Capítulo 21

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Recogieron cuatro cosas básicas para pasar unos días fuera de casa. No querían impacientar a los chicos ni llenarle la casa de trastos a Román. Mientras, los chicos estaban en el sofá, discutiendo sobre el último partido de fútbol. A ojos de un desconocido, no había pasado nada. Pues estaban tan tranquilos. La vida en el barrio les había inmunizado. No sentían ese miedo posterior a una pelea o la inseguridad. Para ellos, era algo normal, cotidiano. La violencia estaba normalizada en su contexto y, por eso, no provocaba reacciones en exceso. Simplemente, era algo que pasaba y con lo que tenían que convivir para sobrevivir en el mundo dónde les había tocado estar.

Mientras Silvia preparaba su maleta, observaba disimuladamente a Román. Ahora que estaba hablando con sus amigos parecía tranquilo, distinto. Otra persona. Le imponía un miedo profundo pero también una curiosidad nunca antes experimentada. Silvia, a diferencia de Lara, había salido con varios chicos. Sin embargo, las relaciones no duraron mucho. Aunque había estado con ellos, nunca los había visto como una pareja a largo plazo. No había confiado demasiado. Sin embargo, nunca había sentido miedo de un tío. Y de repente, está aterrorizada de dos. Uno que espera no volver a ver y de otro con el que tendrá que convivir unos días.

Cargaron los paquetes en los coches y se dirigieron hacia el barrio. Había dos plazas importantes, la que habían estado antes y que le llamaban "la Piedra" por una roca que había en el centro, en la que se juntaban Nacho y José junto con sus amigos, algo más jóvenes que Román y Víctor, y la segunda que era la que estaba delante de la casa de Víctor. Román vivía en el otro lado de ésta misma segunda plaza, nombrada coloquialmente por los chicos como "el Patio".

Aunque todos se juntaban con todos, en el barrio, había ligeras diferencias. En la Piedra estaban los chicos un poco más jóvenes, quiénes aún no habían pasado de los porros. Era la parte más segura del barrio, dentro de lo que cabía. En el Patio, sin embargo, estaban los mayores, con vidas más abandonadas. Era algo normal ver a jóvenes, de unos 20 años aproximadamente, drogados con alguna sustancia algo más fuerte, además de la marihuana.

Cuando aparcaron y bajaron del coche se convirtieron en el centro de atención. Eran desconocidas a los ojos de los que estaban ahí. Pero iban con Román, Víctor y los chicos. Eso significaba que había que respetarles. Cristina había triplicado el miedo que sentía al ver dónde se encontraban. Era profesora y, como tal, había escuchado hablar de ese barrio y su escuela, la cual tenía un gran absentismo escolar y muchos problemas. Ahora que veía la realidad de esas calles, creía entender por qué.

Tardaron poco en dejar las cosas en casa del chico y decidir que cenarían juntos. Excepto José y Nacho que habían quedado con unas chicas del barrio. Lara decidió ir a comprar al supermercado que había en esa misma plaza. Le apetecía cocinar. Además, invitarían a su padre, quién daría soporte a Cristina y no estaría sólo. Víctor no estaba muy convencido de que su novia saliera sola, aunque fuera allí mismo. Pero Román le insistió en que les dejara libertad y Lara no se dejaba intimidar tan rápidamente, sabiendo que en la calle ya sabían quién era.

- Vamos, va. – Le dijo a su amiga.

- ¿Estás segura?

- Claro. Vamos. – Bajaron por la escalera, una más alegre que otra. – Primero vamos a decirle a mi padre que venga y luego a comprar ¿vale?

- Cómo tú digas. – Se quedó pensativa. – Oye, ¿no tienes miedo de este barrio?

- No. O sea sé lo que hay. Pero mayoritariamente saben quién soy y no tienen por qué hacerme nada. Me he ganado su respeto.

- ¿Cómo?

- No lo sé exactamente. Simplemente no les juzgué ni me intimidé. Estaba con Víctor y es lo que hay. No piso pero no dejo que me pisen ¿sabes? Tú sólo no tengas miedo y ya está. Acabarán conociéndote.

El día que la burbuja se rompióWhere stories live. Discover now