⸙ᴄᥲρᎥᴛᴜᥣ᥆ 56

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El sonido de un disparo hizo eco por todo el bosque, siendo este el único testigo de la atrocidad que acababa de hacer.

Me levanté del pasto con el arma aún pegada a mi cuerpo y caminé hasta mi objetivo sin vida.

El cervatillo yacía en el suelo con una herida en su corazón producto de mi arma y de mi deseo.

Justo en el blanco, en aquel punto tan valioso, en el piloto automático de vida.
Lo había logrado, tantos años de práctica para lograr esto. Ahora solo quedaba matar a la bestia.

Después de enterrar al animal y pronunciar algunas oraciones volví a casa, se estaba haciendo tarde y era mejor salir del bosque antes de que el cielo se tiñera de negro.

— Ya estoy en casa.-- informe mientras cerraba la puerta.

Espere a que alguien me dijese algo, sin embargo me topé con una casa desolada.
Caminé a paso lento hacia el salón, pues había escuchado un ruido y no dude en tomar de nuevo el arma.
La puerta estaba entre abierta pero la luz estaba apagada.
Abrí la puerta lentamente y en cuanto di un paso al salón las luces se encendieron y el confetti se disparó como la pólvora ante mis ojos.

— ¡Felicidades!-- cantaron las tres personas que se encontraban ante mis ojos.

Me quedé estática en el sitio, sin expresión alguna en mi rostro, como siempre y con mi arma apuntado hacia ellos.

Seguí con la mirada a mi padre el cual se encontraba con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro y con la punta de sus dedos bajo el arma hasta quitarmela.

— Beatrize querida, somos nosotros. ¡Es tu cumpleaños!-- comentó tomándome por los hombros. — ¡Hay que celebrarlo!-- festejó.

Una noche divertida y tranquila, llena de manjares y lujos. Pero aquello no era nada para mí, y lo sabían.

— Beatrize-- me llamó mi padre -- Creo que es hora de que te enseñe la tradición familiar.-- me guío a una habitación.

Fotos, libros, ilustraciones y apuntes, todo sobre los licántropos.

-- Durante años hemos sido cazadores, y está tradición no se puede perder hija mía, por eso, te confío todo esto, que será confiado a tus hijos, nietos y bisnietos... A toda nuestra sangre.-- caminó por la sala de tonos cafés. -- ¿Sabes que es esto?-- me enseñó una cajita con ocho balas.

-- Balas...-- respondí con algo de tiemble en la voz.

-- Si, pero son especiales. Son de plata. A lo largo de los años, hemos descubierto que la plata es su debilidad, un rasguño y acaban envenenados, un disparo y mueren al momento.-- miró aquella caja como si fuera un diamante valorado en millones. -- Te las daré, es mi regalo de cumpleaños, solo las utilizarás en caso de emergencia ¿De acuerdo? -- se acercó a mí con cautela. -- Son muy valiosas Beatrize, no dejaré que las utilices como haces con esas.-- señaló el arma que horas antes estaba en mis manos. -- ¿Me escuchaste? ¿Serás una niña buena y las cuidaras verdad?-- me miró fijamente.

Clave mis uñas en la palma de mi mano al no poder encontrar la voz para responderle. Odiaba esto.

Sentí un fuerte agarre en mi mandíbula que apagó algunos de mis sentidos como la movilidad.

-- Contéstame Beatrize, ¿Harás caso a tu padre?-- apretó más su agarre impidiendome hablar.

Asentí con desesperación y me soltó bruscamente.

-- Bien. Recuerda hija mía, Dios es testigo de todo y castiga.-- concluyó antes de cerrarme la puerta, sin embargo escuché como la abría para seguir hablando. -- Haz tus oraciones y ve a dormir.-- cerró la puerta de golpe.

Después de haber dicho mis oraciones junto a mi hermana fuimos a dormir, ninguna dijo nada, pues seguramente nuestro padre haría un recorrido por toda la casa.

Le teníamos miedo.

Sin embargo, yo sabía cómo era en realidad bajo esas falsas sonrisas.
Yo era su hija favorita, su títere.

Sentí envidia por aquel cervatillo, ahora estaba en un lugar mejor, lejos de ser devorado por las bestias de la noche.

Yo también quería eso, estar en un lugar mejor. Un lugar en donde pueda ser feliz y no tener miedo ante mi propio padre.

Ni siquiera era capaz de decir cómo me sentía, las palabras no podían salir de mi boca, no las verdades.

Porque cada vez que preguntaban "¿Que tal estás?" Siempre decía "Bien" cuando en realidad estaba cansada, derrotada, al borde de las lágrimas, sola, harta, humillada, a punto de morir, triste, al borde del colapso...

-- Beatrize...-- una voz se escuchó a mi lado a la vez que algo era apartado de mi garganta.

Mis ojos se abrieron para encontrarme con mi hermana preocupada.

Lo había vuelto a hacer.

-- Beatrize, estoy aquí contigo, las hermanas están para apoyarse ¿Recuerdas? -- susurró conteniendo las lagrimas al verme. -- Dame el arma, hay otras maneras...-- comentó preocupada.

Unos pasos se hacían presentes cerca de nuestra habitación, poniéndonos en alerta a las dos.

-- Beatrize.-- volvió a decir mi hermana. -- Suelta el arma, por favor.-- suplicó.

¿Que me pasaba? ¿Acaso estaba tan asustada que no me podía mover? Si.

-- Otra vez no Beatrize, no te dejes.-- volvió a hablarme.

-- Dios castiga, me lo merezco Sook.-- comenté antes de que la puerta se abriera, dejando ver el semblante serio de nuestro padre, el cual me miró de pies a cabeza y con un movimiento me ordenó salir de la habitación.

Sentí como Sook me agarraba de la manga del pijama, pero aún así logré salir de la habitación, dejándola preocupada y sintiéndome cada vez peor.

-- El suicidio es un pecado.-- gruñó mi padre a la vez que un sello de fuego era clavado en mi espalda, escuchando como la piel se quemaba.
— Los pecados van contra la voluntad de Dios.-- volvió a quemar mi piel -- ¿Así se lo agradeces? Nosotros, los Shin, tenemos la fuerza para acabar con los seres del inframundo, pero tú...-- dejo el sello y se acercó a mí, tomando mi cabello y tirar de él con fuerza. -- Pero tú no lo valoras. ¿De verdad eres mi hija?--

-- S-Si... Si lo valoro, soy tu hija, por favor padre...-- lloré. -- He cometido un gran error, por favor perdóname padre. T-te juro que te sentirás orgulloso de mí, daré caza a la bestia y seguiré con la tradición.-- hablé con dificultad.

Pasaron cinco segundos que me parecieron eternos y habló.

-- Eso es... Así me gusta Beatrize. Ahora, vuelve a repetir las oraciones antes Dios y jura que no pecaras, pues recuerda que él siempre castiga.-- acaricio mi cabello para luego volver a tirar de él, haciendo que mi vista se encontrase con el gran crucifijo colgado en la pared.










¡Nos vemos en el siguiente capítulo!

💜I purple you 💜

𝐈𝐍𝐃𝐄𝐋𝐄𝐁𝐋𝐄 ©J.JK #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora