⸙ᴄᥲρᎥᴛᴜᥣ᥆ 10

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Reprimí mis ganas de llorar, no lo haría. No ahora.

-- ¿Quién era?-- pregunto Isabella.

--Mi madre -- dejé el móvil encima de la mesa. -- Mañana vendrá a buscarme, tengo una revisión y le gustaría acompañarme -- sonreí falsamente.

-- ¿A qué hora? ¿Tardarás mucho?-- preguntó Irene.

-- A primera hora de la mañana, no sé cuándo volveré, supongo que cuando la revisión termine--

--Espero que termine pronto--

Si, yo también...

El resto del día fue completamente normal, fingía una sonrisa cada vez que podía y evitaba de cualquier forma pensar en Perla.

De nuevo, Jungkook no me volvió a dirigirme la palabra y evitaba el contacto visual.

No tenia ganas de nada.

Estaba nerviosa, asustada... No quería el castigo, no me gustaban los castigos de madre.

Cuando era pequeña, Lily rompió un valioso jarrón que madre amaba. Y cuando esta lo vio en el suelo hecho añicos preguntó que había sucedido.

Yo me encontraba recogiendo los trozos pequeños, algunos clavados en mis pequeñas manos. Intentando arreglar el desastre que ocasionó mi hermana, la cuál, me culpó a mi de lo sucedido.

Mi madre la creyó, pues en ese entonces era bastante torpe y tropezaba muchas veces. Pero no lo veía justo... Siempre era precavida.

Cómo castigo, madre me encerró en un cuarto sin luz durante una noche de tormenta.

Grité, lloré, hasta quedarme afónica. Temblaba de miedo, en ese cuarto solo había un armario y una pequeña cama. Me quedé toda la noche en una esquina, dándome calor con mi propio cuerpo, mientras veía los rayos y la lluvia pegar fuerte en la ventana.

En ese entonces tenía seis años. Algo horrible para un niño de esa edad, algo verdaderamente cruel.

Desde entonces, tengo miedo a los días de tormenta, más bien astrafobia.

Los castigos fueron siendo los mismos, pero al enterarse mi tía, los hizo parar de inmediato.

Ella era mi salvadora, mi ángel de la guarda... Pero mi madre me la arrebató encerrándola en un psiquiátrico.

Al cumplir más edad, mi madre descubrió aquel libro, lo destrozó y quemó delante de mis ojos. Si me veía llorar me regalaba una bofetada. Me decía que espabilara, que esto solo me traería problemas.

No hice caso, seguí haciendo mis propios estudios e ilustraciones. Pero de nuevo mi madre me cazó.

Me llevó a la iglesia, e hizo que me aprendiera todas las oraciones para sentirme purificada. Pero como veían que no estaba de acuerdo, cada vez que me equivocaba, era obligada a ponerme de rodillas encima de una alfombra con pinchos de metal, juntar las manos y mirar siempre hacia arriba para volver a repetir la misma oración una y otra vez sin equivocación.

Cada vez que salía de la iglesia mis rodillas tenían rastros de sangre, a veces, mi madre mostraba signos de preocupación... Pero por un corto periodo de tiempo.

Llegó la noche, Irene ya estaba dormida, yo en cambio no podía pegar ojo. Era de madrugada, y el único sonido que había era el de Irene respirando y los lobos esquivando las trampas y las balas del señor Richard.

Lloré en silencio hasta quedarme dormida.

La alarma sonó, me levanté la primera, me duché rápidamente y noté que mi periodo había desaparecido. No había rastro de sangre, sino flujo.

𝐈𝐍𝐃𝐄𝐋𝐄𝐁𝐋𝐄 ©J.JK #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora