿Cu...