Capítulo 20

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Por mucho que lo leía, no acababa de entender por qué tenía que correr en ir a casa de alguien. Y le parecía raro que su madre se fuera sin avisar con antelación. Le enseñó el mensaje a su amiga para saber su opinión y las dos quedaron extrañadas. Lara le dijo que fuera con ellos y ella aceptó.

No tardó en llegar Víctor y las encontró raras a las dos. Lara le contó lo del mensaje y se lo mostraron. También se quedó perplejo. Pero le dijo que le llamara ya para ver qué le respondía. Le hizo caso y puso el altavoz. Tras tres pitidos, respondió.

- ¿Mamá?

- ¡Hija! ¿Dónde estás?

- En la universidad.

- ¡Te he dicho que te fueras a casa de alguien!

- ¿Qué pasa, mamá?

- Hazme caso. Ve.

- ¿Dónde estáis? - No respondió. Se la escuchaba respirar, pero omitía la información. - Estás con papá, ¿verdad?

- Necesito que vayas inmediatamente a casa de alguien.

- No hasta que no me digas qué ha pasado.

- Hija... sabes que eres lo que más quiero en este mundo. Hazme caso, por favor. Te lo suplico. – Víctor vio a un hombre que se acercaba directamente hacia ellos, sin vacilar. No sabía quién era, pero sabía que no parecía que tuviera buenas intenciones. Se puso en medio de las chicas y le preguntó a Lara si lo conocía. Ella le contestó que era el padre de Silvia. Con el altavoz, su madre pudo escuchar quién estaba ahí y empezó a gritar. - ¡Corre! Hija, ¡vete de aquí!

- Silvia, hija, ven con papá.

- ¿Qué le has hecho? – le chilló desesperada. De fondo se escuchaban los gritos de su madre. A quién había dejado en segundo término.

- Nada. Pero necesito que vengas conmigo.

- No. No voy a venir contigo.

- Claro que lo harás. Me da igual lo que te haya dicho tu madre. Sabes a quién tienes que escuchar. Ella... ya sabes que está pasando algunos problemas. – Se acercó para agarrarla del brazo, pero alguien le detuvo.

- Ni se le ocurra tocarla, señor. – Intervino Víctor con una mirada seria y una voz grave e intimidatoria, a la vez que no le faltaba el respeto.

- Es mi hija. Voy a hacer lo que me plazca. No eres nadie para impedirlo.

- Suponía que diría algo por el estilo. Pero se equivoca. Antes que su hija es una persona y, como tal, es libre de hacer lo que quiera.

- Qué vas a suponer tú... El que te equivocas eres tú. Ella sin mí no sería quién es. Igual que su madre.

- ¿Eso es lo que le dice antes de pegarle? – El padre de Silvia, Ramón, miró a su hija con odio, con la promesa implícita de que haber confesado tal cosa tendría sus consecuencias. Pero Víctor no era estúpido. – No hace falta que la amenace con la mirada. Ella no me ha dicho nada.

- No me hagas reír.

- ¿Sabes lo que se le hace a un hombre que pega a una mujer en la cárcel?

- ¿Sabes lo que se les hace a los niños mal educados?

- En vuestra enferma mentalidad, pegarles una paliza. Ahora, si me disculpa, voy a llevarme a las chicas a dar una vuelta.

- Silvia se queda conmigo.

- Ni hablar.

Abrió el coche, que estaba justo detrás de Silvia e indicó a las chicas que subieran. Cuando Ramón intentó evitarlo, Víctor le empujó lo suficientemente fuerte como para que se golpeara con el banco que tenía detrás y le diera tiempo a subir.

El día que la burbuja se rompióWhere stories live. Discover now