Capítulo 12

1 0 0
                                    

Víctor veía a Lara dar vueltas por el piso, enfadada. Le indicó que se diera una ducha para relajarse. Y le dejó una toalla limpia y una camiseta suya en la habitación para que se cambiase. Ése chico rudo y curtido a base de ostias de la vida, sabía cómo cuidar a alguien. Pero para hacerlo, tenía que importarle esa persona. Podía llegar a ser muy frío con desconocidos, cosa que tampoco pensaba cambiar. Confiar en la gente le había llevado malas consecuencias, y dejó de confiar. Era casi de piedra para la mayoría de gente. Sólo algunos pocos eran capaces de llegar a su corazón. Y eran una minoría puesto que casi nadie era capaz de aguantar el chaparrón cuando estaba cabreado. No vigilaba las formas, no vigilaba el tono, no vigilaba las palabras. Tenía un carácter difícil que le había permitido llegar vivo a los veinticinco.

Escuchó el timbre de la puerta y salió a encontrarse con su amigo. Por la cara que traía, no había buenas noticias. Estaba acostumbrado a ello. Su vida se había resumido a recibir mala noticia tras mala noticia. Cuando había creído que las cosas no podían ir peor, pasaba algo que le hundía más.

   - Los buses ya no pasan por aquí. Hemos llegado tarde. – Víctor observó al padre de Lara detrás del portal. No había otra opción que llevarle en coche. El único problema era que el que disponía de vehículo estaba trabajando y no llegaba hasta las once de la noche.

   - Dile que se queda a cenar aquí mientras esperamos que Pluma llegue. – pocos segundos después, el padre de Lara estaba delante de Víctor.

   - Me llamo Jaime.

   - Víctor. Pasa. Cuando mi compañero de piso llegue de trabajar, te llevaremos a casa con el coche.

   - Qué raro que los buses ya no pasen.

   - Es un barrio alejado y peligroso de noche. No se la juegan. – las palabras sinceras sorprendieron a Jaime, puesto que no esperaba que le dijera eso sabiendo que tenía que aceptar dejar a su hija aquí.

   - Me dices que es un barrio peligroso y pretendes que deje que mi hija se quede aquí.

   - Está conmigo. No le va a pasar nada. Las calles son inseguras, las casas no. Y menos la mía. – Jaime no supo cómo tomarse esa afirmación. Que el tipo con el que estaba su hija fuera lo suficientemente importante en el barrio como para que no le pasara nada, significaba que el tío era aún más peligroso.

   - ¿Dónde está?

   - Duchándose.

Lara agradeció el agua cayendo por su piel. Saber que su novio la conocía tan bien le gustaba. Se secó con la toalla que había encontrado, se peinó con insistencia, pues era algo que le relajaba y, finalmente, se puso la camiseta de Víctor. Era corta y sabía que lo había hecho a propósito, a duras penas le tapaba el culo. Cogió unas braguitas que había dejado en su casa por prevención y se las puso.

Recordó el primer día que Víctor la había visto con estas mismas prendas. Estaba muerta de vergüenza, nunca la habían visto así. Tenía miedo de no gustarle. Pero no fue así, sino todo lo contrario. Le volvió loco su imagen y su autoestima aumentó considerablemente. Esperaba que su novio reaccionara del mismo modo.

Salió del lavabo y se dirigió al comedor por el pasillo que lo separaba. Antes de llegar, vio que Víctor estaba en la cocina así que se apoyó en el marco de la puerta de la forma más sexi que pudo. Él estaba cocinando, sin percatarse de su presencia, lo cual le permitió observarle sin pudor. Estaba convencida de que encajaban a la perfección, con su fuerte carácter que hacía que, a veces, estallaran en gritos pero que rápidamente se perdonaban y arreglaban las cosas. La comunicación no era el fuerte de Víctor pero ella había aprendido cómo hablar con él y había conseguido que su cerrado chico bajara un poco los muros con ella. Le había costado trabajo pero el resultado era mejor de lo esperado. Lara no confió en él de buenas a primeras, sino que Víctor le había demostrado muchas veces y de diversas maneras que no le fallaría. Y ella había comprendido que, para una persona a la que le han fallado de la peor forma posible, confiar en alguien era todo un logro. Y Lara sabía que Víctor confiaba en ella.

El día que la burbuja se rompióWhere stories live. Discover now