Capítulo 4

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Las clases en la universidad continuaban impasibles. A pesar de que aparentemente no había cambiado nada, Lara había adquirido una motivación extra para seguir. Empezaba a buscar la parte positiva de estar ahí, sacando el máximo partido de lo que le explicaban. Esto se había notado a la hora de hacer trabajos y de estudiar para los exámenes, que no era tan reticente a meterse de lleno a por trabajo y esforzarse al máximo.

Su vida social también empezaba a sufrir los cambios que estaba experimentando. Salía más con sus amigas, hablaba más con ellas y estaba más abierta a nuevas experiencias. Su amiga Silvia estaba encantada con todo esto, beneficiándose de sus nuevas decisiones y maneras de actuar.

Los que no estaban tan contentos eran sus padres, que no entendían el cambio de su hija. Le recriminaban que saliera tanto con las amigas, cuando precisamente eso era lo que hacía feliz a su hija. Lara les decía que era joven y estaba en la edad de salir. Necesitaba ver a sus amigas y no había dejado los estudios de lado, es más, había aumentado su nota media. Eso era lo que frenaba a sus padres a cortar de cuajo el nuevo comportamiento.

Así que Lara se encontraba con Silvia y unas amigas de la universidad, en el centro de la ciudad, de compras. Salida de chicas. Habían entrado en muchísimas tiendas, hecho interminables colas para ir a probarse la ropa y enfrentado a eternos dilemas sobre qué quedarse y qué no. Con un par de bolsas, mínimo, en cada mano cada una, habían decidido descansar un poco y tomarse un helado. Y ahí estaban, en una mesa, cuatro chicas sentadas y riendo a carcajada limpia. Lara supo que si la felicidad existía, estaba cerca de ella.

   - Chicas, tenía que proponeros una cosa. – Dijo Natalia emocionada. Había cortado la charla tonta que estaban teniendo, por lo que todas se quedaron calladas esperando lo que iba a decir. – Dentro de un mes es mi cumpleaños y he pensado en celebrarlo. Podríamos cenar en mi casa, que estará libre, y después salir de fiesta.

   - Por mí perfecto. – Todas estuvieron de acuerdo con la idea, una con más problemas por el tema de salir de fiesta que otras, pero seguras que, de una manera u otra, conseguirían estar presentes.

Siguieron hablando de los preparativos, de lo que haría cada una y de dónde irían de fiesta. Ellas eran las principales invitadas, pero no las únicas. Tenía más conocidos a los que invitar, por lo que el trabajo de preparación era mayor. Sin embargo, contaba con la ayuda de las chicas, así que no le preocupaba demasiado.

Lara llegó a casa contenta a más no poder. A pesar de que sus padres estaban de buen humor, decidió no enfrentar el tema de salir de fiesta ese día. Darles tanto tiempo les permitía mucho margen para hacer cualquier cosa que evitara sus planes. Así que cuando le preguntaron cómo había ido, omitió cierta información.

Martina, la madre de Lara, estaba preocupada por esos cambios. Sabía que había cosas que su hija no le estaba contando. No le pasaba desapercibido el deseo de salir que tenía Lara. Todo eso que habían conseguido esquivar y evitar estaba saliendo a la luz. Su marido Jaime intentaba persuadirla de tomar ninguna decisión, opinaba que Lara necesitaba algo de espacio y que, de momento, no había nada que hiciera que se alarmasen. Seguía en el buen camino a pesar de que estaba más tiempo fuera de casa. Pero ella, controladora como siempre, ya estaba preparando artimañas, por si acaso. No iba a permitir que su hija, que tenía tanto potencial, se diera a perder por unas amigas que no le estaban a la altura. Lara era mejor en todos los aspectos, así la habían educado.

Cuando se levantó por la mañana, preparada para ir a la universidad, su humor no podía ser mejor. Era extraño. Ella tardaba unas cuantas horas en espabilarse, pero ese día se sentía preparada para todo. Tenía ganas de llegar a clase y hablar con sus amigas. Así que cogió todo lo necesario y salió de casa.

El día que la burbuja se rompióWhere stories live. Discover now