Capítulo 27

1 0 0
                                    

Lara recordó lo que le había contado Víctor. Su historia, sus inicios, sus miedos y sus logros. Era consciente de todo lo que había vivido. Se había criado en un contexto muy diferente al de ella, con unas condiciones que no se parecían en nada. Los dos habían cambiado para estar en un entremedio. Un punto medio en el que eran felices y estaban, dentro de lo que cabía, tranquilos. Él había dejado el mundo de la delincuencia y ella había conocido otra vertiente que la había llevado a no aspirar a cosas materiales sino en sentir y vivir con la persona a la que amaba. Él había conseguido trabajo de verdad, uno que le gustaba y le hacía feliz. Se había desprendido del sentimiento de antaño de incomodidad al ganar dinero. Pues ahora era lícitamente cómo lo hacía. Ella había aprendido a disfrutar de lo que estudiaba y esperaba poder trabajar de ello algún día. Trabajaba media jornada para salir adelante ella sola, junto a Víctor. Su padre se mantenía solo después de la ruptura con su madre. Había alquilado un piso para vivir. Aunque ella prefirió quedarse a vivir con su pareja.

Las cosas habían cambiado. Se habían enderezado. Por eso mismo, cuando supo de qué se trataba la llamada que recibió Víctor una tarde cualquiera, se desmoronó. El miedo le apretaba la garganta.

Al lado de Víctor había aprendido a controlar el miedo y solucionar las cosas. Enfrentarse a lo que fuera. Decidió que tenía que hacer precisamente eso. Tenía que actuar. A lo mejor no salía bien, quizás fuera peor el remedio que la enfermedad, pero tenía que intentarlo.

Anunció a su novio que iba a salir a comprar. Se puso una sudadera cualquiera, cogió el móvil y las llaves y salió de casa. Se encontró con Pluma fumando en el parque. Y le dijo las intenciones que tenía una vez lo hubo convencido para que le llevara a un sitio. Le repitió cientos de veces que no era una buena idea. Sin embargo, acabó haciendo lo que ella decía.

- ¿Quieres verlo en la cárcel otra vez?

Esa sola frase le había convencido. Ella tenía razón. A lo mejor las cosas se torcían pero habrían hecho todo lo posible para evitarlo. No podía ser muy malo, esperaban. Porque, la verdad, era que ninguno de los dos quería que Víctor estuviera otra vez en una celda.

La puerta en sí ya la aterrorizaba pero se despidió de Pluma, acordando reencontrarse en ese mismo sitio al cabo de media hora. Si ella no salía, él se encargaría de llamar a Víctor y solucionarlo. Rezaba, aunque no fuera creyente, para que no fuera necesario.

Golpeó dos veces en la puerta, seco, y esperó. Le abrieron dos hombres grandes y les pidió hablar con el jefe. La miraron poco convencidos pero hicieron una especie de silbido. Del pasillo que tenían detrás, apareció un hombre de unos 50 años. La cicatriz de la mejilla le permitió reconocerle. Tenía delante al jefe. Sus facciones eran duras, a causa de los años y la droga. Estaba delgado, consumido. Sus ojos, profundos y oscuros, denotaban demasiadas vivencias. Y su voz grave al preguntarle quién era le heló la sangre.

Se identificó cómo la novia de su sobrino. Obtuvo una carcajada a modo de respuesta, no obstante, le indicó que le siguiera. Hizo lo indicado sin mediar palabra. La llevó a una especie de sala, con un sofá a la derecha y una mesa delante, llena de cigarrillos. Se sentó cómodamente, denotando la falta de miedo que tenía de ella y retándola a hacer lo mismo. Eligió el sitio opuesto al de él e hizo lo que debía hacer.

- ¿Y bien? ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? Y no me creo que seas la novia de mi sobrino.

- Llevamos meses viviendo juntos. Aunque no lo creas, lo soy.

- ¿Y también quieres meterte en el negocio?

- No. De hecho, vengo a pedirte que no le hagas hacerlo a Víctor.

El día que la burbuja se rompióWhere stories live. Discover now